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QUIEN PONE LA CERCA ES EL ENEMIGO

VIRGINIA MACHADO

LA “RETOMADA” GUARANÍ DE PONTA DO ARADO CUMPLE DOS AÑOS

El día 15 de junio, el pueblo mbya guarani en las tierras de Arado Velho (Porto Alegre/Brasil) completó sus primeros dos años de retomada, es decir, la recuperación de sus tierras. Son dos años custodiando la floresta, manteniendo viva la cultura guaraní, ahora con dos bebés recién nacidos en la nueva comunidad. A todas las personas y pueblos en retomada de sus cultura y territorio, a Timoteo Karai Mirim, xondaria y xondaro kuery de Yjere, nuestro agradecimiento por compartir su modo de vivir sonriendo y luchando. Gracias por la orientación en la caminada. A continuación, las palabras de la joven V.

Andar en la floresta y reconocer los caminos, encontrar en los árboles y en el canto de los pájaros las historias ancestrales, que conectan el presente a lo que ya fue vivido. En la caminata del pueblo mbya guarani, cada paso de sus antepasados puede ser encontrado en este suelo; por las islas y las rutas acuíferas del lago Guaíba, donde Jurua construyó yate-clubs y barrios privados, está marcada la presencia de gente nativa, mucho antes de llamarse Porto Alegre, antes de que Rio Grande do Sul fuera el nombre del estado. Entre las haciendas del antiguo Arado y la desembocadura de las aguas del ‘Guayba’, las pequeñas islas y ensenadas sirven de filtro a la subida de nivel del mar, que llena la Laguna de los Patos y abastece las cuencas hídricas de la metrópolis, dando de beber a más de 1 millón de habitantes. Entre plásticos traídos por la corriente y la nueva área de especulación inmobiliaria por un nuevo proyecto habitacional de alto lujo, existe un hogar donde el canto de los monos aulladores todavía puede ser escuchado por las mañanas, donde la contaminación sonora, visual y psicológica de nuestra civilización aún puede ser ahogada por grillos y vientos, acunando el sueño de los kiringue kuery y los cantos para Nhanderu. En este sitio, Yjere —donde el río se curva— un sitio se vuelve vida. Y se afirma con petyngua.

Guiados por un sueño de alerta sobre una tierra amenazada, los xeramoi hacen retomada, vuelven a visitar el espacio habitado por sus parientes ancestrales. Al lado del tata —el fuego que calienta las noches frías y cocina el reviro de harina de avaxi— se aconsejan con los espíritus, hablan de tekoa, hacer comunidad. Hace muchos años, uno de los más ancianos ya había dicho que era allí la tierrita para hacer opy, hacer milpa, donde podrán jugar los niños y comer pitanga. Tekoa. Territorio. Que cuando se encuentra amenazado, amenaza a todos nosotros. Los hijos de la tierra vuelven a cobrar lo que es suyo, un espacio de floresta para vivir el nhandereko.

Hace 520 años que ésta es la lucha de las personas dentro de una cultura viva, que existía antes de que el europeo colonizara estas tierras. Y es ésa la historia que los xeramoi quieren preservar cuando hacen retomada. Es para que sus hijos puedan crecer escuchando las palabras antiguas, los sonidos de los pájaros que aún cantan a pesar del ruido de las máquinas. Para que sus presencias en este territorio tan devastado por el modelo colonial puedan darnos aún algunos años más de oxígeno y agua potable. Para que haya ríos limpios para bañarse y frutas nativas para alimentar los cuerpos con la salud de la tierra. Si este modelo de vida muere, si esta cultura se pierde, se pierden los saberes que nos trajeron hasta acá, un bioma abundante de semillas que vienen de miles de años, un cuidado que se pierde a cada poblado indígena devastado por la minería de carbón y el monocultivo de soja transgénica. La amenaza a los pueblos originarios, conocedores de cada pedacito del suelo de este lugar, es una amenaza a la existencia de la especie.

El mensaje de los karai y kunhakarai, de los que escuchan las señales de la tierra, es práctico. Esa civilización fallida sólo nos llevará, a todos, al abismo. Es en defensa de su existencia como individuos, como cultura y, además, en defensa de la vida en la tierra en la en que los mbya guarani ocupan 30 metros de playa en la Punta de Arado, zona sur de Porto Alegre/ Brasil: para que nunca más los imperios de concreto se lleven la vida de nuestros árboles, de nuestras aguas, de nuestra riqueza verdadera, la única necesaria para la vida.

Para los señores de las máquinas, los señores que quieren vender y comprar todo lo que miran, es una amenaza que el modelo de vida autónomo de los mbya guarani y de todos los pueblos originarios siga existiendo. Los señores se ven amenazados por una presencia que aún sonríe, una existencia sin control del Estado, sin policía, sin dinero. Un modelo que llevaría al colapso a la industria farmacéutica, la minería, las hidroeléctricas y el agronegocio. Un modo de vida que daría fin a los modos de muerte, esos que financian el exterminio en masa de culturas enteras en nombre del progreso.

Nhandereko, vivir el modo de vida, aunque cueste la propia vida

Es en este escenario que se dibuja la lucha de la Retomada Mbya Guarani en las tierras de Arado Velho, un escenario en disputa por una tierra que aún tiene los recursos mínimos para desarrollar la vida en conexión con la Tierra. Con la elección de Jair Bolsonaro en octubre de 2018, la historia de las personas que retoman la Ponta do Arado se ve atravesada por la política neo-fascista que ya se encontraba ganando espacio en todo Brasil, por la colocación de una cerca de alambre de púas con sensor de movimiento, confinando a la Retomada entre el margen del Lago Guaíba y la Hacienda de Arado.

Tan sólo treinta metros para desarrollar su cultura. Treinta metros para cazar su alimento, para plantar mandio, avaxi y jety. Aislados, los mbya guarani se veían obligados a pedir ayuda a quienes apoyan la lucha indígena, para que alimentos y artículos básicos de sobrevivencia no les faltaran a las familias. Marcando la continuidad del colonialismo que baña de sangre las tierras de todo Brasil, la asunción de Bolsonaro a la presidencia en enero de 2019 también marca un periodo de tensión y lucha para los mbya. Pasados 12 días, los funcionarios de CSV (compañía de seguridad privada con base en el barrio Belém Novo y empresa contratada por la Hacienda de Arado Velho) entraron en el campamento de los mbya y dispararon cerca de 80 tiros en dirección a las tiendas donde dormían los guarani, incluidos niños y ancianos. En esa “visita”, dejaron marcada su amenaza: “Ahora Bolsonaro es presidente y nosotros somos policías, podemos hacer lo que queremos, es nuestro derecho”. Y un aviso: “Si no salen antes del domingo” —el episodio pasó en un viernes a la noche, después de que los guardias pasaran el día entero haciendo asando carne y tomando cerveza al lado de la Retomada— “vamos a volver, y vamos a matar a todos, incluso a los niños”.

El ataque generó repercusión gracias a que los apoyos y vigilancias nocturnas pasaron a ser rutina. La policía del terror del nuevo gobierno neocolonial se hizo presente durante meses después del primer ataque. Varios otros ataques siguieron a pesar de las investigaciones de la Policía Civil y de la Policía Federal, que encontraron decenas de cartuchos de balas de armas de fuego pertenecientes al Ejército.

La tentativa de asesinato y la consecuente cárcel privada sufridas por las xondaria y xondaro kuery que defienden la permanencia de la floresta en la Ponta do Arado es un episodio más de tantos que marcan la historia de este hogar que hoy llamamos Brasil, paraíso de exportación de recursos para todos los rincones modernizados del planeta.

La lucha por la demarcación de tierras y por la vida natural posee diversos enemigos y la Justicia muchas veces es uno de ellos. A poco menos de un mes del primer ataque, el Juez de Primera Instancia del Estado de Rio Grande do Sul, fulano de tal, firmó una prohibición para cualquier persona que apoyase la Retomada, prohibiendo a la red de apoyo el acceso a la playa por barco y llevar alimentos e incluso agua para los mbya guarani. Es decir, aislados y sin alimento, su señoría dejaría morir a los mbya de hambre. Fueron meses de vigilancias nocturnas, confinamiento, de escuchar amenazas viniendo del campamento de los guardias, meses de tensión diaria, con cada paso andando por tierras ocupadas históricamente por pueblos originarios.

Meses de sabotaje y persecución a quienes les apoyan, entre ellos pescadores locales que encontraron sus barcos destruidos y corrieron riesgo de perder su permiso de pesca.

Meses de miedo de beber agua envenenada —ya que el pozo del que la comunidad bebe muchas veces fue saboteado e incluso tapado con cemento—, meses de armas de fuego circulando a pocos metros de donde juegan los kiringue. Alrededor de la fogata, mientras el ka’a es servido en ronda, resuenan las palabras de sabiduría del líder Timoteo Karai Mirim que el petyngua transforma en fuerza y en inspiración para todas las personas que escuchan el llamado por la tierra. Y aún después de meses de terror psicológico, Timoteo sopla firme aún el humo de petyn en dirección al corazón de los sicarios armados de la empresa.

Fue gracias a esa fuerza, la fuerza ancestral, que la Retomada Mbya Guarani de las tierras de Arado Velho completa este invierno de 2020 sus primeros dos años de resistencia. En dos años, ya son dos los bebés nacidos en este territorio, que hoy aguarda el análisis para la demarcación del área de Tierra Indígena en el Supremo Tribunal Federal de Justicia. Las familias que allí viven hoy pueden dormir un poco más tranquilas, ya que la cerca y el puesto de seguridad armada fueron retirados por medio de la prohibición bajo pena de multa.

Hoy, al igual que millones de personas alrededor del planeta, el pueblo mbya guarani se encuentra aislado sin barreras físicas. La venta de artesanías, fuente de ingreso financiero de las familias, está imposibilitada por la cuarentena del Covid-19, y una vez más quienes apoyan el proceso y el Consejo Indigenista Misionario (CIMI) juntan fuerzas para que no falte alimento y otras necesidades. En tiempos de pandemia, la Retomada es descanso. Y en esta estación del año, es tiempo de resguardarse para mantener las raíces firmes y la tierra fértil. Para que más kiringue nazcan saludables y fuertes, para que mas xondaria y xondaro kuery puedan luchar por la tierra, para que los xeramoi puedan seguir llevando las palabras antiguas a los que lleguen. Aquí se vive ya bien-vivir, aún estando tan cerca del alambrado de la civilización.

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