La diversidad originaria — letraese letra ese

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La diversidad originaria


Los seres humanos tienen la cualidad de desplazarse a muchos lugares por sus propias piernas y pies, esa es una de las características que define a las personas para quienes han crecido dentro de la cultura rarámuri, cuyo gentilicio significa “corredores de a pie”. Ese tesón que les ha caracterizado para poder recorrer kilométricas brechas en medio del territorio serrano en el que habitan permitió a algunos de los integrantes de estos pueblos originarios conducir sus pasos hacia una de las principales plazas de la ciudad de Chihuahua, bailar con mucho ánimo en parejas del mismo sexo y mostrarle a la sociedad que dentro de la diversidad, hay muchas diversidades.

Con la juventud atrapada en sus rostros, Eduardo González y Roger Aguirre han tomado varias decisiones confrontativas con su entorno, pues en enero de este año se convirtieron en la primera pareja indígena abiertamente homosexual en contraer matrimonio en el estado de Chihuahua. Engalanados con las vestimentas de sus comunidades natales, decidieron hacer valer su derecho a unirse legalmente. Pero su lucha no quedó ahí. Se sumaron al Comité Estatal Napawika Tomojé Rarámuri y organizaron la Primera Marcha LGBT Indígena, no sólo del estado, sino del país, y tal vez, de América Latina.

Con el lema “Pies ligeros en busca de derechos humanos, no de privilegios”, varios contingentes respondieron al llamado para visibilizar y erradicar la discriminación y la violencia en su contra. Tomaron las calles del primer cuadro de la capital chihuahuense y mostraron a la sociedad que también existen. Al respecto, los integrantes de la pareja explicaron que en varias comunidades rarámuri hay personas LGBT, pero, desafortunadamente, a veces son rechazadas por sus propias familias y prefieren guardar silencio sobre su personalidad u ocultarla lo más posible.

En el caso de Eduardo y Roger, ambos salieron de su comunidad natal, Huachochi. El primero, para estudiar enfermería, y el segundo, lo alcanzó y se convirtió en estudiante de ciencias. Se han enfrentado a realidades desafiantes, provocadas no sólo por su condición LGBT sino también indígena. A Eduardo lo despidieron de una planta maquiladora, donde ejercía por su profesión, con el argumento de que no era aceptable que hubiera un jefe de enfermería. Y a ambos les hicieron comentarios ofensivos por su orientación sexual y color de piel el día en que contrajeron matrimonio. Parte de las burlas derivaban de que portaban su vestimenta tradicional.

Para los activistas, la visibilización de las poblaciones LGBT indígenas era necesaria debido a que aún hay muchos pendientes por atender en la materia en las propias comunidades, con el fin de lograr una inclusión y para posicionar la temática en la agenda de las poblaciones indígenas, así como continuar luchando por erradicar los discursos homofóbicos y racistas hacia ellos y otros integrantes de pueblos originarios cuya orientación sexual o identidad de género rompe con la visión tradicional.

 

Según algunas perspectivas, muchas de las culturas originarias del territorio mexicano han contemplado la existencia de lo que hoy conocemos como diversidad sexual, pero eso no implica que se acepten estas identidades, y la realidad puede llegar a ser muy adversa.

 

Más que nawiki

Cuando dentro de las familias se identifica a algún integrante LGBT, se le suele asignar un rol de mujer, para que haga actividades como lavar la ropa o los trastes, cocinar, cuidar a sus hermanos y hermanas, entre otras, pero en otras ocasiones, las familias deciden expulsarlos, e incluso, han llegado a matarlos. Desafortunadamente, añadió la defensora de derechos humanos de las mujeres trans Regina Gardea, en las comunidades se les suelen dar castigos durante la Semana Santa en la Cruz del Perdón, incluyendo golpes en algunas ocasiones, para sancionar a quienes cometen una falta ante los ojos de la sociedad.

Todo lo anterior a pesar de que dentro de la cultura rarámuri se reconoce la figura del nawiki, una persona que cambia de género de manera constante, pero aún no hay expresiones idiomáticas que reflejen nombren a la diversidad. El término hace alusión “al que canta”, refiriendo que alguien con alegría constante asume el rol de una mujer aunque no haya nacido así. Algunos trabajos antropológicos señalan que, de manera no oficial, en algunas comunidades se toleran las uniones entre ellos, pero con la condicionante de que uno debe asumir, forzosamente, la identidad femenina.

A pesar de la aparente apertura, advierte la actual líder de Unión y Fuerza de Mujeres Trans, quien es nativa de las comunidades de las Barrancas del Cobre y tiene raíces indígenas por parte de su madre, el hecho de que a cualquier persona que difiera de las identidades de género normativas se le denomine como nawiki provoca que se desconozca toda la gama de la diversidad. En su caso, ella se asumió como tal, pensando que era un hombre gay, cuando en realidad no lo era. Fue hasta que se mudó a la capital chihuahuense que descubrió su verdadera identidad y se informó sobre muchos temas desconocidos en su entorno natal, pero necesarios para ubicarse dentro de la palestra diversa, en específico, la de las mujeres trans.

Sin embargo, la experiencia de traslado a la ciudad también le sirvió para percatarse de que era sujeta de discriminación por ser indígena, por la vestimenta, por la forma de hablar, por el color de piel y por su condición de ser trans, una agenda pendiente, pues dentro de las mismas colectivas LGBT no se aborda la temática, mucho menos en los programas sociales, aunque estén enfocados a la reducción de desigualdades de las poblaciones diversas.

Un ejemplo muy claro de invisibilización, refiere Gardea, es el de las mujeres indígenas lesbianas que no se pueden declarar como tales dentro de sus propias comunidades, pues el castigo sería muy fuerte. Por eso, considera que uno de los grandes retos es trabajar al interior de los poblados originarios para dignificar a quienes han roto con la visión binaria impuesta. Y a nivel más general, ayudar a “abrir el clóset” en las poblaciones indígenas, para que quienes pertenezcan a la diversidad sexual gocen plenamente de sus derechos sin seguir lineamientos culturales y sociales adversos, que derivan en la infelicidad.

 

En la historia de las marchas del orgullo LGBT de las capitales de Jalisco y Nayarit, jamás se había presentado una persona indígena como parte de los contingentes, como sucedió este año.

 

Venade azul

El bullicio de la marcha LGBT de Guadalajara alojó a una persona transgresora de todo aquello conocido. Con el traje tradicional de su comunidad, San Sebastián de Teponahuastlán, en los bordes de Jalisco y Zacatecas, Jobis llamó la atención de muchas y muchos asistentes al evento masivo colectivo. Jobis vive en territorio wixárika, la cultura de las “personas de corazón profundo que aman el conocimiento”, de quienes viven en armonía con el sol, la tierra, el viento, las nubes, el agua y la semilla, y en sí, con la vida.

Con su pantalón y camisa de manta bordados de azul, recordando que una de las figuras más icónicas de la cultura wixárika, el venado azul, que sólo se puede ver en su territorio sagrado, Jobis se plantó en medio de los contingentes de la marcha para señalar que en estas concentraciones deben estar presentes las poblaciones originarias. Lo mismo hizo en la marcha de Tepic, donde acudió en compañía de otras personas indígenas diversas, no sólo de su cultura, sino de otras como la tepehuana o la cora.

El amor por la naturaleza le provocó el salir de su pueblo para estudiar agronomía y tener conocimientos para el cuidado del medio ambiente, pues en sus pueblos hay muchos recursos naturales como el agua y los árboles. Uno de sus más grandes sueños es poner un vivero en su comunidad, aunque eso implique grandes retos.

Un enamoramiento del lugar en el que nació es lo que le motiva a no renunciar a sus orígenes, pero reconoce que no es fácil, pues no tuvo una infancia y una adolescencia tranquilas. Desde que recuerda, su mamá lo regañaba por jugar a las muñecas y con las niñas. Los reclamos se incrementaron cuando se enteró de que tenía un novio en el pueblo. En realidad, recuerda Jobis, su madre nunca quería que se juntara con otras personas por su forma afeminada de ser, pues la gente siempre hablaba al respecto.

En la adolescencia salió de casa a un internado en la capital jalisciense. Deseaba conocer otros entornos, pues sentía mucha presión en casa por su forma de ser. La experiencia le permitió conocer a otros jóvenes LGBT, pero también llegar a tener pensamientos como que era necesario “corregir su homosexualidad”, pues otros compañeros comenzaron a golpearlo, le enseñaban el miembro o le ponían apodos. El personal docente parecía estar en concordancia con la diversidad, pero varios de sus compañeros gays fueron expulsados sin motivo alguno.

Pocos años después, en los comienzos de su vida universitaria, se percató de que las críticas no sólo se debían a su orientación sexual, sino también a su color de piel y su origen étnico. En algunas ocasiones, le recordaban sus orígenes por diferentes motivos como su acento al hablar o la forma en que razona a partir de una cosmovisión diferente.

Desde su perspectiva, siempre han existido las personas gays y de la diversidad en los pueblos indígenas, pero muchos tratan de encajar en las comunidades donde viven y están escondidos porque tienen miedo a la discriminación y a ser juzgados, a que la gente se burle. “Me dicen que hablan mal de mí, pero veo que hay un doble discurso porque a veces te aceptan y a veces no”, asegura.

Ante las complejidades a las que ha hecho frente, las cuales, afirma, le provocaron inseguridades y ciertas conductas depresivas, ha decidido asumirse como una persona wixarika y gay, sin esconderse, pues, afirma, las personas deben vivir su vida y cumplir sus anhelos, como el suyo: aplicar todo lo aprendido en la universidad en su propio pueblo.

En la historia de las marchas del orgullo de las capitales jalisciense y nayarita, jamás se había presentado una persona indígena como parte de los contingentes. Era necesario, afirma Jobis, pues hay una falta de representación en los medios de comunicación de las personas indígenas diversas y es necesario cuestionar dónde están quienes son parte de las poblaciones LGBT, pues hay muchos derechos que se ganan, pero ninguno para las personas indígenas, por lo que no se está tomando en cuenta a todas las personas.

Con letreros en su idioma natal y en español, y un arcoíris, dando la bienvenida a quienes se suman a las marchas, piensa que uno de los fundamentos más importantes de la diversidad es que “deberíamos entender que hay espacio para todas y todos”.

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