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LA ESPERANZA MAPUCHE

JUAN TRUJILLO LIMONES

Es importante sacar hoy lo mejor de nosotros, el legado de los abuelos, el conocimiento tradicional de los pueblos indígenas en beneficio de la humanidad toda. Esta situación global (por la epidemia del Covid-19) es un momento en que, con solidaridad, necesitamos construir un futuro mejor”, explica en entrevista Juan Antonio Calfín, líder de la Organización Desarrollo Intercultural de Chile y miembro de Minga (o trabajo comunitario o colectivo voluntario) por los Pueblos.

La región indígena de la Araucanía se encuentra ya viviendo el extremoso invierno austral. La epidemia llegó a la región desde el cinco de marzo y las comunidades mapuche lafkenche de Toltén en la zona baja, así como las mapuche pehuenche de Curarrehue, enclavadas en la cordillera de los Andes, han reaccionado con notables acciones, no sólo para proteger la salud de sus habitantes, sino también, paradójicamente, fortalecer su autonomía comunitaria.

A iniciativa de jóvenes mapuche y mestizos residentes en las comunidades y en ciudades, impulsan la coordinación de la Minga para apoyar a sus familias. En alianza con organizaciones como el Centro de Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas de Chile, la Universidad Central, la Asociación Indígena Calaucán, la Fundación Ligwen, la Fundación Artesanos de la Paz y otras, se han propuesto impulsar el apoyo para 32 comunidades de la región mapuche. A través de este esfuerzo se entregarán, entre mayo y septiembre, canastas solidarias y al menos 300 cajas con alimento durante la temporada. En Chile existen poco más de dos mil comunidades mapuche cuya alimentación se basa en harina y levadura para producir pan, frutos silvestres, carne de borrego y de res. Sin embargo, desde que el gobierno central anunció la “emergencia sanitaria”, las autoridades tradicionales decidieron cerrar el acceso a su territorio. La escasez de insumos del mercado externo llevó a que el gobierno de Chile enviara una caja por comunidad, lo que fue insuficiente y desató la organización de los jóvenes. “Estamos entregando cuatro o cinco cajas por comunidad, llegando a no más del 5 o 6% del total de las comunidades”, explica Calfín, también coordinador para Sudamérica de Alianza Milpa.

Mientras en Santiago, capital del país, algunas poblaciones han sido confinadas por la cuarentena, hay otras organizadas que viven al día sin ingreso y generan ollas comunes para compartir alimentos entre la gente en situación de calle. El invierno y el cierre de las fuentes de trabajo remunerado han develado aún más la desigualdad de estratos de la sociedad civil urbana. El esfuerzo de la Minga intenta también fortalecer el mercado local autónomo y brindar entusiasmo.

Un fenómeno social provocado por la pandemia es que jóvenes mapuche que se quedaron sin trabajo en las urbes regresaron a sus comunidades: “Están retornando a los territorios valorando su legado, volviendo a su cultura, sembrando con los abuelos, picando leña y apreciando que ésa es la manera de vivir en armonía con la Madre Tierra”.

Días después del primer caso por Covid-19 en Chile, en asambleas, las autoridades tradicionales lonko de la provincia de Cautín decidieron cerrar los accesos a las comunidades. Aunque era una medida ilegal, con el invierno en ciernes “la gente cortó igual, hicieron su propio control sanitario de acceso, pero eso produjo que no existieran los buses que van a los pueblos porque las comunidades no querían que la gente saliera y luego volviera con el virus a las comunidades, para así proteger a los niños y adultos mayores”, explica Calfin, originario de la comunidad Francisca Lienlaf.

Esa decisión tuvo una repercusión que desde hace mucho algunas autoridades de regiones indígenas buscaban aplicar: el cierre de los caminos a las empresas forestales que deforestan el bosque araucano: “Siempre se quería hacer, pero era ilegal. En cambio, ahora estamos amparados en la emergencia y podemos tomar esa decisión con base en el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo sobre autonomía y libre determinación en casos de emergencia”. La resistencia mapuche ha sido beligerante desde hace décadas, especialmente contra las empresas que no sólo destruyen el bosque para la comercialización de madera, sino que por muchos años han despojado de sus tierras a sus dueños originarios.

Con las comunidades cerradas, la Minga se propone generar, con voluntarios mapuche, panaderías solidarias que se puedan sostener con hornos de barro colectivos y trueque; lavanderías y secadoras que sirvan durante la temporada invernal. Como parte de un plan ambicioso de apoyo social, el colectivo de agrupaciones también busca instalar infraestructura para la conexión comunitaria y el apoyo a la educación: “Estamos implementando redes por comunidades y también recibiendo computadoras en desuso para llevarlas a los espacios comunitarios. Los planes de Internet vamos a gestionarlos con una campaña pública con antenas que repliquen la señal”.

La brisa fresca del mar se respira en la región mapuche lafkenche. Algunas comunidades de la zona baja en Toltén cuentan con islas y tienen entre 50 y 150 familias. La tierra fértil de esta región ha permitido la sobrevivencia de este pueblo por milenios. Con las frutas se elaboran mermeladas que venden en paraderos y ciudades. La Minga apoyará para articular su fabricación artesanal, cuando los frascos son escasos en el campo. La campaña de recolección de los contendedores se despliega ya en las ciudades durante la cuarentena para hacerlos llegar a las familias. Frente al Covid-19, al invierno y al cierre de caminos, la respuesta colectiva anida en su propia fortaleza, que con pequeños pasos lleva esperanza para sus comunidades.

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