EL OJO POPULAR DE ALFREDO ZALCE / 310
El admirable pintor michoacano nació mirando. Y tuvo de quién aprender: sus padres eran fotógrafos. Con innata pulcritud para el dibujo e indoblegable atención por el pueblo, en particular los purépechas, los obreros, los pescadores, los campesinos, llevó a decir a Juan Soriano: “Todo lo que hizo era de una calidad extraordinaria, era real”.
Heredero de la primera generación de la gran escuela muralista mexicana, pero dotado de una gracia característica, sembró un vasto territorio mural en Michoacán. Dibujante y pintor en primer lugar, también trabajó grabado, cerámica, escultura y tapiz. Inicialmente vasconcelista, luego cardenista y antifascista, fue fundador y miembro de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR) y del Taller de Gráfica Popular.
En una bella semblanza de su padre, Beatriz Zalce lo presenta sencillamente como producto de su trabajo: “A él lo crearon sus pinceles, lo llenaron de color sus pinturas, lo hicieron libre las vendedoras de pájaros de sus grabados, lo alimentaron paisajes michoacanos: Morelia de día, Morelia de noche, Morelia de sus amores con mujeres de ojos grandes que lo mismo tocan la guitarra, arrullan al hijo, pintan o sencillamente posan. Una sola pasión en el maestro: la creación, y dos razones para vivir: la búsqueda de la belleza y el compromiso social”. A 20 años de su fallecimiento, Ojarasca presenta en febrero una muestra del arte comprometido, pero también comprometido con el arte mismo, de Alfredo Zalce (1908-2003), con reproducciones fotográficas del libro homónimo (DGE / Equilibrista y Secretaria de Cultura de Michoacán,
2005).
Agradecemos a nuestra querida hermanita Beatríz Zalce de Guerriff su apoyo para la realización de este número.