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FIERA NOSTALGIA MAZAHUA

HERMANN BELLINGHAUSEN

 

Un día B’úba se fue
agarró rumbo pal norte
y con el tiempo se perdió.
Nunca fuimos a buscarle
porque nuestras raíces
no saben tomar camino.

 

Contra los cánones establecidos, ante el nuevo poemario del autor mazahua (jñatjo) Francisco Antonio León Cuervo (¿existen acaso los spoilers en poesía?) habrá que romper filas y comenzar por el final, donde para T. S. Eliot en sus cuartetos está el principio. ¿O era al revés? “Un día B’úba se fue”.

Bien señala en su presentación el escritor tu’un sávi de la Montaña de Guerrero Florentino Solano, el amplio volumen B’úba. Desde el origen / B’úba. Ma mi jingua (Universidad de Guadalajara, 2021, 161 pp.) se compone en realidad de dos libros jñatjo/castellano. Todas las primeras secciones cantan, recrean, explican, celebran, lloran y dan vida a los días y los siglos del pueblo, la lengua y el paisaje de los mazahuas, de manera altamente sensible y original. Los animales con poder, los mitos de origen, el fin del mundo que no termina.

La serie última, La casa de B’úba, es en sí un poema notable del cual escribe Solano, él mismo trabajador migrante que dejó Metlátonoc para irse al valle de San Quintín, en los campos jornaleros del norte donde a la fecha reside: Lleno de sufrimiento, de nostalgia, de deseos frustrados, lleno de todo ese sentimiento que siente la familia cuando uno de los suyos se va a donde todos van a buscar el futuro, y no vuelve jamás. En México hay miles de familias que lloran un hijo, una hija, que un día, agobiado por esa idea ajena de tener dinero para vivir, partió rumbo al norte —ese lugar maldito que muchas de las veces no está en ninguna parte, o cuando lo divisas se va alejando cada vez más. El norte es espejismo, es una idea, es un sueño que poco a poco se va convirtiendo en una pesadilla, en un sufrimiento eterno, en un dolor que duele hasta perder la cordura. El norte es un paisaje insondable, en el que muchos apuestan la vida y muy pocos sobreviven. En estos poemas el autor nos habla de ese norte tenebroso que, como hormigas rojas, va carcomiendo a
las familias desde adentro.

Es hasta la última página que León Cuervo expresa llanamente que un día B’úba se fue. El hermano que agarró camino y se perdió para siempre de los ojos de su madre, de su padre, de su carnal que recuerda y reclama, que le cuenta al ausente sobre el desmoronamiento de sus viejos, de las tierras ahora mustias, de la casa que habitaban y aún aprisionan al que no se fue. Hilando recuerdos felices de infancia no abandona el dolor, la inutilidad del dinero enviado que apesta a podrido en esta zona de la soledad que es la cauda del que se fue y quizás ha muerto. Para fines prácticos, lo mismo da.

El pueblo jñatjo, establecido en el occidente y el norte del Estado de México desde muy antiguo, ha sido uno de los más migrantes hacia la capital del país y otras ciudades. Al calor de los tiempos que corren, además de comerciantes y trabajadores de la construcción, los varones han dado con moverse al norte del país y más allá.

Con ecos de Jaime Sabines y Silvia Tomasa Rivera, y si se quiere de Juan Rulfo, pero más cercano a las narraciones del cine mexicano reciente sobre los que se quedan —progenitores de manos vacías, familias agujereadas, pueblos entristecidos— y los que yéndose se pierden, el poema en quince partes y un Epílogo (Nu bextrjo) de León Cuervo estremece en su sencillez, en su cante hondo de añoranza, rencor y cariño.

La generación de autores en lenguas originarias de México nacida en la década de 1980 está dando frutos nuevos y ya maduros, a la altura de los tiempos y en consonancia con sus pueblos realmente existentes. Vienen a la mente los poetas
Hubert Matiùwàa, Mikeas Sánchez, el mencionado Florentino Solano, Andrés López Díaz o Martín Tonalmeyotl. A esta generación pertenece Francisco Antonio León Cuervo. Hablan de lo ancestral desde lo urgente. Dicen verdades que muchos no ven.

Plantan la cara frente a las adversidades y esperanzas de sus comunidades. Prueban la vitalidad, la salud expresiva y la necesidad de la literatura indígena contemporánea.

En las siguientes páginas, Ojarasca ofrece una selección de esta fiera nostalgia poética de largo aliento.

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