NI PINAHUI TLECA NECH PINHTIA / ME DA VERGÜENZA PORQUE ME DISCRIMINAN
La gota gorda rueda sobre los caminos que han trazado de manera intensa el sol, cual disparos de los rayos del güero que descerraja aquel cutis dejándolo en un color cobrizo, trae puesto un mandil de tela tipo mascota color carmín carcomido que parece más un tono blush, de entre la bolsa izquierda del mandil saca un paño verditer tronchado como la mano que la sostiene, se frota el rostro para detener el recorrido del sudor, causado por la agitación de tanto caminar en el mercado la acocota1 ofreciendo con unas palabras de un tono peculiar: ceeerillo, vendo ceeerillo, lleve sus cerrillooo, tres cajita por diez peso.
Las palabras mal pronunciadas hacen pensar que es una persona analfabeta, pues la expresión de su lenguaje es sencilla e incompleta, no pronuncia la letra “s”.
Después busca un lugar a la sombra de un edificio antiquísimo, de esos que pareciera que se derrumbarán con el movimiento del aire, busca un lugar para poner la bandeja de cerillos que lleva, se amarra la trenza cual fueran hilos de plata entrelazados y sujetados por un listón satinado. Son casi las tres de la tarde y no se ha vendido nada, la desesperación se puede ver en aquel semblante en el que los ojos dicen ya no puedo más.
En ese momento llega una persona, que se nota a simple vista que no tiene intención de comprar cerillos, y que por el momento en que se encuentra la vendedora de cerillos, de manera imprudente e inoportuna este individuo inicia una conversación:
¿Cómo te llamas?
¿Señora, de dónde vienes?
Por la situación las preguntas abruman y son incómodas, no obstante la comerciante de manera respetuosa y amigable responde ésta y todas las preguntas realizadas y por realizarse:
R= Vengo de Teneshtepec, me llamo Soledad y me apellido Martínez Tepetl.
¿En dónde queda ese lugar?
R= Queda por Atlishco.
¿Cuántos años tienes?
R= Tengo setenta año. El impertinente entrevistador al identificar la expresión atípica, pregunta:
¿Tikaki masehual tlahtol?
Una pregunta desconcertante e incómoda, se nota en el semblante fruncido, que después de asimilar la pregunta se relaja esa mirada fatigada por las penas del día y de la vida, ruedan unas gotas que recorren las mejillas, pero no provocados por las dificultades de la vida, sino un alivio, emoción y alegría que se manifiesta en lágrimas y tras un largo suspiro responde:
Keme nih tlahtohua maseual —Sí hablo nahuatl.
Y con un abrazo amoroso que le da al entrevistador le dice:
Amo nicui noh tlahtol tleca ni pinahui —No ocupo mi lengua porque tengo vergüenza.
¿Tleca ti pinahui? —¿Por qué te vergüenzas?
Tleca nech pinahtia —Porque me discriminan
Aki mitsh on pinahtia —¿Quién te discrimina?
Kipia omepuali amo nicui noh tlatol —Tengo veinte años que no ocupo mi palabra (idioma).
Tleca nech ilhuia ke ni yolcatl —Porque me dicen que parezco animal.
Asha ni yolpaki tleka ti nech notsa ika noh tlahtol
—Ahora mi corazón se alegra porque me habla en mi lengua.
Niknikiskiaya ka amo ma tech pinahtika tleca ti tlatou maseual —Quisiera que ya no nos discriminen por usar nuestra lengua.
Ma nik icaui no oui —Voy a seguir mi camino.
Ma ni tlanamaca —Voy a vender.
Uan can cuali nicuis no tlahtol —Y en donde pueda usaré mi palabra (idioma).
Y fue así como la vendedora de cerillos siguió su camino, no sin antes decir tlasokamati.
Cerillo, nic namaca cerillo
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1. El Mercado Carmen Serdán del Barrio de la Luz, ubicado entre las calles 4 y 6 Oriente, en la Ciudad de Puebla, México