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LA MUERTE TIENE FIESTA / 276

JUAN JOSÉ REYES

El amor y la muerte son paralelas que confluyen. Son conceptos y realidades muy distintos, hasta opuestos, pero se juntan, se necesitan. La muerte, fin de todo, aparece como trasfondo del amor, yace más en el alba que en el crepúsculo, cuando sonríe, cuando la dicha ilumina a los amantes.

Filogonio Naxín la encuentra allí, en el lugar preciso. No cuando viene, no cuando es sombra convulsa, alucinante, sino presencia andante, irónica, a veces aterrada, a menudo alegre, al cumplir sus deseos eternos: gozar o sentir con plenitud los placeres de la vida. La obra que ahora presenta este artista mazateco ha de inscribirse en la larga tradición de la extraña convivencia de los mexicanos con aquella desconocida que no oculta su presencia a cada instante.

Octavio Paz, en El laberinto de la soledad, interpreta de este modo los acercamientos de la imaginación vernácula a la muerte inescapable: “Calaveras de azúcar o de papel de China, esqueletos coloridos de fuegos de artificio, nuestras representaciones populares son siempre burla de la vida, afirmación de la nadería e insignificancia de la humana existencia.” Al mirar así el asunto el poeta ha de pensar que en el trasfondo del espíritu de los mexicanos prevalece el desencanto, hermano mayor y moral del escepticismo. Si en la vida nada tiene sentido, si vivir es meramente un accidente, ocurre que la muerte tampoco lo tiene. Es la mayor de nuestras posibilidades, inescapable. Está allí, delante de nosotros, invisible, pero con la guadaña bien dispuesta.

¿Cómo la vemos? ¿Cómo la sentimos? Ni lo uno ni lo otro. La muerte es siempre una posibilidad, y nada más. Cuando llega, cuando aparece, no nos halla: encuentra a otro, a ese que fuimos y no somos. Al encontrarnos, la muerte no encuentra nada, o más precisamente: da consigo misma, fija su figura en un espejo vacío donde solamente está una Forma, que ella ha de llenar de mil maneras: con el recuerdo, con la terca memoria, con la imaginación que genera seres nuevos, improbables, pero plenamente existentes ante miradas sorprendidas, asombrosas, en ocasiones divertidas, hilarantes.

Hay en la seriedad del trazo que nace de la mano artística de Filogonio Naxín una primera certidumbre: la existencia plena de la muerte ocurre en los otros. O, dicho de otro modo: la muerte no me llega a mí, los demás son los que mueren. La muerte tiene un rostro doble. Es un acontecimiento

que no me toca (lo que incide en mí son sus consecuencias, en este tejido de cruces y entrecruces de mundos y proyectos que es la vida.) De otro lado, la muerte, como la vida, es un espectáculo. Al ser por completo la eterna desconocida, una inminencia perpetua, nos convoca sin cesar a representarla.

En el mundo de la representación nos la imaginamos libremente. En especial esto hacen los artistas. Y de manera muy peculiar, con imaginación desbocada, sujeta sin falta a la disciplina de su destreza técnica, esto es lo que prodiga Filogonio Naxín. El artista ha decido poner a jugar a la muerte, y piensa que el juego mayor es el del amor. Da existencia entonces a la muerte, pero no nada más en cuanto a representación sino como personaje vivo, festivo, lascivo, deseoso, malicioso, que interactúa con sus semejantes, a los que ama, con los que se entrega al placer y al amor como si la muerte fuera muy otra cosa que un mero trasunto de la vida. La muerte viene a ser aquí alguien que juega. ¿Y qué mayor juego que el amor? Por eso, porque es juego, la muerte accede a su lugar natural: el de la imaginación.

Filogonio Naxín juega con, entre la muerte. Lo hace con una sorpresiva maestría, con la ligereza que requiere cosa tan seria. Lo hace con una sonrisa, y con la seriedad del artista que sabe bien lo que tiene delante de su mirada lúdica y entre manos. Sigue la más pura línea de la tradición mexicana, que parecía haber llegado a su cúspide con la obra del maestro José Guadalupe Posada. Pero a la vez Filogonio Naxín rebasa esa línea. Su arte es pura transgresión, juguetón atrevimiento, imaginativa audacia. Y de este modo asistimos hoy a esta fiesta manifiesta.

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