LA VITALIDAD: TRES TESTIMONIOS DIRECTOS / 285 — ojarasca Ojarasca
Usted está aquí: Inicio / Veredas / LA VITALIDAD: TRES TESTIMONIOS DIRECTOS / 285

LA VITALIDAD: TRES TESTIMONIOS DIRECTOS / 285

ELIZAMA OLAYA, JIMENA CAMACHO Y LUIS ÁNGEL GANDARA OLAYA

EL MIEDO

ELIZAMA OLAYA

Siempre agradeciendo a Dios por todo, porque él siempre ha sido esperanza. El miedo te paraliza, es el enemigo más grande. Dejamos que nuestros temores se apoderen de nuestros sueños, esperanzas e ilusiones. Pero llega el momento en que tú eres más fuerte que tu propio miedo. Es una fuerza tan grande que te hace romper con esas cadenas que te ataban y te aferras porque sólo tu corazón y sólo él sabe la respuesta de lo que realmente quieres en esta vida.

A veces es demasiado tarde para algunos sueños porque existen tiempos y entendemos que no tenemos la capacidad de poder controlar todo en esta vida y pensamos que cuando realmente se quiere algo no importa el tiempo. Es ahí cuando te das cuenta de que aún hay muchos sueños que alcanzar. Porque detrás de cada miedo hay un gran sueño. Ya lo has logrado y lo lograrás siempre que quieras, tú puedes correr como el agua clara y brillante del río, venciendo cualquier obstáculo. Porque fuimos creados por Dios por un propósito, para dejar huellas en la vida.

Recuerda siempre perseguir nuestros sueños y aferrarnos a ellos, ya verás que por más pequeños o grandes que sean tus sueños lo lograrás si te lo propones desde lo más profundo del alma y el corazón. Nunca permitas que nadie interfiera en ellos, que nadie te diga que no puedes hacerlo, que no eres capaz. Simplemente escucha a tu corazón y sólo a tu corazón, él siempre te dará la respuesta.

Siéntete orgullosa de cómo eres, porque tu esencia aún no se ha perdido, tu esencia brilla como una estrella en el cielo. Ámate más de lo que ayer te amaste, vive la vida como si fuera el último día de tu existencia. Recuerda nunca más dejar que tus miedos se apoderen de ti.

Mientras Dios te de vida, salud y esperanza con eso tienes mucho. Aún queda mucho por vivir, siempre de la mano de Dios agradeciéndole por todo. Por cada una de las personas que Él ha puesto a lo largo de nuestras vidas y cada una de ellas ¡gracias! Porque han dejado parte de su esencia en nuestra vida.

Me inspiré a escribir esto porque después de los años que tengo mi vida cambió, he aprendido a valorarme como mujer, amarme y a sentirme plena. Ojalá más mujeres que se encuentran en una situación como en la que yo me encontraba puedan inspirarse y aprendan a decir: “Yo puedo, claro que puedo”. Sin importar la edad, aférrense a sus sueños en todo lo que quieran hacer, siempre con el corazón y sin miedos.

__________

Semblanza: mi nombre es Elizama Olaya Espíndola, soy de Zacapoaxtla, Puebla. Tengo treinta y seis años, soy una mujer apasionada, entregada a todo lo que hago y tengo demasiados sueños que poco a poco estoy empezando a realizarlos. Soy madre y esposa y amo a mi familia. Orgullosamente soy empleada doméstica, me encanta lo que hago.

 

***

OIGO VOCES

JIMENA CAMACHO

Oigo voces. Unas dentro de mí y otras lejanas como ecos de una conciencia ancestral reverberando a través de los montes, de valles y las aguas. Oigo voces, de hombres y mujeres jóvenes. De ancianos y también de mediana edad. Oigo zapatos que taconean, andando en un largo, pero incansable peregrinar. Algunas susurran entre ellas, otras desgarrando gargantas a punto están. Protegiendo humanos, animales o naturaleza, ahí van, mariposeando en el viento. Todas me llenan de esperanza, renuevan mi voluntad. Pintadas de humor o de coraje, todas, a su modo, con sus saberes, con lo que tienen a mano y como pueden

dicen más o menos lo mismo: ¡Justicia, respeto, paz, libertad!

 

***

HAY QUE MORIR COMO SE VIVE

LUIS ÁNGEL GANDARA OLAYA

Hoy desperté con los pies más puestos en la tierra que nunca. Caminaba ignorando el pavimento, ignorando los semáforos. Lo único que sentía era la conexión de mis pasos con el suelo. Me quité los zapatos y los dejé por ahí, porque sabía que Dios estaba allí tendido a lo largo de la banqueta y quería sentirlo, quería probarlo. Quería probar y no sólo su verbo, quería sentir su carne con las llagas de mis pies. Con la raíz de mi cuerpo, con la finitud de mi Ser. Hoy desperté y le di un beso a mi amada, la besé como si fuera el último momento que la vería, le di un beso suave y cálido, un beso que la hiciera sentir plena y que con él reafirmara, no por convicción sino por mero placer, que yo la amaba hasta mi páncreas.

Hoy desperté sabiendo que voy a morir y que no soy un enfermo terminal, sólo soy un humano que existe y que quiere comenzar a vivir. A cada paso que daba desvelaba más y más a Dios, cada vez estaba más cerca de mí, en cada árbol, en cada edificio, incluso en una ventana. Allí me detuve porque por un momento sentí que lo perdía de vista pero miré bien la ventana y allí estaba mirándome fijamente. Él estaba en mi hígado, en mis vísceras, en mis venas. Sonreí y él también se echó a reír.

Hoy desperté y solté el peso de las herencias, de las heridas de mis antepasados. Radicalmente me desprendí de mi linaje y me fui a aullar al bosque. Sabía que no tenía que tener miedo a la muerte, ni mucho menos enfrentarla, porque al final, muerte de miserable o muerte de grato, muerte de perro o muerte de hombre, hay que morir como se vive.

__________

Luis Ángel Gandara Olaya vive en Teziutlán. Estudia en la Universidad Intercultural del Estado de Puebla.

comentarios de blog provistos por Disqus