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Convicción y espíritu comunitario para salvar al bosque

Irma Juárez González

pesar del riesgo que se corre en nuestro país por ser defensor o activista ambiental, encontramos historias de vida listas para ser contadas. Una de ellas es la de Yesenia Vital Cornejo, mujer de firmes convicciones de amor y trabajo por y para el bosque de El Hayal, el de mayor extensión en México, el mejor conservado, con comunidades vegetales relictas del Mioceno, con un registro de 200 especies de hongos y, sin embargo, considerado como uno de los ecosistemas terrestres más amenazado y catalogado como hábitat en peligro de extinción, esto de acuerdo a datos de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio, 2021).1

Originaria de La Mojonera, Zacualtipán, Hidalgo,–ejido que en 1995 ganó el Premio Nacional al Mérito Forestal–, Yesenia fue nominada en 2018 en la categoría de mujeres forestales por su invaluable trabajo de conservación del bosque mesófilo de montaña, que integra a las hayas (Fagus grandifolia subsp. mexicana), árbol endémico en peligro de extinción.

La historia de Yesenia como defensora ambiental se desarrolla también en el marco de las limitantes de género que aún subsisten: la tierra ejidal en Hidalgo está concentrada en manos masculinas.

De acuerdo con el Diagnóstico sobre Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable con perspectiva de género para el estado de Hidalgo2, elaborado por el Instituto Hidalguense de las Mujeres, apenas el 15.7 por ciento de los ejidatarios en el estado son mujeres con títulos de propiedad; por tanto, pueden participar en asambleas y asumir cargos públicos. Además, en la sierra Hidalguense el mayor conocimiento e ingreso de los productos del bosque y de los programas de Pago por Servicios Ambientales es para los hombres.

Desde hace 10 años, me di a la tarea de acompañar a Yesenia en algunas de sus actividades como representante de la Asociación de Silvicultores, de conocer su casa, a sus hijas, su familia y su espacio laboral: el bosque. Por ello, será la misma Yesenia quien les cuente su historia.

De lo malo siempre sale algo bueno

Comienzo con esta frase porque es una de las que más creo y que más se ha repetido en mi vida. Soy Yesenia Vital Cornejo, nací y crecí en la comunidad de La Mojonera, a hora y media de Pachuca, en un entorno de bosque.

De pequeña, desde la ventana de mi casa veía solo milpa, animales por todos lados y bosque, y afortunadamente aún lo sigo viendo. Ha cambiado, ya es una comunidad más grande, pero por donde se le vea sigue siendo bosque. Un dato curioso es que, desde los nueve años soy ejidataria.

Cuando murió mi abuelo se me quedaron sus derechos porque no había nadie más que lo representara, me tocó a mí. Por eso, en la actividad del bosque, en la organización que lo cuida, ya soy más que veterana. Gracias a mi amor y respeto por el bosque soy una mujer observadora, responsable y empática con mis semejantes y el entorno.

Mi abuelo

Mi abuelo fue un ícono para mí, mi máximo ídolo, mi mayor felicidad. Aunque fue poco el tiempo que viví con él, hasta los seis años, mi apego fue increíble. Yo creo que vine a suplir el papel de un hijo. Aunque tenía más nietos, ya todos estaban fuera de casa, y yo me crié sola con él. De repente digo, ¿de dónde me surgen tantas ideas, tantas cosas? Y pues definitivamente de él.

Fue y sigue siendo mi ejemplo; por él me atreví a ser una estudiante de excelencia, a separarme de mi esposo y ser jefa de familia, me atreví –ya divorciada–, a terminar mi carrera, y me atreví a producir carbón y a cuidar el bosque.

Cuando él muere, yo me quedo al frente de sus derechos ejidales y comienzo a trabajar por y para el bosque, por eso digo, “de lo malo siempre sale algo bueno”.

Yo sí puedo, las mujeres podemos

Soy muy creyente y he aprendido a buscarle el lado bueno a las malas rachas. Además, soy muy terca, me propongo algo y voy directamente hasta que lo consigo. El único problema es que lo manejo solo para el trabajo; no me rindo, consigo lo que quiero, pero en mi persona no lo aplico. Yesenia, la mujer, siempre queda al último.

Me casé a los 20 años, tengo tres hijas. La falta de comunicación con mi esposo, quien se fue a los Estados Unidos, acabó con la relación. Sola y al frente de mi familia, el bosque fue mi opción para subsistir, me he sobado el lomo para hacer el trabajo de producción de carbón, no rajo la leña, pero sí hago todo el proceso de armado, acarreo y tapado, un trabajo físico muy pesado. Siempre con el recelo de las miradas y las críticas.

En 1995, cuando era secretaria del comisariado ejidal, ganamos como organización el Premio Nacional al Mérito Forestal y, en el 2018, fui nominada para el Premio Nacional Forestal en la categoría de mujeres. El solo hecho de haber sido tomada en cuenta fue un honor para mí.

De 2011 a 2014 me tocó ser comisariada ejidal, y de 2021 a 2023 otra compañera mujer estuvo en ese cargo. Es curioso pero, cuando hemos estado mujeres al frente, el ejido ha tomado mayor relevancia e interés externo.

La Mojonera es referente a nivel nacional por sus buenas prácticas de manejo forestal y el trabajo organizado de las y los ejidatarios y prestadores de servicios forestales.

Sus acciones representan la permanencia del bosque, la conservación de especies de flora y fauna, son fuente de empleos y capacitación constante. Puedo decir con orgullo que La Mojonera es hoy un laboratorio al aire libre, en el que las universidades desarrollan actividades académicas y de investigación.

Actualmente se planea un proyecto de turismo de naturaleza, derivado de la gran belleza escénica del lugar, la diversidad biológica y el conjunto de elementos que proveen servicios ecosistémicos

Vivimos en el bosque, con el bosque y del bosque

La parte difícil de mi vida es que mayormente mi trabajo es de convivencia con puros hombres. Desgraciadamente, en el círculo en que nos movemos hay chismes y malos criterios, aunque finalmente uno solo trabaje y haga lo que se tiene que hacer. Más que nada, hay que hacerse respetar para conseguir lo que se quiere.

El principal obstáculo ha sido la parte económica. Para poder terminar la carrera como ingeniera en manejo sustentable de recursos naturales, tuve que sacrificar mi trabajo, prácticamente cinco años desatendí la producción de carbón, lo que afectó mis ingresos y se sumó la pandemia. Pero solo hay que trabajar, y trabajar mucho para poder salir adelante.

He participado en cuatro organizaciones como presidenta y administradora del ejido, y desde el 2022 formé una sociedad cooperativa integrada por ocho mujeres, todas de la familia, incluyendo a mis hijas, dos de ellas ingenieras forestales también. Nos dedicamos a la producción de carbón vegetal en su forma tradicional, la elaboración de artesanías y damos cursos de capacitación en Hidalgo y en otras partes del país.

Hoy contamos con una mejor planta de producción, una infraestructura sólida y de calidad para hacer nuestra actividad. Y seguimos invitando a más mujeres a colaborar en el ejido, haciendo faena para reforestar áreas del bosque.

Mi destino es la actividad forestal

Involucrar a mis hijas en esta actividad es una forma de vida, siempre andamos en el bosque. Mis tres hijas pasarán a ser ejidatarias por sucesión y al ser habitantes de la región, estamos comprometidas, nunca abandonaremos lo social y ecológico por lo económico.

Quienes nos dedicamos a la silvicultura tenemos muy presente que los bosques son una fuente de riqueza impresionante, y no por lo económico, sino por el sinfín de beneficios que aportan a toda la comunidad como el secuestro de carbono, el aire limpio, la producción de oxígeno, los servicios ecosistémicos al filtrar el agua de lluvia y enriquecer los ríos y arroyos, o la regulación de la temperatura en la atmósfera. Y su belleza escénica, la más vista, pero no siempre observada.

Los bosques son como las milpas que nos dan alimento y los jardines que nos dan belleza. Son parte de nuestra vida y los renovamos para que nuestros descendientes los sigan cultivando y admirando.

Que cada quien aporte, desde su conciencia, para revertir los daños, no solo plantando arbolitos, tenemos que separar la basura, no contaminar arroyos o cuerpos de agua y manifestarnos para detener la pérdida de bosques al construir zonas urbanas y carreteras, que son el día a día de una sociedad globalizada, industrializada y motorizada.

El espíritu del bosque

No sé si exista una parte espiritual del bosque y de dónde provenga, pero me encanta ver cómo va cambiando, aunque aparentemente siempre es igual. Escucho lo que el bosque va pidiendo o queriendo. Todas las veces que piso el bosque, siempre me cautiva.

Para mí el bosque es mi complemento y yo soy su complemento, siento que le traigo un beneficio al estar abogando por él. No logro verme en otro ambiente, en otro lado que no sea en el bosque.

Referencias
1 CONABIO, SEMARNATH. (2021). La Biodiversidad en Hidalgo. Estudio de caso. México. 
2 Vázquez García, Verónica; Muñoz Rodríguez, Carolina. (2012). Diagnóstico sobre medio ambiente y desarrollo sustentable con perspectiva de género para el estado de Hidalgo. Pachuca, Hidalgo. Instituto Hidalguense de las Mujeres.

Irma Juárez González
Comunicadora ambiental
Correo-e: irma_juarez@uaeh.edu.mx