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GRIETAS ENTRE PAISAJES Y TERRITORIOS

RAMÓN VERA-HERRERA

El torbellino de aconteceres virtuales avasalla las redes sociales y su percepción nos niega el vértigo delo que ocurre desde cada rincón del México herido, con tanta devastación y despojo sin tregua.
Para los tejidos cotidianos, desde fuera casi no se mira que ocurra nada. Ése es uno de los problemas. Es paisaje. Escenario. Ante la imposibilidad de barrer los mil 964.375 km2 de la superficie mexicana por la exterioridad de las autopistas tejidas en telaraña por los 780 mil 511 kilómetros de infraestructura vial mexicana, podríamos quedarnos con una imagen muy difusa de lo que ocurre aquí, en los enclaves donde todo se ha ido violentando.

Cualquier recorrido nos deja ver “la gran deforestación”, como dice José Godoy, aunque Conafor aún no tenga datos de este sexenio. Los cerros pelones alojan una cauda interminable de cultivos de aguacate, agaves, e interminables ciudades de invernaderos: 20, 40, 100 y hasta 200 galpones altamente tecnificados que controlan los venenos requeridos para hacer crecer las berries y los tomates y otros cultivos suntuarios a las temperaturas inhumanas a las que supuestamente crecen veloces sin perder ganancias.

Aun a nivel paisaje los síntomas son inocultables: el ámbito rural se urbaniza imparable. Puertos secos que van recibiendo las filas y filas de tráilers cargados de “containers”, o “carrozas” de mercancías. Los talleres de maquila se multiplican en terrenos enrejados produciendo las partes de un todo inasible, invisible, y eso le roba sentido a obreras y obreros que laboran ahí en condiciones deplorables.

Las unidades habitacionales “de interés social”, enclaves de dormitorios industriales y esquemas de urbanización salvaje, avanzan implacables por quebradas y valles en medio de la nada con sus departamentos de 40 m2 sobre territorios deforestados.

Penetrando los tejidos territoriales el retrato adquiere dimensiones de conflicto con la gente que habita y ejerce sus vidas buscando ser ella misma.
Porque si así se mira la invasión urbana a los ámbitos rurales desde las autopistas, la invasión y acaparamiento de tierras en las regiones campesinas originarias o no, campea con las mineras, en primer lugar, que aunque ya no se les otorguen concesiones, el permitirles seguir funcionando tienen a los pueblos combatiendo en desiguales circunstancias en el ámbito jurídico mediante amparos y acciones legales, en demandas y exigencias ante las instancias que deberían vigilar estas actividades, y en el terreno, en cada región, contra prospectores y operadores de las mineras, propensas a los tratos con los cárteles y sus grupos armados.

La cauda de acaparamientos es inagotable y termina enmascarando con mucho ruido lo que sufre la gente en sus rincones.

El robo del agua se ha vuelto un verdadero agravio para quienes ven amenazados sus manantiales, sus veneros, sus ríos, y hasta sus lluvias —sea porque se la roben incluso para “fabricar” cascadas artificiales para proyectos de pomposo ecoturismo, o porque la utilicen sin miramientos en los procesos industriales las refresqueras, las embotelladoras o las automotrices, la fractura hidráulica, la industria petroquímica, los agronegocios, las siderúrgicas, o los talleres de sudor.

Estas grietas plasman un retrato del futuro que pudieron prefigurar Mike Davis, Frank Miller o Philip K. Dick, y se despliegan por todo el territorio nacional. Sumen termoeléctricas, hidroeléctricas, trasvases, corredores multimodales, granjas industriales, molinos de viento y celdas fotovoltaicas, rastros y frigoríficos, gasoductos, monocultivos plagados de agrotóxicos y expulsores de poblaciones como la palma aceitera, giros negros: cabarets de mala muerte o resorts de seudo lujo all included con muchachitas secuestradas de otras vidas.

Qué mayor elocuencia de los destinos que asoman que la derelicción de Coatzacoalcos, donde la convivencia en los barrios está tan rota: aumentan los cascarones abandonados que alguna vez albergaron retazos de la difícil vida de estibadores del puerto y obreros del complejo petroquímico con Minatitlán. Hervidero de niños en situación de calle, pese a los albergues como Alcance Victoria o la Casa del Niño Porteño, que contribuyen a que Veracruz tenga el primer lugar de niños y niñas en esa condición (había 340 mil en la entidad desde 2006). Y el Corredor Transístmico va a tener una terminal importante ahí. Qué signos se juegan. A un ladito, se inaugura Dos Bocas, permitiéndole al gobierno de AMLO jugar en cancha internacional.

Volvemos a insistirque la cifra de la migración y el desplazamiento forzado, que nos viene del sur y fluye desde tantos rincones nacionales a Estados Unidos, revela que no es cierta la intención de frenar el trasiego de nacionales ni centroamericanos al american dream: son sólo controles para darle auge al negocio. Según la gente que sabe, que está cruzando o acompaña estos tránsitos para amainar la violencia que conllevan, el cruce a Estados Unidos ya cuesta unos 15 mil dólares, pagables a veces en abonos nada fáciles. Pero tan sólo en mayo de 2022 las remesas alcanzaron los 5 mil 172 millones de dólares, y el acumulado de enero a mayo representó 22 mil 413 millones de dólares, “superior al de 19 mil 190 millones reportado en el mismo lapso de 2021”. Entre junio de 2021 y mayo de 2022 el acumulado fue de 54 mil 809 millones de dólares, según datos del Banco de México del 1 de julio de 2022.

Un dato complementario es que la masa salarial de los trabajadores de origen mexicano, nativos e inmigrantes en Estados Unidos equivale a 55% del Producto Interior Bruto(PIB) de México, según el Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos (Cemla). Al cierre del primer trimestre de 2022, ésta rebasó los 743 mil 628 millones de dólares, un total reunido por más de 17.3 millones de empleados de origen mexicano que laboran en EUA, según Karina Suárez para El País.

Y si me detengo en el dato de las remesas es porque es un gran indicador (aun AMLO lo presume cual si fuera un logro suyo) de que a los pueblos no los han doblegado tantos despojos y devastaciones multiplicadas; sea en EUA o aquí, las comunidades saldrán al paso.

Pese a los traficantes de personas, mercancías y sustancias ilegales; pese a la especulación y sus delitos casi invisibles; pese a los operadores del gobierno y sus programas; pese a quienes llegan a los lugares más recónditos a vender el acceso de las corporaciones para la prospección o el extractivismo; pese a los registros poblacionales, los reordenamientos territoriales, las consultas o las entidades ajenas a las comunidades, éstas reflexionan juntas y entienden todo: algo que el racismo y la arrogancia del poder nunca podrán siquiera ver.

En las comunidades campesinas, entre los pueblos originarios hay más y más un cúmulo de personas que se informan, buscan, conversan y abren espacios de diálogo para hacerlo (además de sus asambleas), donde discurren con precisión, claridad y espíritu de investigación; cultivan la milpa y la memoria —y recuperan su historia. Son poblaciones hartas de que todo mundo venga a llenarles de disposiciones, previsiones, normatividades, certificaciones, publicidades, programas, reconvenciones, admoniciones y amenazas para intervenir en sus vidas despojándoles su principal tesoro: su voluntad propia, su agencia, como le dicen ahora a la decisión e impulso propios, su libertad.

Muchas comunidades, más de lo que el poder imagina,han comenzado a tender vínculos invisibles entre ellas discutiendo y razonando, historiando. Y como ya lo hicieronen los municipios autónomos zapatistas, y como ya lo hizo Cherán en Michoacán, y otros lugares y enclaves que van rompiendo con la dislocación de las reglas heterónomas, comienzan a activar mecanismos jurídicos para establecersu declaración de comunidades o municipios con autonomía política y presupuestal, buscando las grietas legalespara irse bajando del enorme armatoste jurídico y asistencial del ciego Estado mexicano.

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