I’INAJ. SECRETOS DEL MAÍZ — ojarasca Ojarasca
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I’INAJ. SECRETOS DEL MAÍZ

PEDRO UC BE

I’inaj es una palabra de esas que tienen un sonido especial en los oídos de un campesino maya, tiene raíces profundas en la fértil tierra de la cultura del maíz. No es cualquier maíz, aunque no tiene mucho que ver con los colores, sino con cómo se prepara; los nojoch wíinik, hombres y mujeres con solvencia moral, hacen por lo menos en tres momentos la selección de su i’inaj. Primero en los días de la cosecha bajan la mazorca sin desnudarla, le decimos en maya, con todo el jolo’och. Todas las mazorcas grandes y bien logradas se bajan de la planta dentro de su propio vestido. Los medianos y pequeños en cambio se les atraviesa el bakche’, baak + che’, hueso o cuerno de madera, y con una técnica apropiada se le retira de un solo golpe de su cáscara. En el sabucán de la cosecha van dos formas de mazorca, unas peladas y otras con su propio vestido, el costal donde se almacenan juntos temporalmente se le llama xba’albuut’, xba’al + buut’, que literalmente sería cosa rellenada o en una interpretación sería, revuelto.

Ya en casa, todas las mazorcas peladas las separan para el inmediato consumo. Se puede hacer de tres maneras; primero, en cada tarde la familia se reúne a desgranar, es hora de los cuentos, los misterios, los chistes, las adivinanzas, los consejos, los análisis de la realidad. También cuando la cosecha es abundante, se desgranan las mazorcas en una hamaca de soga, se coloca un costal de mazorcas en ella y debajo se tiende una cortina y se le golpea con un bate hasta que cae todo el maíz en la cortina. Otra opción es llevarla a las desgranadoras que comenzaron a llegar a los pueblos a principio de la década de los setentas.

Regresando a las mazorcas con jolo’och, jool + o’och, literalmente “puerta de la comida”, que no es una puerta sino una cáscara, se colocan en una casa construida exclusivamente para eso, se le llama ka’anche’, ka’an + che’, madera arriba, que también significa altar, en algunas zonas le dicen kúunche’, kúun + che’ literalmente clavados o parados en madera. El piso, al igual que sus cuatro lados, se construye con una cortina de maderas redondas a un metro sobre el nivel de la tierra, y entre las ranuras de las maderas redondas se van colocando verticalmente cada una de las mazorcas, una sobre otra, hasta que se llena la casa o hasta que se coloca toda la mazorca existente con jolo’och. Es una manera de conservarla de la humedad y de toda posibilidad de que se corrompa, esta medida sirve para mantener la vitalidad de maíz hasta por dos años. La segunda selección se realiza cuando se acerca la época de siembra. Consiste en bajar la mazorca del ka’anche’, se apartan las más grandes, las más logradas y las más robustas; se le quita el jolo’och y todo lo demás se usa para el consumo corriente o se vende.

La tercera selección es como un ritual. Consiste en desgranar cuidadosamente dos o tres hilos de la parte superior y la parte inferior de cada una de las mazorcas previamente seleccionadas hasta que quede sólo el maíz de en medio; esto lo hacen solamente los adultos que conocen bien la buena semilla. Hecha esta última selección se procede a desgranar aquellas mazorcas destinadas a ser la semilla para la siguiente siembra cuando se acerca el día de las primeras lluvias en el mes de mayo. Este proceso demuestra la relación de sacralidad o espiritualidad que se vive entre el maya campesino con su yi’inaj.

Lela’ in wi’ijnaj”, dice el campesino maya que ha preparado su semilla. Si hacemos un poco de ejercicio arqueológico de sus palabras, lo que muy probablemente está diciendo es “esto es el hambre o alimento de mi casa”. Aunque Wi’ significa también tubérculo, se aplica para el camote, el makal, la yuca y otros. La palabra wi’ij es igual a hambre y naj es casa, entonces in wi’inaj se puede interpretar como la raíz que alimenta mi casa. I’inaj por sí mismo parece no decir eso, pero si se atiende la afirmación en primera y segunda persona es cuando encontramos el sentido profundo que tiene la semilla para el pensamiento y cultura maya. En tercera persona se convierte en estético, la expresión sería lela’ u yi’ijnaj, es decir yi’ij + naj (algunas palabras en maya, al conjugarlas, pierden o ganan, según sea, una letra o caracter, es común, y con el término yi’ijnaj me parece que es justamente el caso) y se podría interpretar como la flor de mi casa, toda vez que yi’ij es la espiga o flor y naj casa. Decir “la flor de mi casa” es hablar del futuro; la flor produce frutos además de embellecer, aromatizar y polinizar, esto es, hacer descendencia, criar hijos, asegurar la vida. Por eso preparar el I’inaj, in wi’ijnaj, u yi’ijnaj, la semilla, es un segmento litúrgico de la vida del hombre y mujer de maíz, de quien es maya. Cuando la luna es llena, se dice que espiga, u yi’ij uj; probablemente se dice que la luna es también planta de elote y por eso espiga, es decir, maíz; todas las semillas de maíz se distinguen por los meses o lunas para madurar, por ejemplo hay de dos meses y medio y hay hasta de 4 meses. Algunos dicen yiij, sazón, pero al parecer debe ser yi’ij.

Afirmamos que es una ceremonia litúrgica desgranar el elote que ha sido destinado para ser semilla, pero hay un proceso sagrado de conversión. Ahí está la mano de los dioses que transforman el nal, elote, en ixi’im; el elote deja de serlo y se convierte en maíz al ser despojado de su hueso u olote, es esa carne o maíz con la que los dioses primeros hicieron a los humanos que se convierte en senos de mujer. Ix es mujer e iim es mama, entonces al parecer ix + iim es seno de mujer. La expresión lela’ ixi’im ti’al pak’bil, esto es maíz para sembrar, se puede interpretar como, esta mujer está sazón para la siembra o elegida para la siembra. Si es así, entonces nos encontramos ante un performance de la creación cada vez que el campesino maya prepara sus semillas para la siembra, en el que se convierte en parte de la comunidad de dioses creadores y creadoras que nos formaron con el sagrado maíz.

Con celebración, levantamos las manos a los vientos para agradecer que la primera criatura que los dioses y diosas hacen es mujer, mujer que lleva los sagrados pezones como luna llena en medio de su lujosa aureola para enamorar la vida y criar a los siguientes hijos e hijas del maíz. Por eso la milpa es mujer, ixi’im o maíz es mujer, la primera creación es mujer, la vida es mujer, el rito es mujer y mujer es familia, es comunidad.

Nal es elote, es mazorca, pero es también comunidad, es la palabra de los dioses que nos han dejado para aprender a vivir en comunidad. Cada uno de nosotros, nosotras somos granos de maíz que vivimos en una comunidad llamada bakal, el olote; así nos nace la milpa, la madre tierra, así somos por naturaleza, pero también suceden problemas y la comunidad se dispersa, no por organización sino por desorganización. Es cuando aparece un tipo de mazorca o elote que le llamamos xt’uuch, término que literalmente significa agachar y se asocia con términos como t’uchukbal ma’ kulukbali’, está agachado, no está sentado; beeta’ab u t’uuch, le recogieron o amarraron el pelo; le nala’ xt’uuch, este elote es un agachado o separado, es individualista, está enfermo.

El xt’uuch es entonces una mazorca con pocos granos de maíz, separados unos de otros, está mal logrado, enfermo como una comunidad que tiene divisiones y conflictos, pero no es una comunidad saludable, es una lección de los dioses para las comunidades mayas desde el jolo’och, i’inaj, nal, ixi’im. Sólo el elote o mazorca que es i’inaj hace comunidad, los que venimos de la creación más primera.

Ante los proyectos de políticas públicas y empresas desarrollistas que han llegado a la Península de Yucatán, territorio maya, nos hemos encontrado con muchos xt’úuch, mazorcas que llevan algunos granos de maíz solamente dominados por el individualismo y divididos por los partidos políticos. Las mismas milpas van desapareciendo y los transgénicos sin alma van ocupando nuestro territorio.

Como mazorca creada por los Yuumtsilo’ob, estamos llamados a devolver a nuestro corazón el elote robusto para la semilla, cuidar nuestra tierra para el i’inaj, para que sigamos teniendo luna, para que la luna siga espigando y polinizando la comunidad como mazorca que va presumiendo sus cabellos rojos.

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