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LOS SISTEMAS APROVECHAN LA PANDEMIA PARA APRETAR A LOS PUEBLOS. UN INFORME LATINOAMERICANO / 282

RAMÓN VERA-HERRERA

Ganancias, privilegios, control y represión. La respuesta sistémica a la pandemia en América Latina, 23 de septiembre de 2020.

Es un logro poder recabar, por abajo, evidencias desde los rincones de nuestro continente a partir de las voces de personas y comunidades que sufren en directo agravios y percances, políticas nocivas y ataques nada velados. Tal información es pertinente para entender el desarrollo de las caóticas y amañadas decisiones —entreveradas de corrupción y falta de responsabilidad— de instancias corporativas y de gobierno en diferentes países de América Latina que inciden negativamente en la población. Ganancias, privilegios, control y represión: la respuesta sistémica a la pandemia intenta ser “un recuento puntual de reformas e imposiciones que recrudecen las condiciones de zozobra, indefensión, malestar, sojuzgamiento y violencia a las que está siendo sometida la población latinoamericana en estos tiempos de emergencia”.

El informe documenta la respuesta de los poderes estatal, gubernamental, corporativo y represivo ante las condiciones de emergencia que esta pandemia impuso en Brasil, Paraguay, Uruguay, Argentina, Chile, Ecuador, Colombia, Costa Rica, Honduras y México.

Si bien los datos de la pandemia se mueven aumentando día con día el número de personas contagiadas y fallecimientos, la mirada que aporta este informe sigue reflejando la actitud de las instancias cuestionadas: “Mala voluntad y que mueran quienes tengan que morir, expresan los gobiernos y los organismos internacionales que se arrogan la gestión de esta extraña condición generalizada. Así Europa abrió sin miramientos las condiciones de su ‘nueva normalidad’ cuando en América Latina la curva de contagios crecía”, reza la portada del documento.

Durante toda la cuarentena en forma casi global, hace más de siete meses, “en América Latina el agronegocio, y otras muchas puntas de la industria no sólo no mantuvieron en aislamiento sino que continúan con total impunidad profundizando sus impactos y daños a comunidades y ecosistemas. En casi todos los países de la región, las actividades agroindustriales y de extractivismo fueron exceptuadas de restricciones por considerarse en las medidas tomadas como actividades esenciales”.

El capitalismo no se mueve de su idea de resolver los problemas promoviendo las mismas causas que los provocaron. Así, gobiernos, empresas y cómplices internacionales “siguen pugnando por reformas e imposiciones amenazando la estabilidad de sus propias estructuras”; siempre les urgirá que las ganancias tengan lugar y, como tal, “reactivar la economía” al costo de lo que sea, aún atropellando las estrategias autónomas de supervivencia.

Por lo pronto en Perú, Ecuador, Chile, Brasil, Argentina o México, la gente sola (sin ayuda del gobierno o las empresas) pero organizada en sus comunidades, enfrenta la pandemia aunque no sea sorpresa que haya campañas contra toda la medicina que no es institucional, positivista, y se marginará cualquier solución integral que no signifique sólo intervenir en quienes ya enfermaron mediante la promoción de fármacos y medidas de emergencia puntuales, caso por caso.

El documento está organizado en dos secciones básicas: una en donde se recogen las principales líneas de incidencia que se repiten de modo muy semejante en todos los países estudiados, y después un análisis por país, donde se resaltan los principales agravios tanto en las políticas públicas, las reformas constitucionales, los acaparamientos de bienes comunes incluida la tierra y el agua, la promoción de prebendas para los inversionistas, el avance en tratados de libre comercio que sirven de desvío de poder para privilegiar corporaciones, y el abandono de la población a su propia suerte, en una situación de emergencia humanitaria que deja al desnudo la falta de toda ética por parte de gobiernos y corporaciones.

En la sistematización de agravios, el documento anota nodos de algidez, situaciones que agravan el estado en que se encuentran las poblaciones de tales países. Si lo sufren en extremo las poblaciones más desprotegidas, este desprecio es generalizado y sólo excluye a las clases privilegiadas.

Entre los efectos negativos está la promoción de ajustes en las políticas públicas expresados en reformas constitucionales, leyes y normativas. Se pierden derechos laborales, se restringe la movilidad, se privatizan recursos públicos y bienes comunes, se le da margen más laxo a los cuerpos represivos. Se aceleró el saqueo territorial al agilizar concesiones y cancelar o minimizar requisitos para las licencias y manifestaciones de impacto ambiental.

Los cuerpos policiacos, guardias nacionales y ejército salen a las calles, llegan a comunidades y aulas. La violencia contra las mujeres se intensifica hasta límites nunca vistos, crecen los asesinatos contra quienes defienden derechos humanos, territorios y el ambiente, o están contra megaproyectos y el crimen organizado.

Donde las comunidades rurales “sufren el acorralamiento de corredores industriales, megaproyectos, extractivismo o plantaciones, vulnerando sus filtros sanitarios por el cinturón de servicios, corrupción y giros negros que conllevan todos estos proyectos”, reconocemos fronteras de asedio que serán sitios de contagio. En Ecuador esto fue muy brutal para “los obreros de bananeras, de palma, piscinas camaroneras, planteles florícolas y muchos más, que deben continuar con sus labores, como si el país no estuviera bajo emergencia sanitaria, y con riesgo de contraer Covid-19, sin protección especial alguna”.

Obedeciendo y promocionando los TLC, los gobiernos marginan la producción independiente y campesina, y alegan normas de higiene inalcanzables y absurdas. La pandemia se aprovechó para promover la agricultura industrial y sus campañas en pos de comestibles ultra procesados. “Los empresarios del agronegocio se esmeran en lograr más subsidios, más permisos para importar agrotóxicos y ajustar las leyes para evadir su responsabilidad con la salud de los trabajadores”.

Una especie de tsunami digital con la consabida promoción de tecnologías informáticas, satelitales e inalámbricas, para los procesos productivos y comunicativos, se desplegó por todo el mundo pero en especial en América Latina, incluso para los registros agrarios, para los seguros de desempleo y para la posibilidad de servicios de salud. }

Los colapsos de las redes hospitalarias y en los sistemas de atención a la salud fueron algo que se avecinaba por el desmantelamiento que durante años sufrieron todo tipo de servicios. El comercio local, las tiendas de barrio o los puestos callejeros están siendo marginados en favor de los supermercados “sanitizados”. Hay un adelgazamiento de los presupuestos destinados al bienestar general.

Aunque en campo y ciudad existen redes de mutualidad y organización comunitaria, abasto y cuidados, independientes y cuidadosas, las autoridades e instituciones no hacen esfuerzos por entablar comunicación o coordinar colaboraciones que enfrenten los desastres a la salud y a las economías familiares, locales y nacionales.

Cada país cocinó sus propias formas de recrudecimiento, promoviendo más leyes y decretos en favor del interés privado, más agrotóxicos. Privatización del agua, deforestación y quema de bosques que aumentan la frontera agropecuaria, en Colombia y Brasil. Promoción de granjas industriales inmensas en Argentina. Muchos más transgénicos, en varios países, militarización que invade hasta el jardín infantil, despidos injustificados, y mantener como rehenes a dos mil 500 presos mapuche, como en Chile.

Asesinatos brutales de líderes ambientales y sociales, de mujeres y niñas, recrudecimiento bestial de la violencia en México, Guatemala, Honduras, Costa Rica, Colombia, Ecuador, Chile, Paraguay, Argentina y Brasil.

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Ramón Vera-Herrera Ver el informe en: http://www.biodiversidadla.org/Recomendamos/ Ganancias-privilegios-control-y-represion

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