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DERECHOS DE LA NATURALEZA

Luis Hallazi

A lo que llamaron la década de bonanza económica gracias a los altos precios de las materias  primas (2003-2013), habría que renombrarla  como la década de la ilusión neoliberal,  una verdadera tragedia cuando un país sólo valoriza  su patrimonio en términos económicos, buscando el  lucro que principalmente beneficie a una pequeña élite;  donde los medios de comunicación se encargan de  insertar en la ciudadanía un falso beneficio colectivo.

Vivimos la resaca de esa falsa ilusión, que ya tiene  cinco años forzando a los gobiernos de turno en generar  las condiciones (bajar estándares socio-ambientales)  para retornar a esa década. Lo que al parecer hemos olvidado,  es a qué costo estamos insertos en esta carrera  insensata. Es un error creer que nuestra economía tiene  que estar obligada a mantener un crecimiento constante  e ilimitado; pero además es un ecocidio pensar que  lo debemos hacer a costa de la destrucción de nuestros  ecosistemas; sabiendo que, por otro lado, unos pocos se  benefician de esta injusticia.

Si hacemos un inventario de los impactos negativos  a la tierra, aire y agua que tiene este modelo primario  extractivista y a esto le agregamos la acelerada  destrucción de la naturaleza que está generando los  bruscos cambios en el clima por acción humana, la situación  se agrava. Sin embargo, miramos a las élites  que dirigen el país y todo esto parece imposible de  poder detenerse; revisamos nuestro actual estilo de  vida, producción y consumo y no alcanzamos a ver una  salida, la mayoría de la gente no tiene idea de la escala  del problema.

Desde esa alarmante crisis sistémica en que nos  encontramos, no sólo como país sino como planeta, es  que precisamos propuestas de “nuevos” paradigmas  que permitan proteger la naturaleza y su biodiversidad  de manera más efectiva; superando incluso la supeditación  de los derechos ambientales al beneficio únicamente  de la persona humana y buscando centrar la  protección en valores intrínsecos que posse la propia  naturaleza, desde un mundo relacional.

En ese sentido, ya existen procesos constitucionales  donde los derechos de la naturaleza han sido reconocidos  como sujeto de derechos; es el caso de la Constitución  de Ecuador del 2008, donde se menciona su existencia,  estructura, funciones, mantenimiento y regeneración  de ciclos vitales y procesos evolutivos. Estas disposiciones  son complementadas por otras que establecen que  toda persona, pueblo, comunidad o nacionalidad puede  exigir a la autoridad el cumplimiento y protección de estos  derechos.

Bolivia también aprobó una Ley Marco de la Madre  Tierra y el Desarrollo Integral para Vivir Bien en  2012, y más recientemente, el acuerdo del parlamento  de Nueva Zelanda para reconocer derechos al rio  Whanganui y al pueblo maorí de los Whanganui como su  administrador legal; al igual que la Corte Constitucional  de Colombia que ha otorgado derechos al río Atrato y el  Tribunal Superior de la India consagra los derechos de  estar legalmente protegidos y no ser dañados a los ríos  sagrados de Ganges y Yamuna.

Dentro del pensamiento occidental pensar que un río,  una montaña y toda la naturaleza puedan ser reconocidas  como sujetos de derechos ha generado cierta resistencia,  se piensa que es un debate ya superado o que no  es necesario abrir el abanico de derechos. Que su constitucionalización  y reconocimiento jurídico venga del sur  es reivindicativo para una episteme excluida de la propia  memoria de nuestros pueblos a través de un proceso violento  de colonización cultural; basta observar las matrices  culturales de los pueblos indígenas y originarios desde  hace miles de años para comprobar un mundo relacional  donde la vida es respetada en todas sus formas y elementos  bióticos y abióticos, donde los Apus (montañas), Yakus  (ríos) o Pachamama (tierra) son parte constitutiva de la  misma naturaleza humana.

Por su parte, el derecho no puede seguir mirándose  a sí mismo, por el contrario, necesita dialogar con otros  saberes, ya que finalmente es un mero instrumento legal  y moral de reconocimiento, respeto y protección.  La argumentación jurídica para su normativización es  ya una realidad. Son parte de las transiciones y nuestro  país no debería ser la excepción; los derechos de la  naturaleza precisan limitar nuestra forma de vida insostenible  y tendrán que enfrentar como principal escollo  a un modelo neoliberal que en buena parte es el origen  de nuestros problemas.

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Luis Hallazi, abogado, politólogo e investigador peruano.

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