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FELIPE QUISPE ¡VIVE Y VUELVE… CARAJO!

JOSEFA SÁNCHEZ CONTRERAS

La fuerza insurgente de los pueblos andinos es la que encarnó el “Mallku” Felipe Quispe Huanca en su larga trayectoria de lucha anticolonial. Un aymara nacido en 1942 en las alturas de Achacachi, provincia de Omasuyos, Bolivia, se convirtió en un líder y referente de los movimientos indígenas y campesinos de América Latina. En este 19 de enero de 2021 recibimos con mucho dolor la noticia de su fallecimiento.

Uno de los horizontes que aconteció en su acción revolucionaria del siglo XX fue el de la liberación de los pueblos, que aprendió de las guerrillas centroamericanas durante su exilio en los años ochenta, cuando el golpe de Estado que Luis García Meza asestó a la Bolivia profunda. Quispe volvió a su país y con la determinación y firmeza que lo caracterizaba fundó la organización política de los Ayllus Rojos, que más tarde derivó en el Ejercito Guerrillero Tupak Katari. El EGTK fue una suerte de bisagra entre comunitarios indianistas y marxistas.

En ese episodio, la periodista Amalia Pando increpó al Mallku: ¿Por qué la lucha armada?, y de forma contundente él respondió: “Para que mi hija no sea su sirvienta”. Esta frase caló y puso al descubierto las desigualdades estructurales que han condicionado a las mujeres indígenas de los pueblos del sur como mano de obra para el trabajo doméstico, y al mismo tiempo fue espejo e inspiración para la organización de las trabajadoras del hogar, tal como lo señaló Yolanda Mamani en el homenaje que le hizo Radio Deseo.

El pensamiento de Felipe Quispe es de larga data, hunde sus raíces en la corriente indianista, un proyecto político e intelectual forjado por aymaras y quechuas cuyo horizonte de la revolución india deviene de las históricas rebeliones de Tupac Amaru, Tupak Katari, Bartolina Sisa y Zarate Willka. Desde ahí el indianismo cuestionó el marxismo clásico de la izquierda boliviana y desafió el indigenismo de Estado. Fueron aportes intelectuales nacidos desde los cauces de las luchas campesinas e indígenas que pusieron en la agenda el problema de la tierra y cuestionaron tajantemente el racismo de Estado.

Desde esa larga memoria las organizaciones sindicales con base comunitaria han sostenido viva la llama de la insurrección indianista. Siendo Felipe Quispe secretario ejecutivo, la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB) combatió en la guerra del gas del 2003 junto al pueblo boliviano que reclamó su soberanía sobre los recursos energéticos, llegando a derrocar al entonces presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, quien, como otros mandatarios latinoamericanos, huyó para evitar responder ante el pueblo y la justicia de su país, a pesar de ser responsable del despojo de los recursos naturales y de decenas de asesinatos.

Después de derribar a gobiernos neoliberales y de lograr el proceso de la Asamblea Constituyente en el 2006, durante los años siguientes Quispe fue adversario del entonces presidente del Estado Plurinacional de Bolivia Evo Morales, pues siempre fue consecuente y mantuvo su lucida crítica a la continuidad de las relaciones coloniales de los regímenes, se llamasen de izquierda o de derecha.

En la disputa narrativa escribió los libros: Túpak Katari vive y vuelve… carajo, El indio en escena, La caída de Goni y Mi captura. Desde su práctica y pensamiento formó a toda una generación de jóvenes, a quienes nunca nos dejó de encargar el hacer y el escribir nuestra historia: la de los pueblos indios. En ese rostro de gesto áspero acaecía una tremenda conciencia, amor y dignidad por la liberación de nuestros territorios.

La última gran batalla de Felipe Quispe Huanca fue la movilización popular contra el golpe de Estado en Bolivia de 2019. Una vez más le tocó vivir la guerra por los recursos energéticos que se despliega en nuestros tiempos —recordemos que esas tierras contienen uno de los yacimientos de litio más importantes del mundo. Con toda esa conciencia el Mallku ayudó a derribar al gobierno golpista de Jeanine Áñez y una vez más con sus bloqueos carreteros abrió brecha en la dimensión democrática para convocar a elecciones.

Hasta el último día de su existencia mantuvo vivala utopía de la revolución india y su legado histórico pesa en tiempos adversos para la autonomía y autodeterminación de los pueblos indígenas de Bolivia y toda América, pero como cóndor andino y sucesor de Tupak Katari, Bartolina Sisa y Zarate Willka, volverá y será millones.


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