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Es urgente aplicar medidas radicales contra el cambio climático

El Día Mundial del Medio Ambiente, celebrado el 5 de junio, la señora Angela Merkel declaró que esperaba que la próxima Cumbre Mundial sobre el Clima, a celebrarse en Glasgow del 1 al 12 de noviembre, dé un “nuevo impulso” para establecer medidas concretas a fin de limitar el cambio climático. Recordó cómo los países que integran la Unión Europea se comprometieron a conseguir la neutralidad climática en 2050.

Consideró “dramática” la situación de la biodiversidad pues hasta un millón de especies están amenazadas de extinción, gran parte de ellas en las próximas décadas.

Un mes después, la señora Merkel volvió a mencionar la urgencia de tomar medidas radicales para atacar el cambio climático. Y lo hizo junto con los científicos, la clase política y los medios de comunicación al hacer los balances de la tragedia que sufrió la región occidental de dicho país, además de Bélgica, Holanda y otras naciones del centro de Europa.

Lluvias intensas como no se había visto antes ocasionaron inundaciones devastadoras hace dos semanas, justo después de que la Comisión Europea presentó su paquete de 12 medidas para una Europa más verde.

El balance hasta ahora es de más de 200 víctimas mortales en Alemania y Bélgica y daños incalculables en poblaciones, negocios e infraestructura pública. Solo en Alemania se estiman en más de 6 mil millones de dólares.

Los expertos consideran que las lluvias torrenciales y las inundaciones serán cada vez más frecuentes y vinculadas con el cambio climático. Aseguran que “más calor origina más nubes de evolución diurna y que haya lluvias de mayor intensidad”. Mientras Europa lamentaba la tragedia, una ola de calor azotó Canadá y Estados Unidos, hubo incendios que han durado semanas en Siberia; lluvias e inundaciones en India y China y altas temperaturas en Escandinavia y Finlandia.

En lo ocurrido en Alemania y otros países europeos también contribuyó la acción del hombre con obras públicas y de particulares mal construidas y en los sitios menos adecuados. Por ejemplo, las grandes vías de comunicación, calles, infraestructura diversa y vías de ferrocarril que cambiaron el curso de los ríos. De tal forma que cuando llueve el agua barre los obstáculos que encuentra para llegar a su destino final.

Otro elemento: las imperdonables fallas que tuvo el sistema de protección civil, al ignorar el mensaje emitido cinco días antes de la tragedia por el Sistema Europeo de Alerta de Inundaciones (EFAS), que dispone de programas muy avanzados de información climática y posibles desastres naturales.

Por su parte, los servicios meteorológicos alemanes aclararon que emitieron 150 avisos de máxima alerta, de los cuales 50 en “rojo oscuro”, color que indica la alerta de “máxima categoría”, peligro para la vida y por eso evacuación inmediata.

De esos avisos no hicieron caso ni siquiera los medios de comunicación masiva. Como resultado de esa falla desastrosa de las instancias gubernamentales, la población no se enteró oportunamente de los peligros que corría, y por lo tanto la urgencia de evacuar las localidades más expuestas. En especial a las situadas en las márgenes de los ríos.

El tema se politizó en extremo y permitió comprobar que las medidas de protección contra crecientes de aguas por lluvias torrenciales son insuficientes en los grandes ríos y en sus afluentes. Tampoco, la infraestructura para recolectar el agua en las áreas urbanas de las ciudades, en especial las ribereñas.

No existe duda de que, como efecto de las actividades humanas, las lluvias torrenciales y las inundaciones que traen aparejadas, serán cada vez más habituales. Así lo confirman los modelos climáticos que destacan el papel que en todo ello juegan las emisiones de gases de efecto invernadero. Y que pueden ocurrir en el verano, cuando lo habitual en Europa y otras partes del mundo es que se presenten en invierno. Y afectar no solamente a los grandes ríos, sino a los de menor caudal, causantes de lo que sucedió en julio en varios países de Europa.

La reconstrucción en Alemania

Los daños en infraestructuras de transportes y carreteras derivados de las tormentas e inundaciones que azotaron en julio el oeste del país ascienden a más de 2 mil 200 millones de dólares. Son estimaciones del gobierno.

Solo reparar los destrozos ocasionados en la línea férrea y estaciones acarrearán gastos de hasta mil 400 millones de dólares, de acuerdo con los cálculos del Ministerio de Transporte.

A eso deberán añadirse los daños en carreteras, puentes, torres de comunicaciones, suministro eléctrico y canalizaciones de gas.

Y en cuanto a la ayuda directa y urgente a los damnificados, se cuantificó en poco más de 310 millones de dólares.