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LA REVUELTA TAMBIÉN ES MAPUCHE / 272

GLORIA MUÑOZ RAMÍREZ

Santiago de Chile.

Sólo dos banderas ondean en las masivas movilizaciones chilenas desde que inició el estallido social el pasado 18 de octubre: la de Chile y la mapuche, el pueblo originario que ha sido desposeído y arrinconado, primero por los conquistadores españoles y después por el Estado chileno que terminó de ocupar sus territorios del Valle del Aconcagua, al seno de Reloncaví.

Uno de los íconos de la revuelta es la fotografía del monumento al general Manuel Baquedano, en la ex Plaza Italia, renombrada por los manifestantes como Plaza de la Dignidad. La imagen muestra al militar a caballo cubierto de mantas y pintas, en medio de una nube de gases lacrimógenos y una bandera en lo alto: la wenufoye, el símbolo mapuche que estas semanas ha sido levantado, como nunca antes, no sólo por los indígenas, sino por el resto de una sociedad que los había negado.

Los mapuche están en el estallido con sus propias demandas. Para ellos no es nueva la represión, pues se han curtido en ella desde siempre. Uno de los esténciles plasmados en las paredes a las que prácticamente ya no les cabe una consigna más es justo el del rostro de Camilo Catrillanca, joven mapuche asesinado el 14 de noviembre de 2018, a los 24 años de edad, por un impacto de bala en la cabeza durante la represión de los carabineros en la comunidad de Temucuicui. El primer aniversario de su muerte fue recordado en las calles, en medio de una movilización que incluyó la demanda de justicia, el fin de la militarización y persecución, y el reconocimiento del territorio.

Perseguidos al amparo de la Constitución pinochetista que hoy se quiere reformar, los mapuche que han recuperado tierras en el sur del país han sido criminalizados por la ley antiterrorista y pagado largas condenas en las cárceles de Angol, Concepción y Temuco. Pero, lejos de amedrentarse, a las acciones de recuperación de su territorio han sumado el reconocimiento de su cultura, autonomía, lengua y organización ancestral.

Hoy, al calor de las protestas en las que la población chilena demanda mejoras salariales, pensiones dignas, servicios de salud y de educación, entre otras exigencias, se destaca que las familias mapuche han percibido casi la mitad de ingresos de las no indígenas, que tienen una menor escolaridad que el promedio y una mayor mortalidad infantil, entre otros datos que develan la desigualdad dentro de la desigualdad.

Simona Mayo, integrante de la Comunidad de Historia Mapuche, del Kolectivo Mapuche Feminista Rangiñtulewfü y actualmente parte de la Coordinación de Naciones Originarias de la Región Metropolitana (CONORM), organización creada en la actual coyuntura política, sostiene en entrevista con Ojarasca que en la llamada revolución de octubre, que empezó con el sector de estudiantes secundarios, los jóvenes mapuche han sido “parte muy importante de las movilizaciones y construcciones”.

“Si bien es un estallido que surge a partir de una situación transversal a todos los pueblos que viven en este país, y de otras nacionalidades que han migrado para acá, desde la perspectiva mapuche vemos esto como algo que se ha profundizado durante mucho tiempo”, explica Simona, y añade que “son situaciones que en Wallmapu se han vivido históricamente”.

La violencia estructural y política del Estado chileno hacia el pueblo mapuche y otros pueblos indígenas tiene una larga data, indica la joven estudiante y activista mapuche. “Nosotros hablamos de un continuum colonial, y en ese sentido las reivindicaciones del pueblo mapuche se han juntado también con las del pueblo chileno”.

La integrante de la Comunidad de Historia Mapuche señala que en Chile hay una fuerte profundización del extractivismo que afecta los recursos naturales, el acceso al agua, a la tierra y a los recursos para trabajarla, crisis que, indica, “nosotros también vivimos como pueblo mapuche. Es algo que hemos dicho desde hace mucho tiempo, sobre todo lo que tiene que ver con las mineras, las hidroeléctricas, etcétera”.

La revuelta inició por el aumento de 30 pesos en el costo del Metro, y tiene como slogan “no son 30 pesos, son 30 años”, pero para los mapuche, advierte Simona Mayo, “no son 30 años, sino más de 500 de una violencia estructural que vivimos como pueblos”.

Hoy, indica, “el pueblo chileno se ve reflejado en el pueblo mapuche como uno de los que ha sido oprimidos históricamente, y sienten, creo yo, que al levantar nuestra bandera están reivindicando esa resistencia histórica y que hoy también es una bandera de lucha del pueblo chileno”.

¿Cómo se insertarán los mapuche en las reformas anunciadas? Las posturas que se escuchan en foros como “América Leatina”, organizado por la editorial Quimantú, son sobre la participación, o no, de los mapuche en el proceso de la Constituyente. Hay quienes afirman que el camino a seguir es la plurinacionalidad, incluso con la formación de un partido mapuche. Se habla de los resultados en Ecuador y en Bolivia y, aunque no les convencen, afirman que aquí se puede implementar de otra manera. Hay otros que, desde el sur, ejercen su autonomía al margen de un sistema electoral en el que no se ven representados. Los mapuche de estas comunidades han marchado hacia las ciudades y tirado las estatuas de los conquistadores. Y desde la Araucanía, el líder mapuche Aucán Huilcamán, del Consejo de Todas las Tierras, anunció que en su territorio instalarían un “gobierno paralelo”.

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