Corredor transístmico: la cultura huave en alto riesgo — ecologica
Usted está aquí: Inicio / Artículos / Corredor transístmico: la cultura huave en alto riesgo

Corredor transístmico: la cultura huave en alto riesgo

Alejandro Castaneira Yee Ben

Podemos distinguir dos tipos de pueblos de origen prehispánico en el sur del istmo de Tehuantepec, mismos que conformaron un área cultural de intercambios ocupando nichos diferentes. Unos poblaron las tierras de pie de monte y las cuencas de los ríos Tehuantepec, Los Perros (Nutrías), Chicapa, Niltepec y Zanatepec-Ostuta; mientras otros poblaron el sistema lagunar costero, en un nicho de transición marítimo a continental.

Los mixes y zoques, los chontales de Oaxaca y finalmente, los zapotecos del istmo, conformaron el primer tipo, cuya especialización productiva se asocia a la domesticación y especialización genética de la milpa y en particular de la especie endémica del maíz zapalote chico.

El segundo tipo de cultura son los conocidos como huaves, cuya adaptación al medio de humedales costeros dio como resultado una aportación clave para el desarrollo cultural del conjunto de las gentes del área, al proporcionar proteína de origen estuarino y de albuferas, es decir, de lagunas costeras salinas, proveyendo los huaves a sus vecinos de tierra adentro de un gran número de especies de moluscos, crustáceos y peces.

La adaptación específica de los huaves al medio de los humedales costeros es considerada dentro de la tradición cultural de los litorales como un referente de importancia mayúscula. Y es que son ellos testimonio vivo de un proceso humano de especialización, en la línea costera del Pacífico americano, que no tiene ya muchos más ejemplos vivos, aunque sí arqueológicos.

Las extinciones de este tipo de culturas de litoral se fueron produciendo con la conquista europea en bahías, como la de Acapulco, el golfo de Fonseca, la bahía de Santa Elena o el golfo de Guayaquil, por poner algunos ejemplos de un sinnúmero de humedales costeros habitados por grupos humanos que se adaptaron a esos ambientes.

En el caso del área mesoamericana, los huaves contribuyeron con su proveeduría marina a la especialización del maíz zapalote a través de una relación simbiótica con las culturas de tierra adentro. En este caso, con el pueblo mixe-zoque de Los Chimalapas y toda el área del istmo sur.

Ahora bien, respecto a los ikoots, konajts e ikojts, todos son pueblos huaves, hablantes de variantes de la lengua ombeayiüts –cuyo tronco lingüístico es único y aislado– que han tenido desde tiempo colonial e incluso, prehispánico, diversas y fuertes presiones de actores externos, para “hacerlos a un lado”, despojarlos de su territorio e “invitarlos” a salir de él. Ello por las pretensiones de tales actores externos, de explotar negocios en el territorio huave con riquezas como las salinas, las estancias de ganado, los encierros camaroneros. Eso en tiempos coloniales, pero hoy están queriendo explotar el viento y su territorio para la instalación de patios de maniobras para contenedores del comercio transístmico.

Los municipios que hoy corresponden a lo que fue una unidad política, económica y cultural, con su propia organización trilateral durante el periodo prehispánico, con un patrón de asentamiento disperso y amplio que llegaba más allá de la frontera entre Oaxaca y Chiapas, se transformaron en las congregaciones coloniales de San Mateo de la Mar, Santa María de la Mar, San Francisco de la Mar y San Dionisio de la Mar.

Se hizo tal transformación por la necesidad de una mejor administración colonial por parte de la alcaldía mayor de Tehuantepec, a la par que de los evangelizadores de la orden dominica, tanto para la recaudación de tributo –el repartimento de mercancías– como del diezmo.

En ese nivel de ideas, los personeros del régimen colonial buscaron una mejor administración a favor de un orden y una soberanía externos, e idearon un sistema de cargos para cuidar de los bienes de la Iglesia católica que se transformó en un sistema propio de gobierno autónomo.

A la fecha, el Estado mexicano ha procurado, paso a paso, ir construyendo una relación de subordinación de los pueblos que tienen una tradición de organización política, una soberanía y un territorio propios.

El periodo colonial dejó preparado el terreno para la continuidad de dominación con segregación racializada, que durante el siglo XX provocó un llamado de atención de los antropólogos a integrar a esos pueblos a la nación. Pero la política pública se equivocó al imponer los valores de la alfabetización y españolización a los pueblos originarios.

Aquel miembro de una sociedad que se piensa en plural como unidad política, religiosa es parte de una comunidad que se organiza por sí misma, históricamente, en su propio idioma: el ombeayiüts, pero también en español, y dialoga con los elementos del espacio que habita igual que todos los mexicanos cuando decimos: mi país.

Es incluso un acto automático e inconsciente del mestizo –o amestizado con mentalidad criolla– el considerar subordinado al indígena. Y la soberanía de estos pueblos sobre su territorio, que es a la vez territorio nacional, les resulta incomprensible.

La racialización de lo indígena como forma de trato discriminatorio se extiende al orden jurídico, aún en aquellos que reconocen al Estado mexicano como pluriétnico, debido a la necesidad del orden liberal de encapsular a los diferentes por la incomodidad que les produce concebir un orden y trato jurídico especial colectivo y no positivo e individual. Pero sobre todo porque no pueden disponer de sus territorios a través de la compraventa liberal, con las reglas de la propiedad privada.

Las afectaciones que el Corredor Interoceánico traería al pueblo huave (ikoots, konajts e ikojts) del istmo de Tehuantepec representan una vuelta de tuerca más en la pretensión de ajustar el orden de propiedad social al orden de la propiedad individual, desorganizando el orden comunal de la tenencia de la tierra y de su ocupación del hábitat.

Por ejemplo,desde 2002 empezaron subrepticiamente diversas empresas a buscar la manera de instalarse en las lagunas y las barras que habitan las comunidades ikoots, konajts e ikojts, con el tema de los megaproyectos eólicos.

Los “promoventes” –así se les llama a las compañías transnacionales y sus intermediarios locales (nacionales, estatales y regionales)– compraron voluntades de presidentes municipales y de algunos representantes de bienes comunales.

Pero las asambleas generales comunitarias de San Mateo del Mar, San Dionisio del Mar y la asamblea de pescadores de San Francisco del Mar1 fueron contundentes al rechazar la traición de sus representantes ante el Estado mexicano, es decir, de los presidentes municipales.

Es como si, en el caso de San Mateo del Mar, el presidente municipal fuese un secretario del exterior. Pero es en la asamblea donde reside la soberanía donde, a través del ritual, se eligen a sus organizadores comunitarios internos: los jefes de sección, los agentes municipales, los topiles y los policías, subordinados todos a la fuerza simbólica del alcalde primero y su ayudante el alcalde segundo, como directores concertantes de la ritualización del poder.

En este caso, a quienes intentan corromper las empresas es a los presidentes municipales “elegidos” fraudulentamente bajo reglas electorales. Pero no pueden corromper a las autoridades centrales tradicionales que, a manera de mandantes de lo antiguo, se imponen como símbolo de unión si en su actuar cumplen con realizar asambleas y desempeñan sus mandatos.

Lo que viene a poner en problemas a ese modelo de organización social propia –en el contexto de la pretensión de imponer el macroproyecto Corredor Interoceánico– es el conjunto de elementos de intervención externa que recaen en el grupo trilateral de municipios del territorio de las lagunas huaves (laguna Superior, Inferior y Mar Tileme).

Los megaproyectos eólicos, los patios de contenedores, el inicio de las obras de ampliación del rompeolas y escollera en Salina Cruz y hasta la potencial pérdida de la laguna Inferior (con la intención de utilizarla para crear una bahía de resguardo de buques mercantes), así como el clima de violencia provocado en San Mateo del Mar –foco de la resistencia histórica ikoots– y un atentado reciente contra el presidente municipal de San Francisco del Mar revelan las fuertes presiones a las que están sometidas las comunidades mareñas.

Pero estos problemas han puesto a las asambleas comunitarias a deliberar, y desde el México profundo, nuevos y viejos ciudadanos y ciudadanas luchan por seguir siendo autónomos y por preservar su hábitat y su cultura.

Ya reiniciaron sus protestas y resistencia, como en San Dionisio del Mar, donde se impidió la entrada de los funcionarios de la Secretaría de Bienestar y del Corredor Interoceánico.2 La razón: que la presidenta municipal quiere permitir el inicio de los trabajos de individualización del tejido social, donde los programas Sembrando Vida y Sembrando Vida en el Mar pagarían a los pescadores y formarían encierros camaronícolas intensivos, transformando en asalariados bajo tecnologías externas a los hoy pescadores artesanales independientes.

Todo sistema social es hoy híbrido, por lo que no debe entenderse a la cultura como monolítica, ni la vida local toda unánime; pero, por alguna extraña razón, a la hora de la verdad, resiste el pueblo ikoots, konajts e ikojts, y esa resistencia debe ser tomada en cuenta por los gobernantes.

He ahí el dilema: una serie de ecofricciones que se repiten por todo el país entre pueblos originarios y megaproyectos desarrollistas; pseudonacionalistas unos, y otros, extractivistas con fuerte inversión transnacional. Pero eso sí, todos sustentables para la cadena de producción global y para la circulación del gran capital, que tiene la intención de generar una zona geográfica de intensa acumulación en el istmo de Tehuantepec.

Una aclaración necesaria:
Se ha hecho común usar el término ikoots para referirse al grupo cultural huave en general, pero ese gentilicio solo se refiere a los originarios de San Mateo del Mar. Como existen otras dos variantes de la lengua ombeayiüts, el gentilicio en San Francisco del Mar es konajts, e ikojts en San Dionisio del Mar. En este texto se usa huaves o mareños para referirse a todos los miembros de esta cultura y su área territorial amplia, porque así el lector podrá pensar en el extenso territorio que habitan como unidad cultural amplia.

1 http://www.istmopress.com.mx/tag/san-francisco-del-mar/
2 https://oaxaca.eluniversal.com.mx/municipios/habitantes-de-san-dionisio-del-mar-rechazan-visita-de-funcionarios-del-corredor

Alejandro Castaneira Yee Ben
Estancia posdoctoral en CIESAS, Pacífico Sur