Las parcelas escolares: oportunidades para la reconfiguración agroecológica — ecologica
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Las parcelas escolares: oportunidades para la reconfiguración agroecológica

Humberto González

Aunque la Ley Agraria establece que las parcelas escolares deben tener una función educativa y comunitaria, en la práctica esta finalidad rara vez se cumple.

Frecuentemente son rentadas o administradas en beneficio particular, lo que desvirtúa su propósito y limita su aporte al desarrollo rural. Bien aprovechadas, estas parcelas podrían fortalecer el aprendizaje contextualizado, la agricultura sostenible y la salud, y la buena alimentación infantil.

En diciembre de 2022, México contaba con aproximadamente 29 mil 813 ejidos y 2 mil 416 comunidades agrarias, lo que suma un total de 32 mil 229 núcleos agrarios, en su mayoría ubicados en zonas rurales (Registro Agrario Nacional, 20024).

La gran mayoría de estos núcleos cuenta con parcelas escolares que, de acuerdo con el último censo ejidal, podrían tener una extensión de 9.2 hectáreas, correspondiente a la superficie promedio asignada a un derechohabiente a nivel nacional (INEGI, 2001). Si se multiplica el número de ejidos por dicha superficie promedio, se estima una extensión muy considerable –alrededor de 274 mil 279 hectáreas– que constituye un patrimonio de las escuelas rurales del país.

Este artículo documenta la reconfiguración agroecológica, alimentaria y de salud (RAAS) de una parcela escolar en una comunidad rural de Jalisco, impulsada por la colaboración entre familias, docentes, técnicos e investigadores.

La experiencia de tres años fortaleció la salud, la nutrición y la educación ambiental de las y los escolares, en el marco de un proyecto respaldado por la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación (Secihti)*. El objetivo de este proyecto fue reducir la exposición de niñas y niños a los plaguicidas y con ello mejorar su salud y bienestar.

Una localidad rural con parcela

El Mentidero, ubicado en el estado de Jalisco, cuenta con una población de mil 399 habitantes (INEGI, 2021) y está conformada por población jornalera dedicada a la caña y las hortalizas.

Esta población surgió como caserío de trabajadores vinculados a una antigua hacienda, cuyos terrenos fueron fraccionados con la reforma agraria.

En 1939 se estableció en El Mentidero el ejido La Tuna, de tamaño reducido en comparación con otros de la región, con apenas 29 ejidatarios y una superficie de 511 hectáreas, de las cuales solo 181 eran agrícolas y de riego (RAN, 2023).

Desde la década de 1970, El Mentidero ha crecido con el establecimiento de familias jornaleras migrantes, en su mayoría indígenas náhuatl de Guerrero, que llegan anualmente para trabajar en la cosecha de caña y hortalizas.

Estas familias migrantes viven en condiciones precarias, alojadas en albergues temporales o viviendas improvisadas. Ante la falta de empleos formales no agrícolas, la mayoría depende de trabajos estacionales y mal remunerados en la agroindustria de la caña, lo que evidencia una situación estructural de vulnerabilidad persistente en la comunidad.

Un problema habitual de salud en escuelas rurales

En 2018, madres de la telesecundaria de El Mentidero denunciaron ante las autoridades educativas que un productor aplicaba plaguicidas en la parcela escolar contigua, provocando mareos, dolor de cabeza e irritación en los estudiantes. Ante la falta de respuesta, acudieron a un equipo investigador que monitoreaba exposición infantil a plaguicidas en Jalisco.

Con autorización de madres y padres se analizaron muestras de orina en la Universidad de Guadalajara, detectando residuos de cuatro plaguicidas (ver foto 1).

La evidencia se presentó al cabildo y a medios de comunicación locales y nacionales, pero el ejidatario continuó fumigando.

La Comisión Estatal de Derechos Humanos emitió la Recomendación 141/2021 para proteger la salud infantil y el ambiente sano. El ejido suspendió el cultivo en la fracción de la escolar contigua a la secundaria.

Del cultivo de huertos escolares a la parcela escolar

El proyecto RAAS inició huertos escolares en el kínder, primaria y secundaria de El Mentidero, con la participación de estudiantes, docentes y madres de familia comprometidas con la producción de alimentos y plantas medicinales sin plaguicidas.

La telesecundaria destacó por su mayor espacio, la experiencia agrícola del profesorado y, sobre todo, el impulso de madres preocupadas por la salud infantil.

Los huertos funcionaron como laboratorios vivos donde se integraron saberes ancestrales y prácticas agroecológicas. Meses después, la telesecundaria participó en una convocatoria nacional de la Semarnat y la SEP y obtuvo el primer lugar nacional como “Escuela Secundaria con Trayectoria Ambiental” y una gratificación de 350 mil pesos.

Más allá del premio, lo fundamental fue que las y los estudiantes y maestros, antes expuestos a plaguicidas, demostraron que es posible cultivar alimentos sanos sin agrotóxicos.

Ante la insuficiencia de los huertos escolares para abastecer los comedores de las escuelas, el proyecto RAAS solicitó trabajar la fracción de dos hectáreas de la parcela escolar contigua a la telesecundaria, con el objetivo de producir orgánicamente alimentos para los comedores escolares de El Mentidero.

En cumplimiento de la Recomendación 141/2021 de la Comisión de Derechos Humanos de Jalisco, el municipio gestionó un convenio con el ejido La Tuna para ceder el terreno durante tres años.

En un año y medio, con apoyo municipal, de productores de la región y del presupuesto del proyecto RAAS, en un año y medio se incorporaron 80 toneladas de composta para mejorar el suelo, se obtuvo el permiso de agua del canal de riego y se instaló un sistema de riego por goteo.

La parcela produjo más de 50 cultivos orgánicos para los comedores escolares, demostrando su potencial agroecológico, nutricional y educativo.

Ante la falta de presupuesto para contratar mano de obra, se invitó a familias de la comunidad a sembrar de uno a veinte surcos, con el compromiso de no usar plaguicidas ni fertilizantes químicos y de destinar la mitad de la cosecha a los comedores escolares.

Esta experiencia, guiada por acuerdos colectivos que denominamos “Contrato de Armonía”, se convirtió en un proceso de aprendizaje comunitario.

Un binomio inseparable: parcela y comedores escolares

A diferencia de la agroindustria orientada por el mercado y la rentabilidad, la producción en la parcela escolar tuvo un propósito comunitario: abastecer los comedores escolares y fortalecer la educación, la nutrición y la salud infantil.

Sus beneficios no se midieron en toneladas o dinero, sino en salud, bienestar y formación estudiantil.

Huertos y parcela escolar se consolidaron como un espacio pedagógico y productivo que promovió vínculos solidarios, conciencia ambiental y cuidado infantil en la población y en la región. Participar en los comedores escolares fue otro gran desafío porque estaban concesionados a personas que los veían como negocio y la alimentación saludable no era prioritaria.

Con estudiantes e investigadores de nutrición se trabajó con las cocineras, con las madres de familia y los maestros. En los cursos de verano con niñas y niños de diversas edades no había cocineras e incorporamos a niñas y niños.

Nos dimos cuenta de la posibilidad de convertir la cocina en un laboratorio de aprendizaje de múltiples materias y de convivencia estudiantil.

En mayo de 2025, estudiantes del tercer grado de la telesecundaria de El Mentidero obtuvo el primer lugar en un concurso académico municipal, superando a 12 escuelas, mayoritariamente urbanas.

Este logro refleja el compromiso de una comunidad escolar rural cuyos estudiantes provienen, en su mayoría, de familias asalariadas y migrantes con muy baja escolaridad.

En un contexto de desigualdad educativa, el reconocimiento confirma el potencial transformador de la escuela pública cuando se vincula a procesos pedagógicos integrales y a agroalimentarias sustentables.

La narrativa de la parcela y el comedor escolar en El Mentidero muestra que es posible recuperar la vocación pedagógica y agroalimentaria de las parcelas escolares como patrimonio social destinado a educar, nutrir y formar a las nuevas generaciones rurales en una agricultura sostenible.

Si una propuesta similar se consolida en los 32 mil núcleos agrarios de México, es posible que en una década se garantice el derecho de niñas y niños a una buena salud, se mejore la calidad educativa y se logren un cambio generacional en el campo mexicano.

Referencias
INEGI. (2001). VIII Censo Ejidal del INEGI.
INEGI. (2021). Censo de Población y Vivienda 2020.
Registro Agrario Nacional. (2023). Padrón e Historia de Núcleos Agrarios.
Registro Agrario Nacional. (20024). Indicadores Básicos de la Propiedad Social del RAN.

Humberto González
Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Occidente
Correo-e: hgc@ciesas.edu.mx