A DOS VOCES
Terminé de secar mis lágrimas mientras veía cómo mi madre pasaba junto a las personas para llegar y abrazarme. Lo había logrado, estaba frente a un público que me estaba escuchando, estábamos en la misma línea. Había escuchado a mi corta vida hablar a las personas con dos voces diferentes, pero jamás lo había hecho yo. Mi padre hablaba con mis abuelos con un tipo de voz mientras que con nosotros utilizaba una totalmente distinta, pero no eran voces con las que te volvieras mala persona, no. Eran todo lo contrario.
La voz le daba superpoderes, parecía todo un código secreto. Y no entendía por qué mi padre no quería decirnos la clave o qué había que hacer para cambiar de voz. Pero la confusión no era precisamente lo que me estaba cerrando la puerta. No pasó mucho hasta que una persona me compartió el secreto. Tenía que aprender también una voz diferente a la mía, para que así yo también pudiera conocer otro mundo, aunque cada vez que lo intentara viera a mi padre diciendo que la voz con la que él nos hablaba nos serviría más y que él hacia sólo lo mejor para nosotros...
Por un momento dejé que las lágrimas limpiaran mis dudas, pero jamás lo hicieron por completo. Salí de ahí y mi madre dijo que estaba muy orgullosa de mí. Recuerdo así también mi primer día de universidad. Estaba asustada, pero doblemente pasmada por escuchar a muchas personas hablando con otras voces, unas que ni siquiera había escuchado. Pero eso no era lo que realmente me preocupaba, pronto también tenía que aprender una y esto era más complejo, porque tal vez algún día tuve la oportunidad de aprender y lo dejé pasar.
Yo me sentía rechazada, pues en mi salón había dos grandes grupos de voces y después estaba yo con mis dos amigos, los cuales sólo hablábamos con un solo tipo de voz. Por un momento parecíamos invisibles. Escuché en innumerables ocasiones que antes había sido así con ellos, que nuestra voz los había silenciado, que había sido una constante lucha y hasta parecía una serie de reclamos hacia nadie en particular. Lo único que no veían era que nosotros también nos sentíamos así ahora, que entendíamos cómo se sentían porque también era nuestra lucha.
Me había pasado mucho tiempo pensando en cómo salir de los modelos ideales, de las formas de vivir, de romper con todos esos estigmas que nos rodean. Pero así también me costó años saber que mi padre no tenía superpoderes, sólo era hablante de una lengua originaria, sabía también que ahora no estaba siendo el final, que era esto a lo que él se refería ya que por mucho tiempo lo excluyeron por no entender la voz con la que hablaban los demás.
Seguramente fue peor porque él no tenía las herramientas para aprender, entendía que mi padre no me quiso compartir el secreto porque no quería que sufriera lo mismo que él. Pero ahora estaba a la inversa y yo estaba sufriendo. Parecía un golpe del destino, ni siquiera podía participar en cosas que a mí me interesaban por no haber aprendido esa otra voz.
Sin embargo, logré entender que sí, las voces sí existen únicamente cuando las usas, pero algo aún mejor, es que ésta también es mi voz, es mi lengua, con la que me identifico y existo.
ELIZABETH BRUNETE es originaria de Tepeixco, Zacatlán, Puebla.