El Vaticano: un pacto de silencio — letraese letra ese

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El Vaticano: un pacto de silencio


Sodoma, poder y escándalo en el Vaticano es el libro más reciente del sociólogo y periodista francés Frédéric Martel. Se trata de una extensa investigación sobre el sistema de corrupción y abuso sexual que ha predominado en la máxima sede del poder católico, desde el papado de Pablo VI hasta los tiempos presentes del papa Francisco. Otros títulos del autor, que han sido casi todos traducidos al español, incluyen Cultura Mainstream, cómo nacen los fenómenos de masa; Global Gay, cómo la revolución gay está cambiando el mundo; y Rosa y Negro, los homosexuales en Francia desde 1968. En Sodoma, el escritor ofrece una nueva y muy aguda investigación de campo a partir de múltiples entrevistas realizadas con altos dignatarios y colaboradores eclesiásticos en ese sistema de simulación y engaño que él denomina la “Parroquia”.

Casa de dos puertas difícil es de guardar

“Detrás de la rígidez siempre hay algo oculto; en muchos casos, una doble vida”. Esta frase elocuente, atribuida al papa Francisco, alude a la actitud de cerrazón e intolerancia que caracteriza a la doble moral practicada por muchos  prelados en el Vaticano. Como una regla tácita de ese sistema discrecional, a menudo se comprueba que entre más severa es la condena de un sacerdote a las conductas sexuales heterodoxas de sus feligreses, mayor es la probabilidad de que dicho representante eclesiástico incurra en las mismas prácticas que censura, y que incluso se vuelvan motivo de escándalo público. Con el fin de mostrar la gravedad del clima de degradación moral que prolifera en múltiples parroquias, seminarios e iglesias en todo el mundo, el autor centra su mirada estudiosa en el Vaticano, un enclave de impunidad y privilegios donde impera una cultura de la simulación y secrecía en torno a la homosexualidad, soterrada o abierta, de sus clérigos. Considérese el carácter exhaustivo de la investigación de Frédéric Martel: cuatro años de viajes incesantes por 30 países en los cinco continentes, 1500 personas entrevistadas, entre ellos 41 cardenales, 52 obispos y monseñores, 45 nuncios y más de 200 sacerdotes y seminaristas. El periodista contó a su vez con un equipo considerable de colaboradores, contactos e intérpretes. Su método de trabajo es sencillo en apariencia, pero supone una enorme destreza diplomática para abordar con sus interlocutores temas tan delicados como la persistencia del abuso sexual por parte de autoridades eclesiásticas que sistemáticamente atizan la homofobia como una estrategia para ocultar su predilección por las amistades amorosas con otros hombres. Pero el propósito declarado del autor no es exhibir de modo sensacionalista las miserias morales de una institución religiosa sumida en la hipocresía, sino describir todo el aparato de manipulación de la verdad y encubrimiento de conductas ilícitas que por largas décadas han colocado a la Iglesia católica en el centro de la atención mediática.

 

El autor se propone describir todo el aparato de manipulación de la verdad y encubrimiento de conductas ilícitas en la iglesia.

 

Intercambio de complicidades y favores

Los escándalos sexuales relacionados con sacerdotes y cardenales se multiplican por todas partes y nunca cesan las denuncias, por abuso sexual o por encubrimiento, de figuras como el cardenal Bernard Francis Law en Boston, o el cardenal Francis Pellman en Nueva York, o a Philippe Barbarin, arzobispo de Lyon, tenaz opositor al matrimonio igualitario en Francia, pederasta reconocido y llevado a tribunales, y también del sacerdote Marcial Maciel, gran depredador sexual y fundador de la congregación de Legionarios de Cristo, y en opinión de Juan Pablo II, “guía eficaz de la juventud”. Las complicidades entre prelados son recurrentes, como lo ilustra el encubrimiento que hacen de los crímenes de Maciel los cardenales mexicanos Norberto Rivera Y Juan Sandoval Iñiguez, este último entrevistado por Martel. Todos estos personajes comparten un idéntico desprecio por los derechos de mujeres y homosexuales, la misma cruzada militante en contra de los derechos reproductivos, de la lucha feminista o del matrimonio gay. Y al tiempo que estos altos clérigos condenan y atacan abiertamente a la comunidad LGBT, participando en marchas de la ultraderecha y lanzando desde el púlpito anatemas vigorosos, surgen las revelaciones irrefutables de su abandono en privado a las mismas conductas que aborrecen. Un sacerdote entrevistado resume la situación y muestra la gran paradoja del Vaticano: “Este clero, en gran parte homosexual, impone el odio a los homosexuales, es decir, el odio a sí mismo, todo en un acto masoquista desesperado”. El autor de Sodoma describe luego con minucia el enorme clóset gay en que se convirtió el Vaticano durante los papados de Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI, hasta el momento en que el papa Francisco toma la iniciativa de limpiar la curia romana arremetiendo contra los privilegios e hipocresías morales de muchos clérigos.

De muchos testimonios en el libro se desprende una constante casi invariable: el sacerdocio suele ser el mejor refugio para una persona que vive con dificultad o peligro una orientación sexual al margen de la norma impuesta. La exigencia de un voto de castidad, rubricado por la obligación del celibato sacerdotal, lejos de ser un yugo para las conciencias y deseos de los seminaristas homófilos, representa la posibilidad más tangible e inmediata de vivir su inclinación erótica en libertad y en compañía de sus pares. Siempre y cuando se respete, por supuesto, un pacto tácito de silencio y la reclusión voluntaria en el clóset. La jerarquía eclesiástica se niega a cuestionar el dogma del celibato clerical, a pesar de ser la práctica que mejor promueve las conductas homófilas entre los prelados. Y esas conductas suelen ser asombrosas. Una élite de clérigos practica el turismo sexual en varias regiones del mundo, en especial en países árabes del medio oriente y el norte de África. También suele practicar el ligue sexual, desprendiéndose de la sotana y los alzacuellos, en bares gays, en parques o en el interior de la sede papal, introduciendo en sus aposentos a las conquistas realizadas por la aplicación Grindr, o recibiendo los favores más cercanos de algunos guardias suizos.

 

Describe también el enorme clóset gay en que se convirtió el Vaticano durante los papados de Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI.

 

Un servicio sexual con olor a incienso

A lo largo de los años se ha venido construyendo en el interior del Vaticano un microcosmos o zona de confort que reproduce, con mínimas variaciones, el mismo ghetto gay que la Iglesia católica condena. Incluso la prostitución masculina adquiere allí una respetabilidad inusitada. El prestador común de servicios sexuales se ve de pronto promovido a la condición de secretario particular o acompañante, discípulo bien amado, o protegido vitalicio. Una expresión anglófona resume socarronamente el proceso: Hustler to Butler (De prostituto a mayordomo). Y así como los placeres mundanos se transmutan en satisfacciones bendecidas, también los males suelen cernirse sobre el clóset clerical gay, como el padecimiento del sida que desde los años ochenta ha cobrado muchas víctimas entre los mismos curas que con tanto afán irresponsable combatieron el uso del condón. La desventurada historia de esta Sodoma eclesiástica es muy larga, pero la crónica de Frédéric Martel ofrece a sus lectores los momentos más dramáticos y divertidos de este singular mester de hipocresía.

 

 

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