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"HAY QUE EXIGIR QUE SE NOS ESCUCHE". ENTREVISTA CON JAVIER ÁVILA / 315

GLORIA MUÑOZ RAMÍREZ

Creel, Chihuahua

En la sierra, lugar de grandes y profundas barrancas en el que habita el pueblo rarámuri en comunidades y rancherías dispersas, se padece desde hace décadas el crimen organizado, cuya violencia se ha recrudecido año con año hasta niveles alarmantes. De la muerte cotidiana, la actual deforestación, el desplazamiento forzado, los proyectos turísticos de despojo, del terror y de la impunidad, pero también de la esperanza y del significado del levantamiento zapatista, habla en esta entrevista el sacerdote Javier Ávila, conocido en la Sierra Tarahumara como El Pato, quien está a punto de cumplir 49 de sus 80 años en las comunidades indígenas de Chihuahua. Es jesuita, como sus compañeros Javier Campos y Joaquín Mora, asesinados en Cerocahui en junio del 2022, y como su gran amigo y referente Ricardo Robles, El Ronco, fallecido en 2010.

 

LOS DOLORES DE LA SIERRA

La “civilización”cada vez está más metida y los proyectos que suenan a muerte invaden la sierra. Antes el pueblo de Creel, que ahora es un centro turístico impresionante, no tenía ni una banqueta ni una calle pavimentada. Tenía nevadas, caminábamos entre la tierra y el lodo en tiempo de lluvias y de nieve. Llegué a vivir a Sisoguichi y había veces que durábamos ocho días sin poder salir del pueblo por la cantidad de nieve que caía.

Poco a poco empecé a sentir que crecía una sombra que actualmente nos arropa a toda la Tarahumara. Esa cobija se llama impunidad. Aquí cada quien hace lo que quiere y no le pasa nada. Eso ha sido muy doloroso. En la relación con el pueblo uno se da cuenta de quién mató a quién, sabe quién abusó de quién, y uno se pregunta qué pasó, por qué está el sujeto tranquilamente deambulando, cómo es que metieron a la cárcel a alguien que se robó unas gallinas para comer, mientras que el sujeto que ha violado mujeres, ha deforestado, ha quitado tierras, sigue tranquilo.

La impunidad y la injusticia han crecido mucho. Se pasean por la sierra tomadas del brazo con una sonrisa cínica y descarada en la cara.

 

EL NARCOTRÁFICO

El narcotráfico tiene mayor presenciaen la sierra desde hace unos 15 o 20 años, que es cuando se empieza a hacer más descarado. Un parteaguas en mi compromiso fue la primera masacre de los últimos tiempos en Creel.

Tenía dos años de llegar a la Tarahumara cuando grité por primera vez porque a dos amigos míos, uno rarámuri y otro mestizo, el ejército los mató por la espalda. Empezamos a gritar, a hacer marchas, protestas, escribir cartas, artículos, hasta que el secretario de Gobierno me dijo “cálmese, padre, contra el ejército no se puede hacer nada y a usted lo pueden matar”.

Ya traía un poco de vuelo en estas luchas cuando viene la masacre el 16 de agosto del 2008. Fue un golpe muy fuerte ver masacrados a los doce jóvenes y a un bebé de un año y cuatro meses, jóvenes que tal vez yo había bautizado. Compartí con dos madres solteras su dolor, su llanto.

Así empezó a destaparse la presencia de estos grupos: eran el crimen organizado y el ejército. Todavía no llegaban las grandes empresas, aunque ya estaba El Chepe (el tren turístico que atraviesa la sierra) y empezaba el turismo. Antes de la masacre venía mucho turista gringo, subían las casas móviles a Chihuahua y aquí era una parada, iban a las barrancas y se iban con el tren. Después de la masacre cayó completamente el turismo, cerraron los restaurantes, los hoteles, y fue una depresión económica muy fuerte. Ahí se empezó a generar un deterioro al ambiente y a la comunidad.

Empezaron luego las deforestaciones. La pérdida de bosques ya estaba por los incendios, por el calor o por negligencia, pero ahora las deforestaciones son por manos criminales, se les acaba el valor de la mariguana porque ya se encuentra droga sintética, más barata y de mayores efectos. Buscan entonces otro camino y lo que encontraron aquí fue el oro verde, que es el bosque, como en Cherán (Michoacán).

Muchos ya se hartaron y están diciendo “ya basta”, a su manera. Todas las personas tenemos un límite. Cuando nos orillan a él muchas veces no sabemos cómo vamos a reaccionar. Estamos orillando cada vez más a los pueblos originarios en toda América a que lleguen a su límite, unos ya lo rebasaron y están gritando y están reaccionando incluso de manera muy violenta.

Las autoridades no acaban de atinarle a qué tipo de presencia deben tener con los pueblos indígenas. El gran problema es que uno de los motivos por el que los pueblos están así es por el acercamiento que hemos tenido con ellos; no ha sido horizontal, ha sido vertical: de la autoridad, la que sabe, al que no sabe cómo vivir, de la sociedad que tiene autoridad a los que no tienen nada, de los que saben a los que no saben, de los sanos a los enfermos, de los capacitados a los analfabetas. Ese nivel tan vertical ha dañado mucho a las comunidades.

No he oído a un solo candidato a presidente, a gobernador, a alcalde o lo que sea, que no venga aquí a decir que trae la solución al problema indígena. El indígena es problema para el candidato. En lugar de decir que viene a oírlos y caminar con ellos, los ve como un problema que hay que solucionar.

Aquí viene gente de afuera, los gobiernos, a atacar efectos, no a remediar causas. Ése es el nivel de acercamiento con los pueblos.

 

TURISMO EN LA SIERRA

El turismo no es malo por sí mismo.¿Pero, a quién beneficia? A un grupo muy reducido. Además invade los territorios indígenas. Si vas al Divisadero, los rarámuri son los que cargan las maletas de los que llegan en el tren.

Hay un despojo territorial. Está en las comunidades de Mogótavo, Repechique, desde Atascaderos subiendo y saliendo hasta Cuauhtémoc. El indígena acaba siendo un objeto de cámara fotográfica, no un sujeto de derechos. Ven a una niña rarámuri vendiendo sus artesanías y el turista se hinca y la abraza y se toma una foto. Pero no compra nada, o regatea.

 

DESPLAZAMIENTO FORZADO

Los últimos desplazamientosque se han dado son de gente que se asusta porque vienen personas y disparan y se quieren llevar a los jóvenes. Hay reclutamiento forzado en las comunidades. Les digo a las autoridades lo que pasa, les digo que en tal región hay incursiones de gente armada que se está robando el bosque y obligando a los jóvenes a irse con ellos.

En primer lugar hay halcones. En segundo lugar la gente no habla porque tienen al sujeto en la casa con el arma diciendo “habla y verás lo que pasa”. ¿Cuándo van a decir algo? Entonces la gente se va a donde tiene amigos, parientes. Y empiezan a vivir de manera lamentable.

La salida fácil es decir que se vayan porque hay peligro, y eso lo dice la Guardia Nacional o el ejército. “Venimos a protegerlos y a sacarlos”, pero ése no es el camino. El acompañamiento y el seguimiento se lo damos las organizaciones, no el ejército.

Del cerro les disparan, si salen les disparan, queman sus casas. Se van, viven hambre y no pueden regresar a sus casas. Algunos desaparecen. A veces les disparan porque buscan a alguien que está ahí o porque quieren el territorio.

Los desplazados aquí no tienen derechos. Varias organizaciones fuimos a la comunidad de El Manzano a sacar a las familias. Se les consiguieron medidas cautelares. Se fueron a Chihuahua, pero viven con el miedo de salir y que los reconozcan. Recién salidos regresaron para sacar sus cosas de valor, ver sus tierras, sus animales, lo que podían recuperar. Se hizo el operativo, se tenía planeado que estuvieran ahí tres o cuatro días para ver qué recogían. Llegaron y los mismos habitantes de la comunidad, cuando los vieron llegar, corrieron, porque dijeron que no querían que los vieran tratándolos porque venían por ellos. Llegaron y sus casas estaban vandalizadas. Les dolió tanto, que se regresaron el mismo día, lastimadísimos.

 

EL ASESINATO DE LOS JESUITAS JAVIER Y JOAQUÍN

El asesinato de los jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora, ocurrido en Cerocahui, municipio de Urique, el 20 de junio de 2022, es uno de muchos más. Han matado a muchos curas, pero el problema fue que son dos miembros de una institución mundialmente conocida. Por eso se prendieron las alertas nacionales, porque a ellos los conoce todo el mundo. A los doce jóvenes que mataron antes nada más los conocen en la región, no pasó nada, pero su vida no vale menos.

Javier y Joaquín ampliaron los reflectores. Pero olvidémonos de Javier y Joaquín y empecemos a enfocarnos en los miles de muertos y desaparecidos que hay en el país. Fue muy doloroso, yo fui el que recibió la noticia, “los están agarrando, los están arrastrando, ya los mataron”. Hay que señalar la cantidad de barbarie.

Como fueron ellos dos, el gobierno pensó “vamos a hacerles cobijo” y en la mira internacional mandó el mensaje de que mandó a la Guardia Nacional. ¿Pero por qué no hizo lo mismo con tantas muertes? ¿Sus vidas valen menos? Por supuesto que no, la vida de Pedro o de Raúl (las otras dos personas asesinadas) no vale menos que la de Javier y Joaquín.

 

LA VIOLENCIA NO PARA

El otro día que hubo una balacera en la capilla de Santa Anita, me hablaron varios medios y el fiscal general. Me dijo que un grupo se había refugiado en la capilla. Cuando vi las fotos de la capilla, conté más de cien impactos y no había ni una sola gota de sangre. ¿Quién se la cree? Ahí hubo un enfrentamiento, entraron a propósito y rafaguearon todo por dentro y por fuera.

Fue un mensaje para el gobierno. Pero también para nosotros, que hemos salido mucho en escena y sobre todo después de la muerte de Javier y Joaquín, además de que nunca nos hemos ocultado. Nos dijeron que tengamos cuidado. Tengo medidas cautelares, pero se cansa uno de eso.

Éste ha sido un año pesado. El gobierno tiene la postura de qué más queremos que hagan por nosotros. Pero eso no es, es qué más se deba hacer. De ahí salen los foros de justicia y paz. Nos estamos convocando la sociedad civil para platicar, reunir material para llevarlo a Puebla al Foro Nacional de la Paz. Participan sociedad civil, academia, empresariado, el que quiera sumarse para buscar la paz y mejorar un poco este ambiente. Ya no dejemos la responsabilidad al gobierno, metámonos más al proceso del país para cumplir con la responsabilidad social, hay que exigir que se nos escuche, y que a nosotros nos exijan también que construyamos y rompamos las apatías.

 

EL RONCO Y EL LEVANTAMIENTO ZAPATISTA

Ricardo Robles, El Ronco, es un referente. Cuando llegué a Tarahumara él se fue. Me dijo que era por mi culpa, que le habían dicho que debía descansar y que sólo estaban esperando que llegara quien tomara su lugar.

Después regresó aquí. Fue feliz en Nezahualcóyotl porque se encontró otro pueblo sufriente, de migrantes, perseguido. Cuando regresó caminamos mucho tiempo juntos, nos hicimos muy amigos. Aprendió muchísimo la lengua rarámuri, la cultura. Su idea fue la de todos nosotros: estar con el pueblo.

Era un hombre sumamente político, muy inteligente y con mucha visión. Es un referente en la Tarahumara. Era genial, era todo un show, contaba muchos chistes, anécdotas, a todo el mundo lo pendejeaba. Profundizaba mucho en el valor del diferente, del otro. Te encaraba, te describía una situación muy bien. Yo uso muchos de sus escritos cuando me invitan a conferencias, foros o talleres. Dejó un gran legado. A algunos no les toca irse así, como a Javier y Joaquín, que se fueron de manera muy trágica, pero El Ronco se fue en silencio, como quisiera irme yo también.

Cuando vino el levantamiento indígena de Chiapas, El Ronco me dijo que lo invitaron. Fue sin saber a quién dirigirse, sin saber a qué había ido. “Este baboso para qué me trajo”, decía. Vimos al indígena en pie de lucha, no al pasivo, no al agachado. Eso a mí me sirvió muchísimo para encontrarme con esa gama enorme que son los pueblos autóctónos y me amarró mucho más a la cultura y al pueblo.

El levantamiento significó la presencia de ese México digno. La gente gente, como decía El Ronco. Ese mundo que estaba oculto salió a escena. Era ese mundo que nosotros como sociedad queríamos ocultar o que nunca nos había interesado ni nos quería interesar. Una vez el senador Luis H. Álvarez me dijo, cuando estaba hablando el comandante Tacho con su pasamontañas, “padre, ¿el que está hablando es indígena”. “Sí, ¿por qué?”. “Porque es un discurso muy inteligente”. Le dije que eso era racismo. No los creíamos inteligentes, los queríamos como bestias de carga, y sobre todo en Chiapas.

Fue el surgimiento del México desconocido. Y de pie. Eso fue para unos sorpresa, pero para otros enojo. Esa aparición generó todo tipo de reacciones. Treinta años y siguen presentes.

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