EZLN: DE LA INSURRECCIÓN A LA PAZ ARMADA / 319 — ojarasca Ojarasca
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EZLN: DE LA INSURRECCIÓN A LA PAZ ARMADA / 319

Han pasado cuarenta años desde la legendaria fundación del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en algún lugar de la Selva Lacandona. Pertrechados de idealismo más que de fierros, el 17 de noviembre de 1983, un pequeño núcleo de guerrilleros declaró iniciada la organización clandestina que, exactamente una década después, se alzaría en armas contra el gobierno mexicano para conmoción del país y el mundo.

De esos primeros diez años se sabe poco. Los verdaderos secretos nunca acaban por develarse. El sacrificio, el esfuerzo, la inspiración y la mera sobrevivencia impusieron un ritmo creciente que vibró, poco a poco y por muy abajo, a lo largo de la selva tseltal y tseltalera, tojolabal, ch’ol y cholera. Correría lenta la mecha por los Altos tsotsiles y tseltales, la zona Norte de los ch’oles y hasta norte de los zoques, abarcando con distintas intensidades todo el “país” indígena en las montañas del sureste mexicano.

De origen indígena, mestizo, urbano, universitario, el pequeño núcleo desencadenó con los años un interés serio por parte de las comunidades mayas, una posibilidad de lucha de liberación que alcanzó el momento de desplazar a la vanguardia de izquierda radical y convertirse en una organización muy otra, como nunca se había visto en el continente americano. Tanto que, tras darse a conocer el año nuevo de 1994, fue poco comprendida por las luchas y organizaciones indígenas de Guatemala y Sudamérica, con excepción de los mapuche chilenos. La renuncia explícita a la lucha por el poder expresada por los zapatistas, que se volvieron abrumadoramente indígenas, de la base a la comandancia, chocaba con las concepciones leninistas y anexas, centrales para las luchas de liberación en el continente, con sólo ocasional dirección indígena.

La buena fortuna del EZLN inicial fue haber emprendido la ruta rebelde y revolucionaria en una tierra humanamente fértil y geográficamente ignorada por los poderes nacionales. Al avanzar con el reclutamiento clandestino de seguidores en las regiones rurales de Chiapas, dieron con una generación extraordinaria de mayas fundadores de pueblos y organizaciones productivas independientes, líderes perseguidos, encarcelados, más de una vez traicionados por los gobiernos y humillados por los finqueros caxlanes.

Un elemento central en este caldo de cultivo fue la prédica y la acción comprometida del obispado católico de Samuel Ruiz García en las mismas comunidades del Chiapas indígena, lo que se dio en llamar Teología de la Liberación. Qué tiene de sorprendente que los diáconos y los seguidores del Tajtik Samuel se identificaran con la propuesta liberadora de la insurrección zapatista. Un largo viaje, el encuentro de la comandancia zapatista original con familias, aldeas, núcleos productivos, proporcionó una mina de conocimiento y experiencia.

Las comunidades acudieron a sí mismas, a su historia, sus mitos, sus saberes prácticos y sus ideas profundas. El EZLN cambió de ejes. La Comandancia pasó a los pueblos y los hijos de los pueblos se hicieron combatientes. Los comandantes fueron a partir de entonces las personas de autoridad y probidad elegidas por los pueblos. Nació el Comité Clandestino Revolucionario Indígena, Comandancia General del EZLN (CCRI-EZLN), para dirigir su ejército de insurgentes y milicianos. El mando militar quedó a cargo de la subcomandancia de los pocos mestizos que permanecieron en la organización, ahora indígena.

Conocidos, escuchados, leídos, interpretados de 1994 en adelante, los zapatistas insurrectos encontraron su pensamiento y sus búsquedas con una sociedad civil urbana urgida de cambio, de alternativas para resistir y combatir el neoliberalismo tóxico de Estado y el capitalismo global recargado. Y también, como lo demostrarían los Diálogos de San Andrés (1995-1996), el EZLN se encontró con el renacimiento indígena, y juntos ocuparon el centro del debate nacional por primera vez en la historia.

Mientras el Estado capitalista no ha dejado de intentar el control de ese México profundo (mediante militarizaciones, inducción de divisiones comunitarias por política partidaria o iglesias fragmentarias, paramilitarización, programas desmovilizadores, gentrificación, despojo territorial para el extractivismo), los pueblos han enfrentado las mareas de muchas formas. Hemos visto resistencias, grandes movilizaciones, construcciones autonómicas originales y viables, empezando por los municipios autónomos zapatistas, sus Juntas de Buen Gobierno y sus Caracoles, con todo el impacto que tienen en sus regiones.

De fines de los años 90 a lo que va del siglo XXI, vías diversas de autodeterminación, gobierno, defensa territorial y ambiental han emprendido los pueblos originarios en Oaxaca, Guerrero, Jalisco, Michoacán, Puebla, Veracruz, Morelos, Yucatán, Campeche, Estado de México, Hidalgo, Querétaro, Quintana Roo, Chiapas.

El pensamiento tradicional de los pueblos, con sus raíces ancestrales y sus adaptaciones vitales para sobrevivir de lengua y costumbres, entró en una poderosa renovación filosófica y artística que nace de la autoafirmación de la sabiduría que heredaron y el sentido urgente que ésta adquiere en el mundo actual acechado por guerras, cambios climáticos desastrosos, criminalidad desatada, voraz destrucción extractiva del medio ambiente y la condena transgénica de las riquezas alimentarias con que cuentan.

En noviembre de 2023, Ojarasca presenta una amplia muestra de pensamientos críticos de los pueblos originarios, donde la tradición sabia es recurso del pasado para el futuro, tan amenazado. En tanto, el EZLN, a 40 años de su nacimiento, mantiene su resistencia en los municipios rebeldes y, tras un tiempo en silencio, alza la voz contra la aniquilación de Gaza por parte de Israel y sus incontables aliados ricos y siempre coloniales.

Pensamiento es acción, así lo sea de manera oblicua o subterránea, en lenguas que no son la de la sociedad dominante. Algo que conquistaron los pueblos mexicanos fue su lugar en la historia, en las resistencias vitales. Pueblos “Mágicos” y Días de Muertos estilo James Bond aparte, los pueblos originarios importan hoy más que nunca, y no por “pobres”, sino por sabios.

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