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ES OFICIAL: LOS DERECHOS HUMANOS HAN “CADUCADO” / 291

GIANNI TOGNONI

La situación de grave crisis de los derechos humanos no tiene, en sí, nada de nuevo, por desgracia: la violación de los derechos fundamentales de los individuos y de los pueblos protagoniza cada vez más a menudo la crónica cotidiana. Basta elegir entre los escenarios del mundo global.

Sin embargo, lo que se ha verificado en las últimas semanas en tres situaciones profundamente heterogéneas (tanto que son parte de crónicas absolutamente distintas por características políticas, imaginario y “víctimas” concretas) propone una coincidencia transversal tan coherente de actores y de responsabilidad de la “comunidad internacional”, en sus más altos y formales niveles de representación, que se impone como novedad: esto ocurre en Gaza, en las discusiones sobre la accesibilidad a las vacunas o en la relación entre Europa y las personas migrantes.

Se trata de una verdadera, explícita, interpretación oficial y actualizada de todas las Declaraciones, Convenciones, Constituciones que establecieron la originalidad histórica de una civilización (o por lo menos de uno de sus proyectos) que fuera la referencia universal, jurídica y operativa en el tiempo posterior a la segunda guerra mundial. En aquel complejo de documentos, la violación sistemática del derecho universal a la vida de cada ser humano como individuo y como colectividad significaba el paso de la civilización a una situación criminal contra el orden internacional de los Estados. Se hablaba de crímenes contra la humanidad: sin siquiera la “excusa” de la guerra, hasta el “impensable” crimen de genocidio, es decir el proyecto de eliminación de un grupo humano.

Ahora bien, la “novedad” de la mencionada coincidencia hace evidente una banalidad transversal. Los derechos humanos y de los pueblos no son negados, suspendidos o violados: han “caducado”. Son una realidad que hay que mencionar, con respeto o demagogia o para dignificarse, para discutir; pero sabiéndolos irrelevantes e inutilizables en un mundo que ha cambiado las reglas: tales derechos ya no tienen como términos de referencia de su legitimidad y obligatoriedad la existencia y la dignidad-vida de los seres humanos.

uno

Los palestinos de Gaza han sido obligados una vez más a asumir el rol de las “víctimas ejemplares”: no importa cuán grandes sean el horror, su ostentación y los humanos-niños que mueren. La manipulación, ridícula si no fuera trágica en su falsedad, de la antigua (y sagrada) memoria de uno de los crímenes fundantes de una civilización “de derecho” dice (con la connivencia y ausencia de los organismos internacionales) que en el mundo de los equilibrios de los poderes, de los racismos, de las estrategias de guerra, económicas y militares, no hay lugar ni tiempo para respetar —no importa cuántas vidas de cuántas personas.

La impunidad no sólo está asegurada, sino que se transforma en reconocimiento del “heroísmo providencial” del Estado de Israel (¡una democracia asediada por gobiernos antidemocráticos y corruptos!).

Los seres humanos en resistencia pacífica que fueron masacrados de Myanmar, los de Eelam Tamil eliminados hasta de la crónica además del genocidio, los asesinados o cegados en la represión colombiana o chilena, los detenidos y torturados de Egipto-Turquía-Libia… son tantos los grupos humanos para los cuales la comunidad internacional llega, en el mejor de los casos, a “discutir” y “expresar preocupación”, porque no sabe cómo usar aquel “fármaco caducado” de los derechos humanos, que tal vez pudo ser útil, al menos como síntoma de la credibilidad del derecho, en otros tiempos, en otros mundos.

dos

El escenario de las vacunas aparece en el otro mundo, agitadísimo de estos tiempos, una verdadera guerra “virtual” emprendida sin horrores que nos involucren emocionalmente, con personajes que representan los vértices de los poderes económicos y tecnológicos mundiales y que conducen, por ende, de manera cada vez más “obvia” y apreciada, al mundo global. Mundo deshabitado por miles de millones de seres humanos, cuyas vidas y muertes están presentes en muchísimos informes pero solamente como números y porcentajes: se entrecruzan-confunden con las cifras que hablan de producciones, costos, mercados, como referencias de una organización (la OMC) creada justamente para defender y garantizar los derechos de las cosas y mercaderías, y de sus cada vez más concentrados propietarios, frente a las pretensiones de los soñadores de los derechos humanos.

No es posible calcular de cuántas muertes y privación de la dignidad de la vida —crímenes contra la humanidad, en el sentido más pleno— es responsable este organismo: haría falta sumar demasiados “grupos humanos” presentes en las estadísticas oficiales que miden expectativas de vida, inaccesibilidad a la comida, agua, salud, educación, ambiente, paz, salarios vitales…

La discusión, con características de una verdadera “guerra”, ideológica, económica, legal, sobre un “bien cognitivo e industrial” como es una vacuna en tiempo de pandemia, hizo aparecer y con derechos universales a miles de millones de personas concretas que no tenían, fuera del escenario pandémico, ni siquiera el derecho de la visibilidad física (el habeas corpus como mítico signo originario de los derechos humanos).

La guerra por la prioridad entre humanos y cosas parecía invocarse, era propuesta por lo menos como un experimento de suspensión de la victoria, global y permanente, de las cosas.1

Se sabe cuán diversamente se está desarrollando: es una interminable partida de ajedrez. Y las partes se despliegan en uno u otro lado por las razones, los intereses, los objetivos más variados. Sin buenos o malos.

Por un lado están selectos y potentes defensores del hecho de que el mercado, desde hace tiempo, y con toda claridad, expresó que los derechos humanos y de los pueblos son ajenos a su identidad de fondo, y que sus reglas no admiten excepciones que podrían ser una señal muy peligrosa de la necesidad de cambiar los principios que garantizan la jerarquía de la trinidad privado-mercado-finanzas sobre cualquier otro actor-valor. Muy simplemente: los derechos humanos han “caducado” desde hace un tiempo. ¿Por qué experimentar con una “excepción” de las variables que cuentan, que pondría en discusión todos los algoritmos económico- financieros que se sostienen sobre la exclusión de la vida de las personas?

En el otro lado hay tantas diferentes combinaciones de posturas y organismos, que incluyen líderes reales y utópicos como el Papa Francisco; países pobres-marginales que sueñan siempre con respuestas (vacunas contra sus pandemias permanentes de la deuda, del hambre, etcétera); dictadores que ven en la pandemia un instrumento de propaganda y de ganancia (como en India);2 el frente de las Naciones Unidas y sus organismos directos e indirectos que querrían, por lo menos en este campo, ser reconocidos como sujetos eficaces en la defensa de los derechos y no como su símbolo impotente. Si el universo vital de las tantas representaciones de la “sociedad civil” declara inaceptable la “caducidad” de un derecho-intervención tan eficaz como la vacuna en el sector símbolo de la salud en nombre de la “inmunidad de rebaño”, esto sería un recordatorio de que todos y todas somos seres humanos.

Difícil saber cómo y cuándo terminará esta guerra, más allá de las tantas escaramuzas, promesas, compromisos oscilantes entre el ridículo de la donación de algunos millones de dosis como signo de buena voluntad por un presidente como Biden, y los compromisos sin tiempo y sin consenso de los G20…

El veredicto respecto a los derechos humanos ya fue proclamado, y es muy claro: su universalidad es una linda palabra, que pudiera quedarse para dar la apariencia de discusiones éticamente justificadas, con tal de que no pretendamos discutir tiempos y costos. Lo que importa es mantener las jerarquías consolidadas que ven las lógicas económicas decidiendo las opciones concretas. Si entre tanto, mes tras mes, o año tras año, se acumulan las muertes evitables y aumentan las distancias entre quienes poseen o no poseen derechos, los defensores de la no-caducidad de los derechos no pueden por cierto pretender improvisar y gobernar un nuevo orden, en nombre de una pandemia global como aquella antigua e indiscutida de la desigualdad.

Y tal vez no está mal reconocer que el horror de la guerra de las vacunas, con sus muertes invisibles e incontables, las que ya ocurrieron y las previstas, no es menor que el de Gaza. No porque tengan sentido estas comparaciones, sino porque, desde siempre, los derechos humanos o son universalmente debidos y buscados, o no lo son. Y no por nada la comunidad internacional, antes de ser sustancialmente impotente y silenciosa ante el bombardeo de Gaza, ni se inmutó frente el apartheid vacunatorio practicado por Israel (que mientras tanto fue declarado modelo de “cobertura de vacunas” para el mundo).3 Y para quien quiera ver cuán viejo y bien aceitado es este segundo escenario, necesita solamente ver el film Le confessioni de Roberto Andò, que relataba ya todo, recordando que una voz profética, invitada a estar presente, sin hablar, en una asamblea solemne y secreta de una simbólica “cumbre” de los poderes, sólo podía tener como respuesta un suicidio por parte del garante de la falsa intocabilidad revelada de los algoritmos, que eran reconfirmados por el consentimiento de los demás.

tres

El tercer caso que concluye la reflexión sobre el anuncio oficial de un evento tan importante y transversal como la “caducidad” de los derechos humanos necesita todavía menos palabras. Se trata de un evento al mismo tiempo “fallido” y fuertemente operativo. La Unión Europea ha confirmado de hecho que la migración no es un problema que le concierna. El derecho a la vida de las personas que migran no es competencia de la civilización europea: los migrantes —los últimos, aquellos de Ceuta— no son seres humanos; para ellos no se aplica ni el abecé de la Declaración Universal. Los horrores vistos a lo largo de los meses, años, en los mares, en los desiertos, en los Balcanes, en los campos de concentración que se incendian, en el hielo y en las torturas, son parte de la gestión rutinaria del desorden de un mundo que en plena pandemia encuentra espacio, recursos, visibilidad para las maniobras de una OTAN que cada vez es más instrumento simbólico de otra de las jerarquías dada vuelta: la guerra como seguridad. En la agenda europea las cosas que tienen prioridad son otras. Los fondos que deben ser distribuidos. El mercado de las armas. El control de fuentes energéticas que vuelven poco creíbles las propuestas de un futuro “green”.

Igual que la agenda de la OMC, la agenda europea no cambia. En el fondo, dicen los tratados y un derecho internacional que se reconoce en crisis pero no osa re-configurarse de derecho de los Estados a derecho de los pueblos, los migrantes no son ni siquiera un pueblo definible. Provienen de “riesgos” que si fueran reconocidos deberían ser llamados con nombres que coincidan con los de nuestro nuevo colonialismo, económico, ambiental, militar. Su pretensión de recordar —mientras continúan huyendo y muriendo— que ser humanos es una identidad suficiente para ser reconocidos terminaría poniendo en discusión demasiadas cosas. Mejor pensarlo. Postergar es un modo perfectamente eficaz de declarar que el tiempo y la sustancia de los derechos humanos han “caducado”.

cuatro

Reconocer que se vive en un tiempo y en un mundo en los cuales se puede, de muchas maneras diversas y complementarias, afirmar en los hechos que los derechos humanos han caducado es un paso importante. Impone ser realistas y desencantados. En los escenarios internacionales y en las Constituciones vivimos en un mundo “otro” respecto a aquel que hiciera de los derechos de las personas y de los pueblos un proyecto difícil, por cierto utópico, frente a los escenarios de guerra y exterminio que lo generaron casi de un modo increíble. Un proyecto que sin embargo se ha reconocido como la plataforma común de búsqueda de una colectividad internacional que ciertamente es todo menos pacífica. El relanzamiento, utópico y por eso imprescindible, de una Constitución de la Tierra4 no se refiere solamente a rencontrar una nueva relación entre los humanos y un mundonaturaleza- ambiente en riesgo de sustentabilidad. El tiempo de la globalización de las cosas ha delegado a la violencia de la economía-finanzas la gobernanza de los modelos de desarrollo y de convivencia. Esta economía-finanza ya borró, en el imaginario y en las normativas, el tiempo y la cultura de la universalidad, es decir el proyecto de un mundo en búsqueda de una igual dignidad entre las personas. No hay más que mirar “atrás” para defender más o menos eficazmente las conquistas hechas. La memoria de un tiempo en el que se medía el derecho en relación a su capacidad de “no dejar a nadie atrás” sólo se puede interpretar con proyectos que sean practicables, de una manera nueva, en una época en que el derecho a ser humano ha caducado.

Las nuevas generaciones deben ser expuestas claramente a esta realidad para volverse sujetos de una historia que, con la misma lógica de búsqueda y experimentación, doctrinas y luchas concretas, las vuelva capaces de ser, transversalmente, ciudadanas de un lugar y de todos los lugares. El derecho constitucional no se sostiene sin un derecho internacional que no sea más un instrumento de los Estados sino de la diversidad de los grupos humanos. La atención a la salud después de la pandemia y la escuela (toda) son la primera prueba para verificar si esta cultura de búsqueda de un derecho universal en un mundo global puede ser practicable.

 

24 de mayo de 2021

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Traducción original al castellano: Alessandra Laurenti (versión revisada, Ojarasca)

Gianni Tognoni, epidemiólogo y sanitarista italiano, es Secretario General del Tribunal Permanente de los Pueblos. Doctor en Filosofía y en Medicina, y director del Instituto de Investigaciones Farmacológicas Mario Negri de Milán. Es asesor de la Organización Mundial de la Salud. Escribió más de 650 artículos publicados en las principales revistas de investigación médica. Ha sido premiado por numerosas universidades y organizaciones científicas en todo el mundo.

1. https://volerelaluna.it/in-primo-piano/2021/02/02/vaccini-gratuiti-per-tutti-e-diritti-umani/

2. https://volerelaluna.it/mondo/2021/05/19/il-covid-lindia-narendra-modi-tra-immaginario-e-realta/

3. https://volerelaluna.it/politica/2021/01/12/6-gennaio-2021-lanormalita-degli-apartheid/

4. https://volerelaluna.it/politica/2021/05/18/perche-una-costituzione-della-terra/

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