Mano Vuelta: de la tierra a la mesa de las familias milperas — ecologica
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Mano Vuelta: de la tierra a la mesa de las familias milperas

Simoneta Negrete Yankelevich, Laura Pamela Ruiz Ponce, Carlos A. Cultid-Medina, Mónica Rodríguez-Montoya, Andrés Guarín Anacona, Tlacaelel Rivera Núñez, Sofía Lail Lugo Castilla, Lilit Pogosyan, Salvador González Arroyo, Alejandra Núñez-de la Mora e Ignacio Eduardo Maldonado Mendoza

¿A qué llamamos “la paradoja de la alimentación”? Cuando los mexicanos pensamos en lo que más extrañaríamos estando lejos del país, pensamos en las tortillas. Quizá fantaseemos con un taco acompañado de salsa verde que nos devuelve a la cocina de la infancia. Ese arraigo tan profundo tiene un origen ancestral en el que pocas veces reparamos.

En México se siembran y cuidan juntas plantas comestibles como maíz, frijol y calabaza, desde hace cerca de diez mil años.

Este es un sistema agroecológico al que llamamos milpa, y ha constituido la principal fuente de energía y nutrientes de la dieta de aproximadamente 400 generaciones en nuestro territorio1, y es un legado para el mundo al dar cuenta de procesos de adaptación biocultural a retos ambientales que apenas empezamos a entender y cuyas enseñanzas son ahora más relevantes que nunca.

Pese a lo fundamental de la milpa para nuestra identidad, la paulatina urbanización de la población mexicana nos ha distanciado del trabajo que pone en la mesa esos taquitos con salsa.

Poco o nada sabemos sobre quiénes son o cómo viven las familias campesinas que cultivan nuestro alimento diario y que resguardan en sus semillas y saberes un tesoro alimentario milenario.

No sabemos qué retos enfrentan en su diario quehacer. Poco más de la mitad de la producción de maíz para consumo humano proviene del esfuerzo de agricultores que en un 93 por ciento son pequeños productores con sembradíos de menos de 2.5 hectáreas2.

No sorprenderá al lector saber que México es un país de inequidades. Pero una de las más lacerantes en términos de nivel de vida, salud y bienestar se evidencia en la población rural3: el 70 por ciento de los 47 millones de personas con inseguridad alimentaria en nuestro país viven en zonas rurales y son mayoritariamente mujeres, menores de edad y personas adultas mayores4.

Es paradójico que sean las personas que producen la mayor parte del alimento que consumimos las que con mayor frecuencia carezcan de alimentación sana.

¿Cómo es esto posible?

La explicación se encuentra en un proceso de transformación socio-cultural y económico iniciado a mediados del siglo XX en todo el mundo como una forma de modernización de la agricultura para hacer frente a las necesidades de una población siempre creciente.

En México, esta modernización se materializó en iniciativas gubernamentales que promovieron la sustitución de la milpa que, además del maíz, incluía otras plantas alimenticias como frijol, calabaza, quelites, chiles y tomates verdes, por monocultivos (únicamente maíz) y utilizando semillas desarrolladas en campos experimentales para incrementar la cantidad de grano en asociación con fertilizantes, maquinaria, herbicidas y otros agroquímicos.

Este cambio radical transformó los sembradíos, de ser agroecosistemas (donde los cultivos mantienen interacciones ecológicas con otras plantas, animales, microorganismos y suelo), a ser “fábricas” eficientes de grano donde dichas interacciones se modificaron o sustituyeron del todo impactando la calidad y la salud de los suelos y agua.

Además de la creación de dependencia de las familias campesinas de programas gubernamentales, hubo muchas particularidades que, al no ser consideradas, generaron, contradictoriamente, mayor pobreza, inseguridad alimentaria y deterioro ambiental.

En particular, la sustitución de la milpa derivó en la pérdida de variedades de semillas adaptadas a las condiciones locales, resultando en cultivos más susceptibles a las vicisitudes climáticas; el uso indiscriminado de fertilizantes y herbicidas redujo la diversidad microbiana del suelo, así como su función de mantener la fertilidad y resistir a plagas y enfermedades, disminuyendo la productividad de los alimentos y generando dependencia de los fertilizantes industriales.

El uso de insecticidas disminuyó la diversidad de insectos y arañas benéficos para el control de plagas y la polinización. La pérdida de diversidad nutricional de la milpa impactó negativamente el crecimiento y desarrollo infantil y contribuyó al aumentó de enfermedades crónicas en adultos.

Los costos de producción y la baja rentabilidad estimularon la migración rural hacia la ciudad, redujo la fuerza de trabajo disponible en el campo y contribuyó a la desintegración del tejido comunitario.

Quizá uno de los efectos más lesivos de los cambios en los modos de producción fue su efecto en los modos de vida, consumo y expectativas, no solo de las comunidades campesinas, sino del resto de la población.

A nivel mundial, y en México de manera notoria, hemos reducido la diversidad de alimentos que consumimos, además de que hemos aumentado nuestro gusto por las grasas, azúcares y alimentos procesados muy bajos en fibra y ¡ya no nos gusta masticar!

Las condiciones económicas nos han orillado a anteponer el precio sobre la calidad; rara vez consideramos la procedencia de los alimentos, el impacto medioambiental de producirlos y trasladarlos, o las condiciones de las personas que los produjeron.

¡Mano Vuelta, en acción!

Romper con esta problemática requiere un abordaje complejo, desde diversas aristas, entre ellas, estrategias para la preservación de la biodiversidad de la milpa como sustento familiar y biocultural, que integre bases científicas con una aproximación campesina de aprendizaje.

Con esa mira, en el proyecto Mano Vuelta trabajamos en colaboración con 11 comunidades milperas alrededor del Cofre de Perote, Veracruz. Mano Vuelta está conformado por 55 familias campesinas, cuatro instituciones académicas, una asociación civil, dos colectivos de arte y más de 100 consumidores urbanos.

Mano Vuelta ha desarrollado una estrategia integrada de seguridad alimentaria sostenible que promueve la conservación de plantas alimenticias nativas y de sus microorganismos asociados, mejora la calidad de los suelos e impacta de manera sustentable y sostenible la salud y bienestar de las comunidades productoras rurales y consumidoras urbanas.

Nuestro trabajo colectivo ha sido muy diverso. Los científicos han identificado microorganismos efectivos para proveer nutrientes a maíces y frijoles nativos, y estudiado la diversidad de polinizadores que visitan la milpa y la diversidad de alimentos cultivados y no cultivados.

Hemos hallado 129 especies de moscas y 90 de abejas nativas que pueden contribuir con la reproducción de las 144 especies de hierbas beneficiosas (32 comestibles y útiles) que florecen en las milpas.

También evaluamos la seguridad alimentaria de 173 familias campesinas. Hemos diversificado 50 parcelas-escuela para mejorar la salud de las plantas y de las familias.

Cincuenta familias ya están capacitadas y realizan obras de conservación de suelos, fertilización orgánica y mejoramiento campesino de semillas.

Cuarenta y seis mujeres campesinas han desarrollado un programa de reflexión y acción, y los artistas han trabajado en la divulgación con títeres, radio y juegos. Hemos compilado un recetario regional, un calendario agrícola y un cartel de la milpa ilustrados, para compartir y difundir los aprendizajes dentro y fuera de las comunidades colaboradoras.

Todos estamos implicados

En Mano Vuelta sostenemos que en el proceso de producción de alimentos estamos implicados todos, simplemente porque todos comemos.

Hemos atestiguado como, con constancia y convicción, estrategias pensadas desde diferentes perspectivas, la participación activa de diferentes miembros de la comunidad y un cariño entrañable por el territorio catapultan cambios sustantivos para una alimentación saludable y sostenibilidad ambiental.

Te invitamos a participar de esta visión, consumiendo productos frescos, de temporada y locales pero, sobre todo, que impacten positivamente la calidad de vida y perspectivas de futuro de las familias que los producen.

Tu salud, la milpa, las familias productoras, el medio ambiente y nuestro futuro te lo agradecerán.

Referencias
1SIAP 2020. SAGARPA. http://www.siap.sagarpa.gob.mx
2Bourges, H., & Trueba, C. C. 2013. El maíz: su importancia en la alimentación de la población mexicana. El maíz en peligro ante los transgénicos. Álvarez, E. y Piñeyro, A. UNAMCIICyH- Unión de Científicos Comprometidos con la Soc., 203-215.
3CONEVAL 2023. Anexo estadístico de pobreza en México 2016-2022.
4ENSANUT 2018. CDMX:INSP.

Simoneta Negrete Yankelevich*, Laura Pamela Ruiz Ponce, Carlos A. Cultid-Medina, Mónica Rodríguez-Montoya, Andrés Guarín Anacona, Tlacaelel Rivera Núñez, Sofía Lail Lugo Castilla, Lilit Pogosyan
y Salvador González Arroyo /
INECOL
Alejandra Núñez-de la Mora / Universidad Veracruzana
Ignacio Eduardo Maldonado Mendoza / CIIDIR-IPN
*Correo-e: simoneta.negrete@inecol.mx