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¿CONVERTIR EN JORNALEROS A LOS GUARDIANES MILENARIOS?

ELIANA ACOSTA Y RAMÓN VERA-HERRERA

SEMBRANDO VIDA VA SEMBRANDO CONFUSIÓN

El primero de julio de este año el presidente en turno, que se esfuerza tanto por dar una imagen transformadora, tuvo un lapsus, queremos pensar, cuando presumiendo en su discurso del programa Sembrando Vida lo llamó un programa para dar empleo a jornaleros en sus propias parcelas. López Obrador dijo textualmente:

Me llena de felicidad informar aquí, el corazón político, económico, cultural de México, por la enorme importancia ecológica, económica y social que tiene, me llena de satisfacción decir que está funcionando muy bien, está marchando como se pensó el programa Sembrando Vida. Ya se están sembrando, que se escuche bien, que se escuche lejos, porque decían que no era posible, ya se están sembrando 560 mil hectáreas de árboles maderables y frutales. Tengo que agradecer al Ejército, porque para sembrar estas más de 500 mil hectáreas se necesitan millones de plantas y se están produciendo esas plantas en viveros de la Secretaría de la Defensa Nacional.

No sólo es sembrar más de 500 mil hectáreas de árboles maderables y frutales, es que de esta manera se da empleo, están trabajando ya 224 mil jornaleros. Son empleos permanentes, no temporales; 224 mil jornaleros que ganan cinco mil pesos mensuales para cultivar sus propias parcelas. El año próximo rebasaremos el millón de hectáreas y la suma de empleos llegará a casi 500 mil trabajadores hombres y mujeres.

Ha quedado prohibido el uso de semillas de maíz transgénico.1

Y puede no ser un lapsus, porque además de repetirlo, hay en el programa una muy concreta intención de terminar con la agricultura de montaña (la agricultura itinerante, que se basa en cambiar de sitio de siembra por los lugares adecuados en un mismo territorio), de fragmentar la comunidad, o por lo menos de erosionar la vigencia de las asambleas, y de promover la siembra de árboles maderables y frutales con un “sistema de milpa intercalada con frutales y maderables (MIAF)”.

El programa establece entre los requisitos incluidos en los lineamientos que quienes opten por el programa deben considerar que: “La unidad de producción debe estar disponible para implementar el programa agroforestal, y debe tener alguna de las siguientes características: a. Que se encuentre ociosa o abandonada. b. Estar en condiciones de potrero o acahual bajo. c. Tenga cultivo de milpa”.2

Esto no es casual. Pero sí valdría la pena señalar que no hay tierras ociosas o abandonadas, ése es un mito que han corrido las agencias extensionistas desde principios del siglo XIX para apoderarse de tierras que terminan siendo cruciales en diferentes momentos o por diferentes razones. Esas tierras ociosas son por lo menos ricas en biodiversidad, de lo micro a lo macro. Estando como acahual bajo cumple con parte del ciclo largo de la agricultura de montaña, que no podemos confundir con el proceder o “método de roza-tumba y quema”.

De nuevo las agencias extensionistas pretenden confundir a quienes ejercemos la crítica de las políticas públicas, a las comunidades que por milenios han trabajado la agricultura de montaña, y a los funcionarios que han de dictar disposiciones, igualando la tumba de árboles, el arrasamiento del monte y el fuego parejo hasta dejar el suelo limpio y parejo (tumba-roza y quema, debería decirse), con la llamada agricultura de montaña, cuyos métodos ancestrales derivan directamente de NO tener una parcela delimitada por persona sino ejercer un territorio entre quienes integran la comunidad. Tal territorio que es extenso y variado puede irse clareando someramente para ir sembrando ahí por temporadas, siempre que haya el suficiente espacio (territorial) para ir rotando el cultivo y así ir manteniendo la viabilidad del sembradío que siempre es policultivo pero en la feracidad plena: no una milpa acotada de cuatro variedades sino una milpa que es casi que monte, pero comestible (maíz, frijol, calabaza, chayote, chile, chilacayotes, quelites de muchísimas variedades, jitomates, miltomates, herbolaria medicinal, y muchos hongos, bichos y microorganismos que fertilizan el entorno, se refuerzan mutuamente, se comen las plagas, y su presencia propicia el equilibrio, no sólo del sembradío, sino también del agua, del bosque que lo cubre y de la microrregión donde esto ocurre.

En principio el programa promueve un sistema que pretende ser ecológico y sustentable, muy cuestionable en sus efectos concretos: primero que nada la deforestación masiva de selva o bosque, para de ahí volver a sembrar, acotadas las parcelas, incluso al punto de monitorearlas con geoposicionamiento para que no se muevan de donde les indiquen sus técnicos.

Se tiene previsto implementar el programa en 19 entidades federativas, priorizando ocho: Campeche, Chiapas, Durango, Puebla, Quintana Roo, Tabasco, Veracruz y Yucatán. Entidades que se distinguen, siguiendo sus lineamientos, por ser las zonas más ricas en biodiversidad del país, pero también por concentrar mayor rezago y pobreza, y por la degradación y sobreexplotación de sus recursos. Ante esa condición, dice el programa, se busca recuperar los suelos, mejorar el medio ambiente y combatir la insuficiencia alimentaria con la finalidad de incrementar la productividad del campo y convertirlo en un sector estratégico para el desarrollo.

Los “sujetos agrarios”, como se nombra a quienes está destinado el apoyo, buena parte de ellos integran comunidades campesinas originarias que se encuentran en las regiones más ricas y diversas del país. Son pueblos que, con sus saberes, prácticas y cuidados, en un contexto no falto de contradicciones y desigualdades, no sólo han conseguido la continuidad de su legado y tradiciones, sino conservar sus entornos, alimentar a sus comunidades, y en muchos casos defender su autonomía de los megaproyectos que acechan sus territorios. Por eso llama la atención que en los lineamientos del programa se declare “apoyar a sujetos agrarios que no cuentan con los recursos y conocimientos necesarios para producir alimentos”.

Si esas 19 entidades federativas y en particular esas ocho, que se concentran en el sureste del país, son singularmente diversas, cabe preguntarse cómo es posible que el diagnóstico previo de las condiciones y las necesidades locales sustente la implementación de un programa así, “transformador del campo y de los sujetos agrarios”.

Apenas empieza este programa, y desde luego habrá que ir evaluando sus resultados. Sin embargo, hay condiciones que desde un principio deben considerarse, no sólo en relación con los lineamientos del programa, sino también con sus primeras aplicaciones.

A principios de julio la diputada federal Edith García Rosales alertó sobre la tala inmoderada en las zonas serranas de Veracruz, ya que los pobladores buscan entrar así en el programa.3 Es decir, “deforestar para reforestar”, advirtiendo que se están talando especies que tienen cincuenta, setenta y cien años de vida. Otra zona donde se ha comenzado a implementar es en Campeche, en particular en Calakmul, lugar declarado como Patrimonio Mixto de la Humanidad por su riqueza biológica y legado histórico.

Si uno recorre las distintas comunidades del municipio de Calakmul, es evidente también la tala inmoderada, un conjunto de “cementerios de árboles” están a la vista de todos. Y nos preguntamos cuál es la verdadera razón de que las 2.5 hectáreas por parcela donde se proyecta sembrar árboles frutales y maderables, responda al principio de que sea terreno de cultivo de milpa, se encuentre “ocioso o abandonado” o en condiciones de potrero o acahual bajo.

Otro aspecto que extraña de este programa es su dimensión ideológica, en particular, vinculada a una capacitación técnica y social a través de las llamadas Comunidades de Aprendizaje Campesino. Estas CAC introducen valores en trabajo, ahorro, salud y educación, lo que en principio parece bien; el problema es cuando el principio de su acción es que los “sujetos agrarios no cuentan con conocimientos” y, no sólo eso, además del soslayo de saberes, está el presupuesto de que el “el pensamiento comunitario no es fácil y hay que desaprender para aprender”. Desde esta perspectiva, el sentido comunitario, que ha sustentado la vida productiva y simbólica de los pueblos, es un lastre para el beneficio individual del “sujeto agrario”. Como “ellos no saben” y su milpa es “desordenada y sucia” se les enseña a sembrar, una “siembra hilada” le llaman los técnicos. Aspecto preocupante en muchos sentidos, pues al parecer se ignora que los campesinos (además de la siembra de sus cultivos, resultado del aprendizaje del entorno y derivado de un legado ancestral), muchos de ellos derivan su práctica de un saber donde las semillas guardan una relación simbólica, que pasa por el tipo y el número de semillas que se conjuntan en la siembra, relación entre cualidades y múltiplos que se vinculan con la fertilidad y la abundancia, principio que los técnicos desde luego no le prestan importancia.

Son prácticas que no sólo son ignoradas sino que serán vigiladas, ya que el mismo programa prevé su buen funcionamiento a partir de la observancia por jóvenes becarios originarios de las mismas comunidades, encargados de garantizarlo y de reportarlo así a los técnicos, perpetuando así posibles conflictos al interior.

Más preocupante aún es constatar que en el contexto de la ejecución del “Plan de Desarrollo para el Sureste de México Tren Maya”, se utilice el Programa Sembrando Vida como moneda de cambio para darle entrada a este proyecto. Justo por ser Calakmul uno de los lugares donde más se ha cuestionado la edificación de una estación del tren y un nuevo centro urbano como parte del nuevo ordenamiento territorial previsto para esta región. Desde luego los campesinos reciben con beneplácito sus cinco mil pesos mensuales y más ante una sequía ya prolongada que no sólo ha afectado la siembra, sino también la práctica de la apicultura, también central en la vida económica de este municipio. Esto al precio de legitimar los despojos que proliferan por el país y que comienzan en su propia comunidad con este programa que entraña los riesgos y las consecuencias derivados de esta nueva política para el campo y la región.

Hoy, la agricultura de montaña [o itinerante] es el nicho donde sigue manteniéndose la enormísima variedad de maíces nativos, donde resurgen las variedades de quelites y frijoles, y es también el sustento más corazón de comunidades en resistencia.

Esta agricultura es el núcleo que hace posibles asambleas prendidas y dispuestas a defender su territorio, y es así porque una agricultura de este tipo no puede ser individual, es familiar, es comunitaria, es de organizaciones.

A ese corazón va dirigido Sembrando Vida. Hay 6.89 millones de hectáreas de terrenos de uso común de los núcleos agrarios del país (destinados a la agricultura itinerante) que a los funcionarios les urge “regularizar”, les urge meter al campesinado a otro tipo de asociación, “de aparecería”, presumen en sus lineamientos. Quisieran que todas las áreas de uso común de ejidos y comunidades estén individualizadas. Justo lo que el Procede no pudo perpetrar.4

¿Por qué se empeña el gobierno federal en continuar con políticas a la vieja usanza del indigenismo, ignorando la diversidad cultural y el derecho de los pueblos a decidir su propio destino, su autonomía, aplicando un modelo homogenizador, pero además con prisa y sin diagnósticos integrales? ¿Por qué en lugar de apoyar las formas de producción propias de las comunidades, arraigadas a su territorio y saberes ancestrales, imponen modelos individualizantes y uniforman el campo atentando contra las formas de trabajo y organización comunitaria? ¿Por qué sujetar a los pueblos a modelos de desarrollo ajenos que van por la senda del interés particular y privado sustrayendo la diferencia y autonomía a los pueblos?.

 

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1. Discurso de AMLO, 1 de julio de 2019

2. Secretaría de Bienestar, Lineamientos de Operación del Programa Sembrando Vida.

3. Lourdes López, “Talan para acceder a Sembrando Vida”, Excelsior, 7 de julio de 2019, https://www.excelsior.com.mx/nacional/talanpara-

acceder-a-sembrando-vida/1323002?fbclid=IwAR16EpfSh0B8

Dm8NWWK2eqcgGLmh2oB3KlZBXxzo6lA5oX9vAX_1uKuzqxs

4. Álvaro Salgado, Santiago Lachiguiri: Respuestas comunitarias ante la politica ambiental, Ceccam, Cenami, Pan para el Mundo, 2014.


 

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