Fake News el gran remplazo — letraese letra ese

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Fake News el gran remplazo


Uno de los fenómenos políticos y sociales más inquietantes de los últimos años ha sido la llamada teoría del Gran Remplazo. Esta expresión, favorita de muchos ideólogos y activistas de la extrema derecha europea, fue acuñada por el escritor Renaud Camus (El gran remplazo, 2011), quien advirtió del peligro de una rápida sustitución de la población autóctona francesa por la llegada masiva de otras poblaciones extranjeras. Este argumento conspiracionista supone que Europa vive actualmente el peligro de verse demográficamente desbordada por minorías provenientes de países musulmanes, los cuales se instalan sin control en sus territorios para imponer su religión y sus costumbres, con el propósito no declarado, aunque eficaz, de mestizar e islamizar a una nación mayoritariamente blanca.

En poco tiempo ese delirio paranoico ha cobrado adeptos en otros países europeos y en Estados Unidos donde hoy lo acoge la extrema derecha republicana. El gran remplazo, un mito peligroso que la realidad desmiente, pe-ro que las redes sociales siguen viralizando a nivel mundial.

Viejas xenofobias

Si bien el concepto del Gran Remplazo o la Gran Sustitución está comúnmente ligado a la figura polémica del escritor Renaud Camus, en realidad el origen de esta idea se remonta a finales del siglo XIX europeo, en particular a los posicionamientos del antisemitismo francés, cuya figura emblemática fue el escritor panfletario de ultraderecha Edouard Drumont, autor de un libro muy popular, La Francia judía (1886). En ese libro se argumentaba que la decadencia de la cultura francesa era consecuencia de una conspiración de las élites financieras judías que controlaban la banca y toda la actividad económica del país y también los medios intelectuales más prestigiosos, socavando así las bases de una cultura ancestral francesa y los valores de la cristiandad. Se trataba, por parte de los extranjeros, “de una verdadera conquista, del sometimiento de toda una nación mediante las intrigas de una minoría ínfima”. Años después, a principios del siglo XX, y con el caso Dreyfus como catalizador de nuevas embestidas antisemitas, un intelectual de la talla de Maurice Barrès, autor de Bajo el cielo de los bárbaros, y Charles Maurras, creador del influyente movimiento de derecha monárquico-nacionalista Acción Francesa, encendieron las alarmas de la población al señalar que el propósito de los judíos y algunos otros pueblos poco civilizados de Europa Central, Medio Oriente y Norte de África era desplazar a una población francesa de raíces étnicas y culturas específicas y profundas, con largos siglos de tradición, para remplazarla con hordas salvajes sin otra patria y otra confesión que el interés de lucro y la disipación moral. Debido a que la Primera Guerra Mundial había generado un fenómeno preocupante de desnatalización en Francia, dicha situación sería aprovechada, en opinión del católico Barrès, por “elementos extranjeros, invasores de nuestra tierra y nuestra sangre, cuya aspiración sería someter a los elementos nacionales”. La idea de una temible sustitución demográfica de la población europea cobrará mayor definición y forma a partir de la Segunda Guerra Mundial, cuando grupúsculos de neonazis, nostálgicos de un viejo orden social racista, comenzaron a alertar sobre el colapso de una Europa blanca debido a la llegada masiva de inmigrantes de costumbres bárbaras y mezclas raciales impuras.

Del antisemitismo a la islamofobia

El atentado de la organización terrorista Al Qaeda contra las torres gemelas del World Trade Center en Nueva York el 11 de septiembre del 2001, marcó el inicio de una nueva era de suspicacia y animadversión en contra de las comunidades musulmanas en Estados Unidos y Europa, mismas que se volvieron objeto de un racismo islamófobo reactivado. En Francia venía ya prosperando, por más de una década, un activismo político de ultraderecha con pretensiones de legitimación por la vía electoral, con la figura abiertamente racista de Jean Marie le Pen a la cabeza, líder del partido Frente Nacional, quién no vacilaría en calificar al holocausto judío como un simple “detalle” de la historia. Fue tal la indignación popular frente a los excesos oratorios de este dirigente xenófobo, que la alusión a los judíos se volvió políticamente incorrecta en los discursos de la derecha extrema; en su lugar, los musulmanes se convirtieron en el nuevo chivo expiatorio responsable de todos los males del país, en especial de las olas migratorias que algún día habrían de remplazar a los franceses blancos de estirpe incuestionable. Resulta paradójico que fuera un antiguo militante homosexual, el escritor Renaud Camus, autor de Tricks (Ligues, 1981), con prefacio de Roland Barthes, quien después de pasar de las filas del partido socialista a las de la ultraderecha política, se volviera promotor de una teoría conspiracionista, vuelta concepto novedoso (el gran remplazo), para dar cauce a una paranoia colectiva. ¿Pero qué significa realmente ese remplazo? El propio autor lo describe así: “Un pueblo estaba ahí, estable, ocupando el mismo espacio desde hace quince o veinte siglos. Y de pronto, muy rápidamente, en una o dos generaciones, otro pueblo, o varios más, se sustituyen a él, se ve remplazado y ya no es él”. Según el escritor, este remplazo conlleva para el pueblo originario una pérdida gradual de su identidad. La misión de Camus y sus seguidores sería entonces advertir a la población de ese posible cataclismo y organizar de inmediato su defensa.

Palabras que matan

La amenaza de esa pretendida sustitución demográfica resultó ser una patraña conspiracionista desmentida por las cifras reales del fenómeno inmigratorio en Francia. En 1946, el país contaba con 5% de inmigrantes; en 1975, con 7.4%; en 1999, con 7.3% y para 2021, con 10.3%. Actualmente hay en ese país 7 millones de inmigrantes, de los cuales 3.3 millones son originarios de África. Para el 2050 se espera que la cifra siga representando, con respecto a la población general. Como se ve, se trata de una pequeña minoría muy alejada del balance catastrofista que supone el “gran remplazo” preconizado por la extrema derecha. También es alarmismo puro la idea de que asistimos a un cambio de civilización orquestado por élites políticas, intelectuales y mediáticas a partir de turbios intereses económicos. No hay fundamento que sustente esa paranoia. Y sin embargo, la noción del remplazo demográfico sigue ganando adeptos en países como Alemania, Hungría y Estados Unidos, donde continuamente se habla de oleadas de inmigrantes indeseados, ya desde Siria o Afganistan o desde el sur del Río Bravo. A pesar de que Renaud Camus declara estar en contra de toda violencia y odio, su teoría del remplazo ha sido abiertamente reivindicada por los autores de atentados terroristas domésticos en Nueva Zelanda (Christchurch, marzo 2019) o en El Paso Texas (supermercado Walmart, agosto 2019), con saldos de decenas de muertos. Los supremacistas blancos, con Donald Trump a la cabeza, son la expresión actual más elocuente de los alcances y peligros que representa una teoría racista, sólo en apariencia delirante, capaz de infiltrase insidiosamente en millones de conciencias.

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