DE NUESTRAS SEMANAS SANTAS, AMÉN — ojarasca Ojarasca
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DE NUESTRAS SEMANAS SANTAS, AMÉN

LUIS ESPINOZA SAUCEDA

En abril, Ojarasca le viene trayendo imágenes de ese memento anual que se llama Semana Santa, siempre con impacto en las comunidades de todo el país. Una por una, todas tienen su historia, su tradición, sus sorpresas (y su antropólogo). Jeróni­mo Palomares retrata con soltura la celebración en la comunidad mazahua de Santa Cruz, en Pueblo Nuevo, Estado de México. Un festejo ritualmente pasado por agua, una pasión dolorosa de pagano regocijo.

A tono con la muestra fotográfica, Luis Espinoza Sauceda nos lleva a la misma celebración entre los mayo-yoreme del noroeste con el texto siguiente:

 

EL SUEÑO DE UNA FIESTA

Por estos días, los cerros visten mojinos,

como el color de los venados,

Las manos no encuentran sosiego,

buscan el sonido en la mesa o en objetos

el oído y la atmosfera rebotan, se ensañan con el canto del tambor.

La cuaresma resucita las flores, el verde de los mezquites y sauces,

La fiesta del día a día hasta sucumbir la Semana Santa.

Están ahí días de gloria, el palpitar del pueblo de Baca.

Está ahí, la herencia legítima reproducida a su antojo,

las máscaras del miedo y la belleza

las cruces de guácima erguidas en las calles,

El canto del tambor, el llanto tétrico del pueblo.

Una sublimación de la tristeza y la alegría,

por el ciclo que muere y el otro que nace,

el llanto del tambor, y en la irreconocible

figura humana sucumbida en el encanto de la máscara.

Están ahí, los judíos, rezanderos, todo el pueblo de Baca.

Chalío Arce, con el canto de muerte en el templo.

La Luisa Arce, la Chalita, la Socorro, vestidas de sangre,

envueltas en el sufrimiento.

Beto Valencia, Raúl Herrera y Álvaro Castro,

los capitanes de judíos,

con machete en mano, blandiendo el dolor de las bugambilias.

La Lupita Castro, Juan, Severiano,

rezando por la salvación de las almas.

El caminar de todos los presentes y los muertos,

sin un lugar a salvo para descansar.

Risas, gritos, los inconsolables tenábaris y coyolis,

el deseo de no callar hasta que muera la Semana Santa.

Están ahí, mis primeros días de gloria en el pueblo de Baca,

una herencia marcada por las máscaras y el tambor:

El sueño de una fiesta.

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