EL DIA MENOS PENSADO… — ojarasca Ojarasca
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EL DIA MENOS PENSADO…

LAMBERTO ROQUE HERNANDEZ

I HELLA LOVE OAKLAND

Los indigentes cagan y se orinan en frente de murales que en su momento fueron inspiraciones para las comunidades diversas de la ciudad. Los indigentes viven bajo los puentes. Lugares decorados con murales pintados por artistas locales. Velan sus sueños, miran sus desgracias los personajes pintados en las paredes. Los indigentes los orinan a diestra y siniestra. Han tomado esos sitios para instalarse por tiempo indefinido. Sus casas están construidas de lo que sea. Fierros herrumbrosos. Plásticos, maderas, cartones y lonas. Todo viejo y empolvado. Los que en su momento tuvieron suerte se hicieron de una carpa de acampar o uno que otro duerme en alguna casa móvil. Muchos tienen mascotas, perros en su mayoría, así como hacen los indigentes en muchas partes del mundo. También hablan con ellos.

Los indigentes son en su mayoría negros. Hombres y mujeres. ¿En qué momento se les quebró la vida? Muchos se quedaron en la calle cuando no pudieron pagar las altas rentas de sus apartamentos o casas que en otros tiempos vibraban con su presencia. Retumbaba sus risas. Reinaba su música. Llegaron los yuppies y se quedaron con sus cribs, como les dicen de manera coloquial. Mal paridos de la gentrificación.

Otros ya estaban en la calle y debajo de los puentes desde siempre. Alcoholizados. Pinchados. Persiguiendo al role model que nunca tuvieron en su vida. La felicidad, y la seguridad que da la comodidad de tener lo necesario para crecer sano. La ausencia del padre. El no tener madre. Pero aquí están, abandonados a su suerte en el país supuestamente más rico y guardián del mundo. La ironía en su máximo esplendor opacando aún más las calles de los barrios pobres de Oakland.

Algunos hablan solos, con fantasmas que aparecen en sus visiones causadas por el alcohol barato que circula por sus venas agujeradas. Otros deambulan en los alrededores en busca de lo que sea. Comida. Botellas vacías. Cigarrillos. Otros, en los entornos del lago Merrit mendigan lo que la gente bonita que camina o se ejercita quiera darles. Se emputan de repente porque se sienten ignorados, y tienen razón. Lanzan maldiciones. What are you looking at? You motherfucker… piece’ a shit… fuck!

Están olvidados. Muchos de ellos siempre han vivido así. Desde que fueron niños. En familias desquebrajadas por las manías de la vida. En las escuelas en donde los marginaban. En los trabajos por ser negros. En la historia de este país que está llena de crueldad, competencia, racismo y discriminación. Víctimas de la pobreza que corroe por dentro al primer mundo. El de ellos de tercera. Encima de todo esto, la pandemia.

Algunos cantan y una que otra voz está intacta. En sus tiempos fueron alguien importante. Cantantes que abusaron de los placeres de la noche. Y se pasaron de largo líneas en un sinfín de madrugadas bohemias. Otros bailan y se humillan haciendo maromas y teatro para que se les dé algo. Unas apuestan sus caderas a lo poco o mucho que les puedan dar. Para un joint, para una forty, y así soportar la interminable jornada de estar a la intemperie de la vida. Otros sólo extienden la mano.

Antes de que oscurezca, los olvidados, algunos de ellos empujando sus carritos de súper mercado y seguidos por sus perros, se van en busca de un shelter para poder pernoctar. Otros se dirigen a sus refugios desechables mal construidos debajo de los puentes. Llegan a la oscuridad de sus viviendas. Caen en un vacío brutal. Y ahí iniciaran su renacimiento al siguiente día, cuando los ruidos de los autos los despertarán para reiniciar su realidad catastrófica.

Mientras, los que aún van y vienen a sus trabajos, a sus familias y a sus hogares, pasan sin verlos. O sólo pretendiendo.

Da miedo de estar de ese lado de la calle el día menos pensado.

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