El Corredor Interoceánico en la articulación del mercado mundial — ecologica
Usted está aquí: Inicio / Artículos / El Corredor Interoceánico en la articulación del mercado mundial

El Corredor Interoceánico en la articulación del mercado mundial

Ana Esther Ceceña

El proyecto del Corredor Interoceánico es un viejo propósito relacionado con las comunicaciones del mercado mundial. Las rutas ágiles que acorten los trayectos y disminuyan el tiempo de traslado, son un elemento clave desde la perspectiva económica y la geopolítica.

En la actualidad el 80 por ciento del comercio planetario transita por agua cruzando océanos y mares y atravesando por estrechos que tienen un carácter estratégico por ser lugares ineludibles. O porque las rutas alternativas son mucho menos ágiles por una mayor distancia o por corrientes marinas no convenientes, entre otros. O más riesgosas por situaciones de guerra o riesgos naturales. Y en ocasiones resultan imposibles por estar controladas por un poder adverso. El canal de Suez, el estrecho de Ormuz, el canal de Panamá tienen esas características y su control forma parte de las claves geopolíticas de mayor importancia.

Hay que recordar que donde transita el comercio mundial también lo hacen las naves militares, de manera que la dependencia de estos pasos no solamente impacta las economías y circuitos comerciales sino también definiciones como la eficiencia militar estratégica en casos de guerra, cercos, bloqueos o presiones sobre algunos territorios o sobre potencias en disputa.

Panamá fue pieza determinante en la conformación del poderío estadounidense en el mundo, pero Suez ha conectado al mundo occidental con los mayores campos petroleros del planeta, y ofreció una ruta recortada entre América y el Medio Oriente, cuando el epicentro de la economía mundial estaba ubicado en el Atlántico.

La reorientación de la zona de mayor densidad económica hacia la cuenca del Pacífico, empezó a manifestarse desde los años setenta del siglo pasado y produjo un cambio en el mapa interno de Estados Unidos. En efecto, potenció el crecimiento de zonas económicas de la costa pacífica como California, mientras que afectaba a las tradicionales de la costa atlántica, ligadas al dinamismo de la relación de Estados Unidos con Europa, como los centros industriales más desarrollados.

En 2019, la costa este de Estados Unidos era responsable del 38 por ciento de los 21,428 miles de millones de dólares (mmd) del producto interno bruto (PIB), y su conexión expedita con el mercado mundial es de la mayor prioridad. La Unión Europea es una de las contrapartes, con una economía de 18,292 mmd, pero cada vez más los enlaces se dirigen y provienen del Este asiático, cuyo nivel económico se expresaba en 2019 por sus 24,311 mmd de PIB.

Asia Pacífico y Estados Unidos en conjunto representan el 52.49 por ciento del PIB mundial, según datos ofrecidos en 2020 por el World Bank.

Por la ruta de Suez, un viaje entre uno de los emplazamientos más destacados del comercio de la cuenca del Pacífico, Singapur, y Nueva York, tiene una longitud de 10 mil 133 millas náuticas. Mientras que por Panamá, que a simple vista parecería más directo, el recorrido es de 12 mil 506 millas náuticas. Esta distancia podría recortarse de manera significativa a través del Corredor Interoceánico del istmo de Tehuantepec (CIIT). No casualmente es la empresa Surbana Jurong, de Singapur, quien ha diseñado el plan maestro del corredor.

Como es sabido, las tensiones mundiales se han incrementado por la competencia cada vez mayor entre Estados Unidos y China, y ante el diseño de la nueva ruta de la seda, hecho por China para Estados Unidos, resulta conveniente habilitar una ruta propia, en la que pueda asegurar el control y que resulte más adecuada que las ya en uso.

El tránsito por Panamá agrega entre 10 y 15 días al trayecto por su paso discontinuo, debido al sistema de esclusas y por su larga lista de espera. Panamá está relativamente saturado y el istmo mexicano se presenta como el complemento idóneo.

No obstante, esto coloca al istmo de Tehuantepec en la lupa de la disputa hegemónica y en un posible diferendo conflictivo, a través de los contratos para la construcción de la obra y de las localizaciones de sus empresas en la región; sobre todo ensambladoras.

Rediseño de fronteras

En otro orden, uno de los desafíos geopolíticos más importantes en el mundo contemporáneo proviene de los flujos crecientes de poblaciones desarraigadas. Los motivos de desplazamiento son diversos: hay los migrantes laborales, en búsqueda de empleo y mejor salario, que desde siempre han cruzado las fronteras. Pero cada vez más engrosan la lista migrantes que responden a causas más contemporáneas.

Un lugar destacado corresponde a los migrantes por violencia que huyen de las zonas de guerra. No obstante, van cobrando mayor presencia las migraciones que responden a un fenómeno de violencia estructural generalizada. Ya sea provocada por los procesos de reordenamiento territorial y despojo de tierras o por el desarrollo de rubros económicos delincuenciales, como los del tráfico de drogas o, notablemente, de trata de personas.

Las diásporas por fenómenos de violencia tienen la característica de ser relativamente irreversibles. No es posible la vuelta al territorio de origen, pues no se originan en un plan o deseo de cambiar de lugar, sino en una urgencia de salir huyendo ante algún peligro.

Peligro que nada indica que desaparecerá de la región con la huida. El problema es que son flujos sin destino seguro, que colocan a los migrantes en una situación de no-lugar,1 como si quedaran instalados en un limbo.

La otra figura que corresponde a estos tiempos de catástrofe ecológica es la de los migrantes ambientales, cuyos territorios se vuelven incapaces de ofrecer condiciones de sustento adecuadas debido al deterioro del medio natural.

La desertificación de algunas áreas, su desprotección frente al acelerado cambio climático, expresado en sequías, inundaciones, tsunamis o huracanes, son algunos de los fenómenos más visibles en este campo.

Estas poblaciones, que son quizá de las más vulnerables en la actualidad, pasan por un sinfín de riesgos durante un trayecto que rara vez concluye. Son muchas veces víctimas de secuestro, trata de personas y esclavización que, paradójicamente, eran parte de las causas de su partida.

Ahora bien, las migraciones no son nuevas en el capitalismo, pero hay dos elementos que caracterizan a las que ocurren actualmente: su masividad y su imposible reabsorción dentro del sistema.

Esta reubicación de la población, que ya no es funcional al sistema ni para reducir los costos de la fuerza laboral, aparece como un lastre que se resiste a la eliminación y que entonces pesa en términos presupuestales y político-sociales. ¿Cómo resolver el problema de los migrantes? Pues creando zonas de encierro2 que los puedan contener disciplinadamente.

Geográficamente, el istmo de Tehuantepec es una frontera natural de alto valor. Con solo 300 kilómetros de longitud, se presta a ser un dique ideal para detener los flujos que inundaban la frontera sur de Estados Unidos (3 mil 145 kilómetros), creando una zona de encierro en ese sureste. Aquí los megaproyectos del Corredor Interoceánico y del Tren Maya se ofrecen como asidero para una masiva fuerza de trabajo en condiciones de precariedad.

La contención de migrantes es uno de los propósitos esbozados en los megaproyectos del sureste, pero es difícil encontrar argumentos de interés nacional a semejante propuesta. Pero que en cambio surge simultánea a las presiones ejercidas por Estados Unidos.

Para nuestro vecino al norte es conveniente contar con trabajadores a muy bajo costo en una zona muy cercana. Y que además no les significa ninguna responsabilidad, a la vez que reduce el impacto social de su llegada a territorio norteamericano.

Un país tan dependiente como México, tan fácil de presionar y con el que se tienen tratados (TLC, T-MEC, ASPAN, Iniciativa Mérida y otros) que permiten homologar o determinar las reglas securitarias e incluso, militaristas internas, su conversión en tercer país seguro, o la modalidad que en su momento se estime más apropiada, se ajusta a las condiciones que colocan a Estados Unidos en mejor situación geopolítica frente a las fuerzas que le disputan su hegemonía.

A México, en cambio, lo hace todavía más vulnerable.

Una frontera como la que implicaría el Corredor Interoceánico es una frontera geopolítica y, dentro de América del Norte, nada permite dudar que sería motivo y justificación de la intervención de seguridad geoestratégica definida y protagonizada por el ejército de los Estados Unidos.

 

1 Ver un desarrollo de esta idea en Ceceña, A.E. (2020). “Sistema-mundo. Crisis y bifurcaciones” en Ornelas, R. e Inclán, D. Cuál es el futuro del capitalismo. Akal-IIEc.
2 Esta idea se desarrolla en Ceceña, A.E. y Prieto, S. (2021). Mirando al Sur: megaproyectos, fronteras e (in) movilidades. GC-TTM. CONACyT

Ana Esther Ceceña
Coordinadora del Observatorio Latinoamericano de Geopolítica
Instituto de Investigaciones Económicas
Universidad Nacional Autónoma de México