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Los bosques de coral negro del Pacífico mexicano

Pedro Medina Rosas y Antonella Lavorato

El término “coral” agrupa miles de especies, y hay varios tipos, como los que construyen arrecifes, de los cuales ya se habló en este número, y otros más, de los que algunos incluso pueden vivir en aguas muy profundas, sin luz o en aguas muy frías, como en los polos.

Existen unos que se conocen como corales negros, del grupo de los antipatarios, que incluyen varias especies que tienen un esqueleto oscuro, de ahí su nombre. Actualmente existen más de 200 especies en este grupo, y casi la cuarta parte fue descrita en los últimos años, todavía hay mucho por estudiar sobre los corales negros.

Los antipatarios pueden vivir en aguas someras, donde pueden ser vistos por los buzos recreativos, pero generalmente viven en aguas profundas, a partir de los 100 metros de profundidad con poblaciones grandes entre los 4 y 8 mil metros de profundidad, e incluso se han encontrado corales negros viviendo hasta casi 9 mil metros de profundidad.

Esta característica ha hecho que su estudio sea complicado, porque muestrear con equipo de buceo convencional implica más riesgo y menos tiempo a esas profundidades. Pero aun así, en México se han realizado estudios utilizando equipo de buceo técnico que permite bajar a profundidades donde se encuentran estos corales, y también con vehículos operados remotamente (ROV por sus siglas en inglés).

Los corales negros aparentan ser plantas por su forma de crecimiento como arbustos, pero son animales coloniales con un crecimiento lento, que pueden llegar a crecer hasta 2 metros de altura.

Esta forma de crecimiento les da la capacidad de formar agrupaciones que se conocen como bosque. Crecer juntas varias colonias en altas concentraciones les da una relevancia ecológica ya que pueden crear hábitats que pueden albergar diversas especies.

Algunos de estos sitios son zonas con alta diversidad, no solo de peces sino también de invertebrados.

Aunque carecen de los simbiontes que habitan en los corales arrecifales, debido a los efectos del cambio climático, también han sufrido mortalidades significativas. En algunos lugares las anomalías de la temperatura del agua no solo es superficial, a más de 50 metros de profundidad puede haber cambios de más de 10 grados centígrados en un periodo corto de unos días.

Hace algunas décadas los corales negros se explotaban comercialmente para venderlos como joyería, donde eran obtenidos del fondo marino para solo aprovechar una parte, principalmente su base más gruesa.

Algunos también se vendían como ejemplares completos debido a su gran belleza. Actualmente las poblaciones del Caribe y Pacífico son tan pequeñas o con tamaños mínimos que esta industria ya no es rentable.

En el Pacífico mexicano habitan dos especies de corales negros: Myriopathes panamensis, de coloración rojiza, y Antipathes galapagensis, de coloración verde y amarilla. La explotación de esta segunda especie fue tan intensa hace unos años que ahora está considerada como “amenazada” y tiene la protección del gobierno a través de la Norma Oficial Mexicana 059 (NOM-059-SEMARNAT-2010).

Se conoce tan poco de estos corales negros que hasta apenas recientemente se publicó información sobre el ciclo reproductivo de la especie Antipathes galapagensis en un estudio que se realizó en el golfo de California.

Ahora se sabe que para reproducirse este coral libera los gametos al agua y ahí se lleva a cabo la fertilización, hasta desarrollar una larva. Por primera vez se supo que las colonias son hermafroditas secuenciales, es decir, que pueden cambiar de sexo conforme pasa su tiempo de vida, primero pueden ser colonias masculinas y posteriormente femeninas, o viceversa. La reproducción se realiza durante el verano, ya que está asociada a la temperatura más cálida del agua. La madurez sexual está relacionada con el tamaño de las colonias, y deben crecer más de medio metro para reproducirse.

Esta información es relevante para los esfuerzos de conservación, porque ahora se conocen los patrones de reproducción y la dimensión que deben tener para poder completar la madurez, algo que se desconocía cuando se explotaba comercialmente.

Estos corales son de crecimiento lento, tienen una gran mortalidad cuando son juveniles, y tardan varios años en lograr tener un tamaño para reproducirse, y se han visto afectados también por los cambios en las temperaturas del agua de mar, que incluso pueden afectarles a las profundidades en las que se desarrollan, por lo que encontrar sitios con colonias saludables y listas para completar su ciclo es de gran relevancia para su protección.

Los impactos por el cambio climático también pueden afectar a estos organismos, que a su vez pueden afectar a los organismos que viven asociados en sus hábitats. Debido a esta condición, se les considera ecosistemas marinos vulnerables.

A nivel internacional también tienen protección a través de CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres), ya que el orden Antipatharia, donde están incluidas las especies de coral negro, está incluido en el Apéndice II, un acuerdo internacional que protege las especies amenazadas con poblaciones que se han visto muy reducidas, aunque no están en peligro de extinción, con una comercialización más restringida.

El grupo de corales negros ha tenido avances recientes gracias a los estudios donde se ha usado tecnología que permite llegar más profundo y con análisis moleculares más precisos que han permitido describir nuevas especies en los últimos años, y descripciones de sitios nuevos donde se desarrollan.

Actualmente se realizan esfuerzos en varios sitios del Pacífico para monitorear y analizar los cambios en las abundancias y crecimiento de estos corales negros, y se ha visto que aunque hay sitios donde existen bosques con abundancias altas, hay otros sitios que no han mantenido su crecimiento y la mortalidad ha sido alta.

Es importante dar seguimiento a los estudios sobre estos organismos y hábitats, a través de nuevas tecnologías y técnicas de muestreo y buceo, para mejorar el entendimiento y relevancia ecológica que tienen los bosques de coral negro de México.

Pedro Medina Rosas y Antonella Lavorato
Universidad de Guadalajara, Centro Universitario de la Costa, Puerto Vallarta, Jalisco
Correo-e: pedromedinarosas@gmail.com