El trayecto de la esperanza — letraese letra ese

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El trayecto de la esperanza


Marianne tiene siete meses de embarazo y vive en un albergue para migrantes a las afueras de Tapachula, Chiapas. Salió de Haití con la intención de mejorar la vida de su familia, pero también porque temía por su vida. En su país, sobrevivía apenas como vendedora ambulante, pero cuando el esposo de su hermana quedó paralizado después de ser atacado a balazos, supo que nunca iba a poder prosperar, y emprendió un viaje hacia Chile, dejando a sus dos hijos con el resto de su familia en Haití.

Estando en Chile conoció a una nueva pareja, un haitiano que se convertiría en el padre de su tercer hijo, que aún lleva en el vientre con siete meses de gestación. Mientras su nueva familia se conformaba, Marianne trabajaba como estilista con más de sus compatriotas, quienes tenían un plan para apoyarse financiando, escalonadamente, el viaje de cada uno hacia un destino final: Estados Unidos.

La pareja decidió que ella sería la primera en hacer el viaje, y que su pareja la alcanzaría en México. Hoy al fin están juntos, pero el viaje de Marianne fue duro. Recorrió el continente a pie, primero integrada en un grupo de varios migrantes, y luego sólo con un acompañante que se quedó con ella cuando le fue imposible seguir el paso de los demás. Llegar a México era una meta más antes de continuar hacia el norte, en busca del asilo político.

Pero la estancia en México no le ha dado precisamente tranquilidad. No quiere que su bebé nazca en México, pues piensa que, dada su carencia de documentos en el país, los problemas para su hijo o hija serán mayores. Marianne es sólo una voz entre las de miles de personas haitianas que se encuentran en el sur de México, intentando regularizar su situación, enfrentándose cada día a obstáculos como la barrera del idioma y el racismo.

Historias como la de Marianne se abordaron en el informe A Journey of Hope. Haitian Women’s Migration to Tapachula, Mexico* (Un viaje de esperanza. Migración de mujeres haitianas a Tapachula, México), elaborado por el Instituto para las Mujeres en la Migración, A. C. (IMUMI), en colaboración el Centro de Estudios sobre Género y Refugio de la Universidad de California, Estados Unidos, y la Haitian Bridge Alliance, una organización civil dedicada a brindar asesoría y apoyo legal a población haitiana que busca asilo en la frontera entre México y Estados Unidos.

Este estudio es parte de un proyecto de investigación más amplio llamado Mujeres negras migrantes en México, que busca arrojar luz sobre las experiencias de estas mujeres que llegan a, transitan por o se establecen en el país. En específico, el informe sobre mujeres haitianas se propuso investigar dos aspectos: uno, las barreras que enfrentan estas mujeres al buscar ayuda humanitaria y protección legal en Tapachula, y dos, los nexos entre tales barreras y la discriminación, incluyendo la que se basa en el género, así como la xenofobia y el racismo contra la población afrodescendiente. A continuación, daremos un vistazo a sus hallazgos.

 

Las mujeres tienden a hablar menos el español que los hombres, ya que ellas trabajaron menos en los países que formaron parte de su tránsito (entre 9 y 11, en el sur y centro del continente). Esta circunstancia las hace más dependientes de un familiar hombre o una pareja masculina.

 

Las nuevas migraciones

El terremoto de 7.0 grados, ocurrido en Puerto Príncipe, la capital de Haití, en 2010, sacudió no sólo la tierra, sino también los patrones de migración en aquel país. Sumado a este desastre natural, la inestable situación económica y política, el aumento de la actividad criminal y el alto nivel de impunidad son factores que llevaron a las personas, particularmente mujeres, a migrar.

Miles de personas viajaron hacia Brasil (que por entonces construía los estadios y sedes para los Juegos Olímpicos de 2016) y a Chile en busca de trabajo, pero luego de que estas dos naciones endurecieran sus políticas migratorias, la siguiente opción fue México, debido, principalmente, a su vecindad con Estados Unidos.

Así, el documento reporta que la migración haitiana cambió dramáticamente en 2015, después de que miles personas que salieron de Haití hacia Brasil y Chile comenzaron a viajar hacia México, en su ruta para alcanzar la frontera con Estados Unidos. Para 2020 (año en el que se concluyó esta investigación) no se sabía el número exacto de personas haitianas que se encontraban en Tapachula, pero se estimaba en miles. La mayoría de esta gente no habla español, salvo lo poco que hayan podido aprender quienes vivieron o trabajaron en Chile o la República Dominicana.

En el caso de las mujeres, ellas tienden a hablar todavía menos el español, ya que ellas trabajaron menos en los países que formaron parte de su tránsito (entre 9 y 11, en el sur y centro del continente). Esta circunstancia las hace más dependientes de un familiar hombre o una pareja masculina.

Una carrera de obstáculos

Cabe aclarar en este punto que en las entrevistas realizadas en este estudio no se abordó el tema de la violencia sexual y de género, pues el equipo de investigación quería evitar el revivir un trauma o abrir heridas que no iba a poder controlar al ser incapaz de ofrecer apoyo psicosocial o legal.

Si bien se procuró mantener la privacidad de las participantes (en total, 29 mujeres adultas y una menor de 17 años de edad), las investigadoras reportan que muchas de las entrevistas fueron llevadas a cabo frente a o dentro de las viviendas de las mujeres, por lo que tanto vecinos como familiares podían oír lo que ellas estaban diciendo, a través de puertas o ventanas. Incluso, en algunos casos las parejas masculinas de las entrevistadas insistieron en estar presentes durante la entrevista.

En este contexto, se incluyeron preguntas abiertas del tipo “¿Usted o alguien con quien usted viajó experimentó violencia, ataques o robos durante su tránsito hacia México? Si es así, ¿qué pasó?”. Todas las entrevistadas dijeron que la violencia sexual fue rampante durante todo el viaje, pero ninguna admitió haber sido víctima de ella. Tampoco admitieron haber sido víctimas de violencia sexual o de género mientras vivían en Haití, pero hubo un testimonio que describió, muy gráficamente, la razón por la que salió de su país: “Estaban secuestrando gente y si no tenías dinero, te violaban por la vagina y por el ano hasta que perdieras el conocimiento. Por eso me fui”.

Las razones de Fabiola fueron diferentes, pero la llevaron al mismo destino, Tapachula. Fabiola era enfermera, madre y esposa en Haití. Decidió buscar asilo en Estados Unidos, donde creyó que encontraría un trabajo, seguridad y una educación que le permitiera tener una mejor vida. Aunque concluyó sus estudios universitarios, le costó mucho trabajo encontrar empleo en su país, debido a la crisis económica. Su esposo trabajaba en Brasil, por lo que las demás personas tenían el concepto de que su familia era rica, así que comenzaron a recibir amenazas de secuestro. Fabiola huyó hacia Chile, luego se reunió con su esposo en Brasil y al cabo de unos meses decidieron viajar a México.

El viaje duró dos meses, durante los cuales avanzaron en autobús o a pie, durmieron en la calle o en hoteles. El robo durante su viaje los dejó sin comer por cuatro días. Fabiola describe el trayecto como algo que no recomendaría y que nadie debería tener que hacer para tener una vida mejor.

A esto hay que sumar que la vida en México no ha sido agradable. Fabiola observa que la población negra migrante está en una absoluta desventaja frente a las y los mexicanos, pues tienen que pagar precios mucho más altos por los comestibles. Además, la lentitud de los trámites de migración para otorgarles un permiso temporal retrasan su estadía, y los trámites son difíciles de seguir pues no hablan español y en las instituciones prácticamente no hay nadie que hable kreyòl, o criollo haitiano, su idioma natal.

Según el testimonio de Fabiola, una de las 30 entrevistadas a profundidad para este informe, la vida en México sólo le ha traído depresión. La mujer, que un día fue una profesionista perseverante y ansiosa de aprender más para avanzar en su carrera, aquí no encontró más que depresión.

 

Un estudio realizado con mujeres haitianas se propuso investigar dos aspectos: primero, las barreras que enfrentan al buscar ayuda humanitaria y protección legal en Tapachula, Chiapas, y segundo, los nexos entre tales barreras y la discriminación, incluyendo la que se basa en el género, así como la xenofobia y el racismo contra la población afrodescendiente.

 

Discriminación y barreras culturales

El arribo a México que describieron las mujeres haitianas es desolador: después de semanas (incluso meses) de trayecto, sin dinero y sin pertenencias (pasaportes, teléfonos celulares) debido a los robos, y en muchos casos, embarazadas. Llegan a un país cuyo idioma no conocen, y se enfrentan con una política migratoria cada vez más férrea, derivada de las negociaciones entre el gobierno mexicano y el de EE. UU. No pueden hacer más que aprender no sólo las primeras palabras para comunicarse, sino también el funcionamiento del sistema migratorio mexicano para conseguir, en primera instancia, un permiso para residir y trabajar en México, o bien, el asilo político en este país, en lugar del destino final que inicialmente perseguían, Estados Unidos.

Mientras tanto, diversas organizaciones civiles se han conjuntado para brindar apoyo a esta población migrante. Algunas de asistencia como Médicos del Mundo y Médicos sin Fronteras ofrecen servicios de salud. Ahí, las mujeres embarazadas pueden acudir a dar a luz, pero el cuidado prenatal es limitado, aun cuando, debido al largo y tortuoso viaje, muchos de los embarazos podrían ser de alto riesgo.

También hay algunos albergues para que las familias migrantes se puedan establecer temporalmente. En el caso de las mujeres haitianas, por ejemplo, prefieren no tomar el servicio de alimentos que se les ofrece en estos lugares y mejor cocinan ellas mismas, pes no están habituadas al tipo de comida que se sirve. Por otro lado, las familias que consiguen una vivienda, por lo regular están en condiciones precarias, con sólo un par de habitaciones, sin muebles, camas ni cocina, por lo que las personas tienen que dormir sobre mantas o colchonetas y a nivel del piso.

En cuanto a las oportunidades de trabajo, son mínimas para migrantes haitianos, incluyendo las mujeres. Una de las entrevistadas vende comida en el parque central, pero acusa que la policía la hostiga constantemente, llevándose sus productos.

Por todas estas circunstancias, como la barrera del idioma, el desconocimiento de la ciudad, los costos del transporte, la xenofobia y la hostilidad que reciben de las y los mexicanos, la mayoría de las entrevistadas dijeron sentirse “atrapadas y aisladas” en sus casas. Una de ellas lo pone en estas palabras: “La gente no te respeta. No estás en tu país y la gente está molesta contigo. Si algo te pasa, no puedes hablar con nadie sobre eso. Es peor que en Haití”.

 

* El informe completo está disponible (en inglés) en https://imumi.org/2019/07/19/un-viaje-de-esperanza-la-migracion-de-mujeres-haitianas-a-tapachula-mexico/

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