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RESILIENCIA ZAPOTECA

JANET MARTÍNEZ

HALLARSE EN LA PERTENENCIA A LA COMUNIDAD

Mi abuela traía semillas desde casa. Las enrollaba en calcetines para poder cruzarlas a los Estados Unidos dentro de su equipaje. Ella y muchos otros zapotecas trajeron el yegr rush (popularmente conocido como cocolmecatl), el chichicazle y las guayabas que crecían en casa de manera que, cuando llegaras a un hogar zapoteca en Estados Unidos, nuestros jardines estuvieran llenos de las plantas nativas que habían llegado desde nuestro pueblo en Oaxaca. Cada una de las personas que trajeron plantas y semillas jugaron un papel espiritual y cultural muy importante.

Por lo tanto, no sorprende que, durante su desplazamiento por razones económicas desde la Sierra Norte de Oaxaca, muchos zapotecas hayan traído su idioma, sus sueños, su cultura y sus estructuras organizativas, del mismo modo que trajeron sus semillas. Cada una de estas semillas fue plantada en el territorio imaginario en el que hoy en día viven los zapotecas en Los Ángeles. Muchos no pueden volver a casa debido a la situación jurídica irregular en la que se encuentran y esto ha provocado la creación de un territorio zapoteca imaginario. Las estructuras organizativas también viajaron a los Estados Unidos y aquí se expresaron en la creación de las Asociaciones de Comunidades de Origen (HTA, por sus siglas en inglés). Se trata de organizaciones que están formadas por miembros de un pueblo en particular que se unen para hacer su guzune, el intercambio recíproco en comunidad. La comunidad de Zoogocho, por ejemplo, se reúne anualmente para elegir una nueva junta directiva que está formada por seis personas de la comunidad migrante, entre sus funciones principales se encuentra organizar la fiesta del santo patrón, San Bartolomé Apostol, y recolectar donaciones en caso de emergencias. Estas organizaciones son un elemento que destaca en la vida de los zapotecas en Los Ángeles; cuando muere alguien de la comunidad, quienes la integramos esperamos el acostumbrado golpe en la puerta que anuncia la llegada de quienes recogen la donación para la familia doliente.

Incluso durante la pandemia por Covid-19, los miembros de la comunidad han arriesgado sus vidas para recolectar donaciones destinadas a las familias de los fallecidos. Estoy muy agradecida y asombrada por el compromiso de estas organizaciones durante estos tiempos difíciles. Quienes integran la junta directiva están ahí por el compromiso con las personas que forman parte de su comunidad. Aunque no estamos en Zoogocho, en ese lugar físico, seguimos siendo Bene Xogshos (gente de Zoogocho), gente que crea comunidad. Las personas que integran esta comunidad han creado, de manera comprometida, una estructura que las mantiene unidas a una tierra que se encuentra lejos y que es, a veces, inaccesible, debido a las fronteras que nos han sido impuestas. Sin embargo, aquí está la Unión Social Zoogochense (USZ), recolectando donaciones de cada Bene Xogsho durante la pandemia mundial de Covid-19, para ayudar así a las familias que han experimentado la muerte de un ser querido. Es importante señalar que Chucho Ramos, como lo llamaba cariñosamente la comunidad, fue el presidente de la USZ durante la pandemia, él recogió las donaciones a pesar de que padecía una enfermedad que acortó su vida. Su compromiso con su comunidad fue inquebrantable pero, lamentablemente, hoy ya no está con nosotros y su cuerpo ya está haciendo el viaje de regreso a casa.

¿Por qué alguien haría un trabajo gratuito a millas de distancia para una comunidad en la que ya no vive? Porque somos parte de la comunidad. Quizás no habitamos en la tierra en donde nacieron mi padre, mi madre y mis abuelos, pero eso no cambia el hecho de que sigamos siendo parte de esa comunidad aquí, tan lejos de nuestra tierra de origen. Cuando mi abuelo emigró de Zoogocho en 1970, la Unión Social Zoogochense estaba en sus primeras etapas. Había nacido con el propósito de brindar su guzune a la comunidad que vivía en Los Ángeles y a las familias que habían dejado en casa. Mi abuelo se acordaba de pagar su cuota anual de más de cien dólares para ayudar a su comunidad de origen, en una época en la que el alquiler costaba 80 dólares en Estados Unidos. Estas cuotas que la USZ cobraba a los migrantes Bene Xogsho en Los Ángeles eran enviadas colectivamente a la comunidad de origen para financiar ahí proyectos de infraestructura. Estos dólares crearon un impacto duradero que se recuerda hasta el día de hoy en Zoogocho. Cuando mi abuelo se fue de Zoogocho, sólo el 1% de los hogares tenía acceso a agua potable en casa; para 2010, había aumentado a 98%. El aumento en el acceso al agua potable en Zoogocho se correspondió con el éxodo y el desplazamiento por razones económicas que muchos Bene Xogsho experimentaron, pero encontraron también un hogar en Los Ángeles. En 1987, llamaron a mi abuelo de regreso a Zoogocho para servir como regidor dentro del cabildo municipal de su comunidad. A pesar de que había sido activo dentro de la USZ y de que se le reconocía tal participación, su comunidad de origen no le conmutó su da ja la guno (deber) en Zoogocho, tenía que brindar su cargo también ahí para tener pleno acceso a sus derechos dentro de la comunidad. Las donaciones que realizamos y las funciones que desempeñamos como parte de la USZ son de suma importancia para la comunidad migrante de Los Ángeles. El de ja la guno que cumplimos nos permite regresar a casa si es que nuestra situación migratoria nos permite viajar, pero nuestra participación en la comunidad recreada en Los Ángeles no nos asegura todos los derechos ni ser completamente aceptados en nuestra comunidad de origen.

Cuando mi abuelo falleció en 2010, conocí el significado y la importancia de la comunidad durante el período de duelo, me di cuenta del papel tan importante que desempeña la USZ y las personas de nuestra comunidad. Todos realizaron actividades fundamentales, desde traer comida, donar dinero, rezar el rosario con nosotros durante 9 días, permanecer despiertos acompañándonos durante la velación y llevarlo, literalmente, a su último lugar de descanso. Es difícil dar cuenta con palabras de la importancia de una red comunitaria tan sólida y de lo importante que es corresponder a ese amor y a ese apoyo. La enseñanza que mi abuelo me dejó al partir fue la importancia de estar para la comunidad así como estuvo para mí. Mi abuelo dejó su comunidad, Zoogocho, en 1970, pero las personas que estuvieron en los rosarios y que finalmente lo enterraron en su lugar de descanso final en Los Ángeles fueron Bene Xogsho, personas de su comunidad. Mi abuelo fue finalmente enterrado a 2 mil 190 millas de la tierra que lo vio nacer pero, entre esos dos lugares, entre esas 2 mil 190 millas, se encuentra un territorio zapoteca imaginario, un lugar en donde todavía existe la guzune y el da ja la guno, un lugar donde la muerte se llora en comunidad y en comunidad se bailan los jarabes de la sierra. La vida y la pertenencia recíproca nos unen en la gran metrópoli que es la ciudad de Los Ángeles. La memoria colectiva que nos enlazó y echó nuestras raíces en un Zoogocho que existe a 2 mil 190 millas de la sierra oaxaqueña, sigue uniéndonos hasta ahora.

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Janet Martínez es vice-directora de la organización “Comunidades Indígenas en Liderazgo”. Nacida en Los Ángeles, pertenece a la comunidad zapoteca de Zoogocho. Estudió la licenciatura en Estudios de las mujeres y género en la Universidad de California, en Berkeley. Este texto forma parte de Tzam. Las trece semillas zapatistas: conversaciones desde los pueblos originarios, editado por el portal Desinformémonos: https://tzamtrecesemillas. org/sitio/resiliencia-zapoteca-hallarse-en-la-pertenencia- a-la-comunidad/

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