DÍAS DE PANDEMIA, AÑOS DE RESISTENCIA / 276 — ojarasca Ojarasca
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DÍAS DE PANDEMIA, AÑOS DE RESISTENCIA / 276

Las pandemias por enfermedades exóticas o nuevas fueron el azote histórico de los pueblos originarios de América desde que llegaron los europeos en el siglo XV. Han sido y son uno de los efectos más nocivos y odiosos de la colonización. Primero los invasores ibéricos y sus letales viruelas y gripes, y luego ingleses y franceses en el norte del continente arrasaron con la población originaria. En algunos lugares llevaron a su extinción, como ocurrió con los taínos en Cuba y otras islas del Caribe, y decenas de pueblos originarios en lo que hoy son Canadá y Estados Unidos. Lo mismo vino ocurriendo en la llamada América Latina. El genocidio militar y esclavizante contó con la “ayuda” de las enfermedades, que para los europeos no siempre eran letales, pero sí para los indígenas. Así, del Ártico a Tierra del Fuego las epidemias causaron daños inconmensurables. La actual población indígena bien puede considerarse sobreviviente de ese y otros males del sistema de dominación que derivó en el capitalismo.

Hoy que el planeta entero enfrenta una epidemia global en la escala de la nefanda “gripe española” de 1918, pero en inéditas condiciones de globalización del sistema-mundo creado por el capitalismo occidental, los pueblos se encuentran particularmente amenazados. Y con ello, los importantes procesos de liberación que han construido en las décadas recientes.

Como expone un llamamiento continental de los pueblos originarios, afrodescendientes y organizaciones populares de América Latina, la crisis por el COVID-19 “pone en una encrucijada a los pueblos de Abya Yala”. Sus organizaciones, añaden, son “la primera línea de resistencia frente a las peores expresiones del sistema en descomposición”.

Aunque la pandemia ha golpeado hasta ahora las áreas urbanas, donde como quiera habitan millones de miembros de los pueblos originarios, éstos saben que la epidemia no se irá, y está por asaltar las comunidades más alejadas; en muchos casos, allí será más letal. Han ido cerrando sus territorios a los visitantes, como los zapatistas de Chiapas anunciaron tempranamente, pero después lo hicieron los municipios de La Montaña de Guerrero y muchos otros.

Es revelador que el consejero de la Policía Comunitaria en la casa de justicia de El Paraíso, que abarca 33 comunidades guerrerenses, declare que cuentan con alimento para la cuarentena pues en la última cosecha les fue “muy bien”. Eso le permite decir: “No tenemos pensado pedirle nada al gobierno porque hay suficientes alimentos”. Ojalá pudieran decir lo mismo muchísimas otras comunidades, como Ayutla Mixe, que enfrenta la crisis en medio de una imperdonable falta de agua de larga data, con la complicidad del simulador gobierno oaxaqueño.

Desempleo, disminución del mercado de productos agrícolas y sequías en puerta se suman a los efectos de la nueva enfermedad y su fatal combinación con las enfermedades ya existentes, producto de la desigualdad, la injusticia y la brutalidad neoliberal. El llamamiento continental ya mencionado sostiene: “En una América donde nos negamos a aceptar los ajustes estructurales y el desembarco de nuevas políticas imperialistas, y donde nuestros pueblos han encarnado importantes levantamientos populares en los últimos meses, la pandemia se ha convertido en una excusa para legitimar la presencia de las fuerzas armadas en nuestros territorios, implementar medidas de ajuste y el deterioro de las condiciones de existencia de la clase trabajadora”.

La respuesta no puede ser otra que resistencia y más resistencia, en condiciones adversas. No será la vez primera. Contra una crisis que lo desnuda todo (los sistemas de salud, la depredación de la naturaleza, la miseria moral del capitalismo, la inoperancia de partidos políticos, iglesias y Estados nacionales) cuentan con sus identidades, la organización comunitaria, saberes compatibles con el buen vivir y la solidaridad profunda.

 

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