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CONTRA LA IGNORANCIA RACISTA, LA INTERCULTURALIDAD

ALESSANDRA GALIMBERTI

El pueblo triqui de San Juan Copala y el ritual tradicional de la boda. Cambios, permanencias y desafíos. Autores: Emelia Ortiz García y Juan Domingo Pérez Castillo, con el acompañamiento de Alessandra Galimberti. PUIC-UNAM-UABJO-Carteles Editores-Nuvii Chii Naa AC-Anfibia Ediciones. Oaxaca, México, 2019.

Mucha gente de nuestras comunidades afirma que ‘la boca de los ricos siempre nos maldice’. Es decir, que cuando las personas de poder se refieren a nosotros, siempre lo hacen en términos peyorativos, cuando no ofensivos”.

Así arranca El pueblo triqui de San Juan Copala y el ritual tradicional de la boda, ideado y liderado por los activistas culturales Emelia Ortiz García y Juan Domingo Pérez Castillo, originarios de la parte baja de la región triqui. Es un libro pequeño, salpicado de fotografías familiares a color y vocablos en su lengua materna, viva como la buganvilia en pleno sol. Es una respuesta clara y contundente a las continuas embestidas de las que su pueblo ha sido continuamente objeto.

Desde hace años ya, los triquis, un pueblo originario fuerte, con una larga e intensa historia de lucha contra los poderes fácticos y caciquiles, asentado en el corazón del estado de Oaxaca, se han visto en el ojo del huracán mediático debido a la supuesta venta que hacen de sus mujeres, en el marco de la tradición vigente de la dote como elemento clave en las uniones matrimoniales. Como Emelia Ortiz y Juan Domingo documentan y hacen constar, numerosos periódicos de tirada local y nacional, por iniciativa propia o haciendo eco de las instancias gubernamentales e incluso internacionales de defensa de derechos humanos, han inundado las planas de sus rotativos con titulares alarmistas y amarillistas como: “Venta de mujeres, una cruel tradición triqui”, sin reparar en el daño que esas frases, como si emanaran de un tribunal de justicia planetaria, ocasionan en el desarrollo o la mismidad de los triquis y su vínculo con la sociedad nacional.

Con un tono afable y un estilo sencillo, los autores se inconforman y piden un alto a tal agresión, a la vez que toman de la mano al lector para guiarlo por un recorrido explicativo de los hitos sociohistóricos que dan cuenta del proceso de inserción en condiciones de desigualdad de los pueblos indígenas —que como el suyo, integran el mapa multiétnico del país—, en el seno de un Estado nacional con aspiraciones monoculturales, individualistas, liberales y, todavía hoy en día y a pesar de la cuarta transformación, capitalistas. Un proceso que en vez de lograr la anhelada disolución de las diferencias en una sola y gran nación mestiza, no ha hecho otra cosa que desempoderar a los pueblos originarios, despojándolos de lo que Guillermo Bonfil denominó en su día el “control cultural”, es decir, la capacidad negada a los pueblos para decidir el rumbo de su historia, orillándolos a procesos descontrolados de hibridación que, aunque muchas veces resultan en sincretismos de gran riqueza y atractivo, las más de las veces desembocan en ecuaciones caóticas y desestructurantes que dinamitan los marcos culturales de contención propios de cada pueblo.

En este contexto de relaciones jerárquicas entre la sociedad nacional y los pueblos minorizados, se hace en el libro un repaso por el simbolismo y la significancia que tiene la boda como práctica cohesionadora y dotadora de pertenencia, a la vez que se puntean las transformaciones que ha experimentado la práctica de la dote, expuesta a lo largo de los años a una paulatina monetarización, misma que ha ido erosionando en algunos casos —siempre es importante evitar por todos los medios la generalización— su sentido original sagrado.

Pero lo fundamental del volumen es que pone en evidencia la violencia que permea el discurso hegemónico del Estado y de todas sus instituciones satelitales para con los pueblos indígenas en general y el triqui en particular; una narrativa del poder que los encapsula en prejuicios y estereotipos, que se sustenta en fundamentos racistas y esencialistas, y que hace uso de una palabra arrogante, denigrante, excluyente y arrolladora, en vez de —como piden y predican con el ejemplo los autores— una palabra amable, arrulladora y hospitalaria. El libro actualiza la reflexión en torno a los derechos humanos y la urgente necesidad de conceptualizarlos desde una perspectiva colectiva y comunitaria que considere las aspiraciones de integridad de los pueblos y no solamente de sociedades fragmentadas e individualizadas.

Los autores buscaron un aliado externo que los apoyara, siendo yo la persona que tuvo el honor de acompañarles, en base al intercambio de saberes y habilidades, en el proceso de elaboración del texto, confrontativo en la medida que abre preguntas sobre cómo hacer periodismo, antropología y gestión cultural desde la interculturalidad.

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