LA SECRETA FORTALEZA DE OAXACA — ojarasca Ojarasca
Usted está aquí: Inicio / Artículo / LA SECRETA FORTALEZA DE OAXACA

LA SECRETA FORTALEZA DE OAXACA

JOEL AQUINO MALDONADO

Oaxaca tiene 570 municipios, de los cuales 140 se rigen por sistema de partidos y 430 por leyes tradicionales, por usos y costumbres. ¿De qué van a comer aquellas comunidades que tienen sus gobiernos comunitarios compuestos por cincuenta o cien hombres? En Yalálag, el gobierno comunitario está compuesto de 160 servidores; no es el Honorable Ayuntamiento Constitucional el que gobierna, éste sólo coordina. Además todos esos términos son extraños al idioma zapoteco. Para decir “autoridad municipal”, en zapoteco se dice xuz llna yell, padre y madre del pueblo, el primero en sacrificarse.

Cuando van invitando a los jóvenes al servicio, van con esa lógica, servir a la comunidad a cambio de nada. Por eso los servicios comunitarios descansan sobre un principio (que es el principio de gratuidad). En eso radica la fortaleza de Oaxaca. En la Sierra Juárez los gobiernos comunitarios no cobran un sólo centavo al erario municipal.

El artículo 115 constitucional y la Ley Orgánica Municipal permiten que el integrante del cabildo cobre, pero la ley tradicional no lo permite, lo prohíbe, lo sanciona. Eso significa que existen dos órdenes jurídicos: el orden del Estado, contenido en la Constitución Política Federal y en las Constituciones Políticas de los estados, y el orden no escrito, nuestro, que garantiza la continuidad de vida de los pueblos indígenas. Sin eso estaríamos perdidos.

Por eso en Oaxaca constantemente chocan las autoridades indígenas con el gobierno estatal. Cuando un asunto de carácter penal, o de carácter civil, lo aborda el Ministerio Público, el Juez Mixto de Primera Instancia, un magistrado o un procurador que no entiende qué es el derecho indígena —porque en la universidad le enseñaron solamente el Derecho Positivo, lo que dejaron los españoles habiendo en México una riqueza jurídica enorme—, viene el choque entre la comunidad y el gobierno.

Para poder superar esa situación los pueblos organizados se prepararon. En el caso de la Sierra Norte se logró formar la Asamblea de Autoridades Zapotecas, Mixes y Chinantecas para exigirle al Estado que respete las normas tradicionales con las cuales se rigen las comunidades.

El tequio son diez, quince o veinte días de trabajo gratuito a la comunidad y la Constitución lo prohíbe: “a nadie se le puede obligar que brinde un trabajo sin la correspondiente remuneración”, así dice la Constitución. Pero en miles y miles de comunidades no se puede dejar el tequio. El tequio es una institución indispensable que garantiza la vida comunitaria. Son diez o quince días de aportación de trabajo gratuito para el bienestar de la comunidad. El servicio gratuito, el servicio comunitario significa aportar el veinte, el treinta, el cuarenta o el cien por ciento de un año de trabajo para la comunidad sin cobrar un solo centavo.

Servir a la comunidad sin tener derecho a cobrar, en eso precisamente radica la grandeza de la milpa. La milpa aporta todos los alimentos que una familia necesita para poder servir a la comunidad. Es inconcebible el futuro de las comunidades, el futuro del tequio, del servicio comunitario y del gobierno comunitario, sin la milpa. Por eso ahora se ha fortalecido la conciencia de lo que vale la milpa, de lo que significan los maíces nativos, criollos u originarios, de la riqueza genética que nos heredaron. No nos dejaron desamparados, nuestros abuelos nos dejaron protegidos y prueba de eso está precisamente en esos cultivos.

La tortilla de una familia indígena, zapoteca o chinanteca se hace con mucha delicadeza porque es el alimento de todos los días. En cambio, en la Ciudad de México, se producen millones y millones de tortillas, salgan como salgan, con todo y basura, y ahí se va. Eso es lo que se consume en la Ciudad de México.

Cada día la vida de este país se vuelve más trágica; el país se está cayendo a pedazos, sin respeto de lo que fue el artículo 27 constitucional.* Durante años vendieron al país como se vende cualquier producto que viene de las grandes transnacionales. Lo vemos en Oaxaca. Vayan a San José del Progreso para que sepan en crudo el gran conflicto que han creado las compañías mineras y, además, están todavía por verse los enormes daños que van a causarle a la tierra y a la naturaleza.

El caso de Calpulalpan, una comunidad muy hermosa de la Sierra Norte, donde la compañía minera canadiense estuvo cien años trabajando y explotando. Le preguntaban al presidente del Comisariado de Bienes Comunales: ¿qué dejó la compañía minera a la comunidad de Calpulalpan? ¿Tienen muchos lingotes de oro guardados en la tesorería? No, no hay absolutamente nada. Lo único que dejó la compañía minera fue miseria, niños huérfanos y trabajadores enfermos. Eso fue lo que dejó.

Y eso es lo que van a dejar las grandes compañías mineras. La amenaza que pesa sobre Oaxaca es terrible. La gran ventaja es que la conciencia ha ido creciendo a pasos muy firmes y hay muchas organizaciones ya preparadas, con toda su información. Para poder trabajar con esta información algunos defensores jurídicos ya están dando la batalla.

Hay una comunidad que se llama Magdalena Teitipac, formada de familias campesinas, en donde hombres mujeres y niños tuvieron que levantarse para poder correr y expulsar a una compañía minera china. Empezaron a hacer los deslindes y las mediciones pero sí lograron echarlos fuera y hay algunos presos en las cárceles. Tiene su costo resistir y tratar de defender lo que es nuestro, pero el centro de todo es, precisamente, el maíz.

Sin maíz no hay país, sin maíz no hay comunidad, sin maíz no hay cultura, sin maíz no hay idioma, no hay todas las tradiciones comunitarias que todavía sobreviven en Oaxaca. Esa es la tarea que ahora tenemos nosotros en muchas regiones del país. El cultivo de la milpa es toda una escuela que educa a los niños, a los jóvenes.

Una vez que empezó la gran migración de zapotecos del Valle y la Sierra Norte a Estados Unidos en condiciones muy difíciles, cuando hombres y mujeres lograron cierta estabilidad laboral en Estados Unidos, lo primero que hicieron fue cumplir con el tequio y, algunos, cumplir hasta con el servicio comunitario.

En las asambleas de autoridades veíamos migrantes que se habían ido hace veinte, diez años, que regresaban a la comunidad a cubrir el cargo.

Eso significa que hay un alto grado de conciencia. Porque algunos zapotecos que viven en Nueva York no olvidan el mandato de la comunidad y cumplen con lo que marca la ley tradicional: cumplir con el tequio y con el servicio comunitario. Porque siguen formando parte de la comunidad. Pero qué es lo que enlaza y articula a los zapotecos que viven muy lejos, o a los mixes: la propiedad de la tierra comunal. Esa es la otra riqueza que nos dejaron nuestros antepasados, la protección máxima de toda la riqueza que tenemos en Oaxaca.

Si ustedes revisan el número de hectáreas que tiene Oaxaca, el ochenta por ciento es propiedad social, es propiedad comunal y una parte es propiedad ejidal. En eso radica la fortaleza de las comunidades. Zapotecos que viven en el Distrito Federal y están todavía en el padrón comunal tienen que regresar a la comunidad a cumplir con esos servicios.

Sin embargo, donde se privatizó la tierra es como si viviéramos en cualquier ciudad del país. Al privatizar la tierra, la conciencia sufre un giro de 180 grados. La formación se vuelve marcadamente individualista. En cambio, donde predomina la propiedad comunal de la tierra hay un alto grado de conciencia social que ha permitido que sigamos resistiendo, que sigamos construyendo.

Muchas carreteras se hicieron con base en el tequio. Antes, para viajar de Oaxaca a Yalálag hacíamos 12 horas. Se unieron las comunidades y exigieron al gobierno que cumpliera su mandato constitucional: en primer lugar, escuchar; en segundo lugar, escuchar en zapoteco; en tercer lugar, invertir los recursos que les corresponde a las comunidades para la construcción de las carreteras. Hasta 1982 las comunidades zapotecas de la sierra conocieron lo que es la maquinaria para construir carreteras. Antes, las brechas las hicieron a base de tequio, con herramientas rústicas y, sin embargo, lograron unir a las comunidades en condiciones muy difíciles. Ahora tenemos una mejor red, no como la que queremos, pero se ha logrado porque las comunidades se unieron y construyen todo un programa de trabajo.

Por eso cuando estalló el levantamiento zapatista y cuando se hicieron los encuentros de San Andrés Sakamch’en, las comunidades de la sierra ya llevaban una propuesta sobre lo que es la libre determinación y la autonomía. Así, en 1995 el gobierno del estado se vio obligado a hacer una reforma política electoral y construir el Libro Cuarto del Código de Procesos Electorales y reconocer las normas jurídicas propias de las comunidades para el nombramiento de sus autoridades. 140 municipios hacen campaña, pero 430 no, porque se trata de servir a la comunidad. Esa es otra de las grandes riquezas que tiene el pueblo de Oaxaca, de lo contrario no sé qué sería de nosotros.

Todo esto hemos reflexionado, hemos tratado, pero hay una cuestión que hace difícil la vida de las comunidades: la educación que imparte el Estado. No es ésta una educación que les favorezca a las comunidades, al contrario. Es una educación que destruye paso a paso los valores de la vida comunitaria. Llegan profesores sin la conciencia de lo que es una comunidad, sin la conciencia de lo que son las tradiciones zapotecas, porque el Estado se encargó muy hábilmente de cerrar un cincuenta por ciento de las normales rurales.

Las normales rurales tenían la ventaja de que admitían a los hijos de los campesinos. Y la gente ideal para ser profesores rurales son los hijos de los campesinos, porque son zapotecos, porque son chinantecos, porque son mixes, dominan el idioma, conocen la cultura y pueden orientar a los niños. Ahora mandan jovencitos que nacieron en la ciudad. No son responsables de haber nacido en la ciudad, no hablan el idioma, no conocen la cultura, no conocen las tradiciones, no saben qué es el tequio, ¿de qué les van a hablar a los niños? ¿De qué sirve que haya habido cambios constitucionales a favor de la educación bilingüe e intercultural? Eso es pura declaración.

El Estado mexicano, la Secretaría de Educación Pública no tiene el cuerpo técnico para hacer posible ese modelo de educación, por eso en las comunidades se piensa que eso que llaman Reforma Educativa es una ficción, es un engaño. No van a parar porque las normales del país no están hechas para fabricar o producir el modelo de maestros que las comunidades zapotecas, mixes, chinantecas, huaves o mayas necesitan, porque no puede haber cultura y no puede haber educación si a los niños no se les enseña lo que vale la milpa.

Todo eso se ha estado ventilando en las asambleas, en las reuniones de los maestros, con los abuelos, las abuelas. Se salva el idioma por las abuelas, por los abuelos, se salva la milpa por las abuelas.

Por la educación que han recibido los jóvenes van contra la cultura, no quisieran que sus niños hablaran el zapoteco o el mixe, porque el Estado y las instituciones y todas las fuerzas extrañas se han encargado de sembrar la idea de que el atraso y la pobreza se deben a que hablamos el zapoteco, que el atraso y la marginación se debe a que cultivamos el maíz. Así se maneja y esa es una gran mentira.

La pobreza que viven las comunidades no se debe ni a la milpa ni al idioma. Las comunidades tienen una gran riqueza; hay diferentes percepciones de lo que es pobreza. Pobreza no significa que vivamos en un jacal hecho con palma, con material propio de la tierra, porque adentro hay un granero donde hay maíz, hay frijol, hay panela, hay alimentos no solamente para comer tres veces al día, sino para varios años. Un trabajador, por mejor que se le pague, no deja de ser un asalariado; el día que el patrón le diga “¡te largas!”, se larga, y peor ahora. Ahora es peor. Han destruido tantos sindicatos, lograron destruir el Sindicato Ferrocarrilero, lograron destruir el Sindicato Mexicano de Electricistas.

Para nosotros lo que da seguridad psicológica a una familia es precisamente que tenga granos en el granero. Amanecemos con toda tranquilidad porque sabemos qué es lo que vamos a comer, vivimos semana tras semana con toda seguridad porque sabemos que no va a haber hambre.

El Estado tiene el programa al que llama “Cruzada contra el Hambre”. Esa es una ficción. No puede darse la lucha contra la pobreza sin la milpa. Para dar la lucha contra la pobreza, el eje vertebral seguirá siendo la milpa a través de los siglos porque ese es nuestro alimento, de eso depende que la cultura de los pueblos, que las culturas del pueblo de Oaxaca sigan mostrándose a todo el mundo. ¿Por qué llega a Oaxaca tanta gente ilustrada? ¿Llegan para conocer los edificios que han hecho los gobiernos? ¿Llegan para conocer las carreteras? En el país hay cosas mejores. Llegan para conocer la riqueza cultural, la riqueza lingüística que existe en Oaxaca, la biodiversidad que existe en Oaxaca, por eso llegan. No llegan a conocer los grandes avances de la modernidad, no.

Y por eso Oaxaca es grande, los pueblos originarios son grandes y podrán vivir. Como dice el poeta zapoteco: “la cultura zapoteca y la milpa morirán cuando muera la luz del sol”

__________

JOEL AQUINO MALDONADO, pensador zapoteco de Yalálag, Oaxaca, fundó y dirige la organización Uken ke uken (“Hacer posible lo imposible”). Fue asesor del EZLN durante los Diálogos de San Andrés en Chiapas. Este texto concluye el ensayo Nuestra vida descansa en el maíz / Xua ilhak yelnban kello, cuya primera parte apareció en el número anterior de Ojarasca (https://ojarasca.jornada.com.mx/2023/04/07/nuestra-vida- descansa-en-el-maiz-xua-ihlak-yelnban-kello-5405.html). Originalmente fue publicado por el Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano en 2021.

* Este ensayo fue escrito en 2018, durante el gobierno de Enrique Peña Nieto.

comentarios de blog provistos por Disqus