LAS VOCES POLIFÓNICAS DE LAS INDÍGENAS — ojarasca Ojarasca
Usted está aquí: Inicio / Veredas / LAS VOCES POLIFÓNICAS DE LAS INDÍGENAS

LAS VOCES POLIFÓNICAS DE LAS INDÍGENAS

FERNANDA PERALTA MUÑOZ

TZAM. LAS TRECE SEMILLAS ZAPATISTAS / DESINFORMÉMONOS

Tejido multicolor, abanico de miradas, diálogos de la resistencia. En realidad, los nombres que podrían definir el proyecto de Tzam. Las trece semillas zapatistas: conversaciones desde los pueblos originarios son tan variados como las creaciones que, durante trece meses, alimentaron este espacio digital impulsado por el portal Desinformémonos y coordinado por la lingüista mixe Yásnaya Aguilar y la periodista Gloria Muñoz Ramírez.

Tzam es, sí, una conversación en un espacio que de junio de 2021 a junio de 2022 abrió sus puertas al pensamiento crítico indígena, enunciado desde los mismos pueblos, sin intermediarios y sin limitaciones. El eje: las trece demandas que los zapatistas plasmaron en la Primera Declaración de la Selva Lacandona en 1994, vigentes —y, sobre todo, pendientes— para todos los pueblos, naciones, tribus y barrios del México actual. Como explican las coordinadoras en la introducciónal proyecto, las demandas de trabajo, tierra, techo, independencia, alimentación, salud, educación, libertad, democracia, mujeres, justicia, paz y derecho a la información pronto “se convirtieron en semillas y en acciones; y en el centro de la autonomía se mantuvieron no sólo ellos y ellas, sino también muchos de los pueblos que siguen construyendo con todo en contra”. Y es ahí donde germina el objetivo.

Contrario a cualquier pretensión paternalista, Tzam, palabra que en ayapaneco significa “dialogar”, se propuso reunir cada mes a diez mujeres de distintos pueblos y comunidades indígenas del país para que fueran ellas quienes reflexionaran y difundieran su opinión alrededor de las trece demandas/semillas zapatistas, una por mes, a través de cualquier formato del que se sintieran dueñas, logrando así un entramado en muy diversos formatos, en donde quedaron fijos sus sentires y exigencias, emanadas de sus historias como pueblo y vivencias personales.

Con frecuencia las voces de quienes son protagonistas dedistintostextosyproyectos, periodísticos,académicos,o de cualquier otra índole, están en manos de los periodistaso investigadores que los escriben. Se encuentran entrecomilladas o puestas en estilo indirecto, vistas y consideradas como materia de algo más grande, un reportaje, un artículo, un libro, y un largo etcétera. Pero cuando se trata de contar sobre las mujeres y hombres originarios de un pueblo o comunidad indígena, las problemáticas a las que se enfrentan y sus formas de vida y organización, la tensión en el texto crece, y la narrativa corre el riesgo de construirse bajo la idea de “recoger” esas voces o, peor aún, de la falsa idea de “dar la voz a quienes no la tienen”. Nada de esto ocurre en Tzam. Muy por el contrario, todos los materiales fueron creados y les pertenecen a ellas, mujeres indígenas de edades varias y de los pueblos amuzgo, ch’ol, cuicateco, pai pai, rarámuri, tsotsil o zapoteca, entre muchos otros, dedicadas al campo,la docencia, el arte o la partería. Mujeres migrantes, activistas, defensoras, periodistas, trabajadoras del hogar, abogadas y cocineras, que desde sus profesiones y trabajos, o paralelo a ellos, exhiben y hacen frente al despojo territorial, los transgénicos, los megaproyectos, los feminicidios, la discriminación lingüística, las agresiones contra las disidencias y las otras tantas formas de violencia que atraviesan en sus comunidades.

No conforme con el abanico de pueblos y denuncias,el espacio digital que cobija Tzam supera la propuesta del género escrito y en prosa como vehículo para transmitir un mensaje, o para iniciar el diálogo. El sitio se nutre también de poesía, canciones y videos en las lenguas originarias, paisajes sonoros, pinturas, ilustraciones y dibujos, grabados, bordados, piezas de barro, fotografías y hasta una recetade cocina para reflejar la postura de sus autoras. Son todas creaciones encaminadas a armar un rompecabezas único hasta el momento, que con cálida sencillez, pero al mismo tiempo con implacable potencia, no sólo visibilizan las problemáticas que enfrentan los pueblos de México, sino que también descubren el sentir de sus habitantes desdela propia perspectiva indígena, acercando con claridad y múltiple belleza las distintas formas de concebir la tierra, la libertad, la democracia o la salud, a partir de la cotidianidad, la organización y la resistencia.

En Tzam se descubren versos como los de Lesvia, poeta ikoots que para la semilla “Mujeres” escribió: “En los tiempos de mi madre, en los tiempos de mi abuela / sólo el hombre tenía derechos, nuestros padres, los hermanos y el abuelo”;y afirmaciones tan tajantes como la de Fátima, abogada maya que en el tema “Justicia” apuntala: “el problema de este sistema es que fue construido únicamente para garantizar la existencia y el orden del Estado, no para garantizar derechos”.

Muy pronto, Tzam se convirtió también en resguardo y galería de obras de arte, tanto del retrato deltianquizco, creado por la ilustradora nahua Isela Xospa para la semilla “Trabajo”, como de la fotografía de unos niños sosteniendo en sus manos los frutos de la cosecha, tomada por la tsotsil Maruch Sánchez para la semilla “Alimentación”. Es espacio de resonancia para Daniela Esmeralda, del pueblo nahua, cuyo grito de “Libertad” reclama el respeto para la comunidad LGTB+ en los pueblos; y también para la rarámuri Sewá Morales, que desde Guachochi se cuestiona las formas impuestas de vivir la “Democracia” en los pueblos. Con esta gama de sonidos, texturas y colores, Tzam es en suma no sólo un proyecto polifónico, sino también policromático.

Hay un eje más que atraviesa y se percibe en todo el proyecto. Además del diálogo, corazón y significado de Tzam, con las demandas zapatistas, las creaciones de las 130 mujeres que conforman este espacio hablan y se expresan desde la colectividad, desde una visión de la vida en comunidad que se hereda en los pueblos y que no siempre se comprende desde el mundo occidental. No sorprende por ello que muchas de las colaboraciones se expliquen bajo un nosotros, un mismo sujeto colectivo que denuncia, propone, se organiza y resiste frente a las múltiples historias de violencia que atraviesa su pueblo. Es a raíz de esa noción de pluralidad desde donde parten para exponer la realidad que las rodea, como queda claro, por ejemplo, al leer a Altagracia Martínez, colaboradora triqui de la semilla “Paz”, que escribe: “Desdela lengua triqui, la paz es ‘ga’díí guma’ ní’a’ (vivamos en tranquilidad) o ‘vé’é guma’ ní’a’ (vivamos bien). Desde laforma de nombrarlo, involucra lo colectivo, sin embargo, desde que tengo memoria, el conflicto ha estado de forma latente”.

Con el colectivo como protagonista, se analiza y se enuncia una postura propia de y desde las comunidades, aquellas que miran de manera distinta la educación, el techo, la independencia y en fin, las trece demandas zapatistas, y de las que sin duda queda mucho por aprender. La variedad en Tzam se encuentra, pues, en cualquier rincón que se le mire, pues se trata nada menos que del único proyecto en su clase que reúne el pensamiento indígenade más de 40 de los 68 pueblos indígenas que habitan en México, en la voz de las mujeres que, en todos los casos, son quienes llevan al frente la resistencia.

 

 

comentarios de blog provistos por Disqus