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LEVANTAMIENTO INDÍGENA EN GUATEMALA / 319

RAÚL ZIBECHI Y SIMÓN ANTONIO RAMÓN

CONTRA LA CORRUPCIÓN Y EL DESPOJO

Gladys Tzul Tzul, socióloga maya k’ich’e, es originaria de Totonicapán, epicentro de la revuelta y parte de 48 Cantones, la organización indígena que convocó con otras el actual levantamiento. Gladys no es una observadora del movimiento, participa activamente, conoce en profundidad de lo que está hablando.

El paro indefinido se inició el 2 de octubre, convocado por las autoridades indígenas de 48 Cantones de Totonicapán, la Municipalidad Indígena de Sololá, la Alcaldía Indígena de Ixil “B´oq´ol Q´esal Tenam” y las Comunidades Aliadas de Chichicastenango, al que se fueron uniendo otros pueblos maya y xinka. Exigen las renuncias de Consuelo Porras como fiscal general del Ministerio Público (MP); Rafael Curruchiche como jefe de la Fiscalía Especial contra la Impunidad (FECI); Cinthia Monterroso como fiscal regional y Fredy Orellana como juez de primera instancia.

El movimiento decidió darse una pausa para discutir las formas de la lucha, que tuvieron una de sus más notables expresiones en 200 bloqueos de carreteras simultáneos que paralizaron la minería y la explotación de hidrocarburos, ejes del extractivismo contra el que se han levantado las comunidades. “Las autoridades comunales han sido muy enfáticas diciendo que ya agotaron todas las instancias”, señala Gladys. “Las comunidades indígenas conocen de primera mano el efecto de la corrupción en los territorios, eso explica que se hayan levantado”.

Destaca que el Ministerio Público y la fiscal general son “guardianes de intereses empresariales” ligados al extractivismo, modelo de acumulación que ha generado la corrupción. Gladys considera que este paro dialoga con lo sucedido en 1820, ya que se trata de la misma geografía comunitaria que se levantó: “Si en 1820 nuestras comunidades se levantaron contra los tributos y el orden colonial, en este 2023 estamos viviendo un levantamiento estructural, contra el extractivismo, la criminalización, la corrupción y la militarización”.

–¿Qué son 48 Cantones?

–Es un pueblo organizado en cantones que son una geografía política, una estructura histórica que ha sido epicentro de rebeliones indígenas que provocaron el quiebre colonial en 1820 y han desarrollado un sofisticado sistema de gobierno comunitario. Este sistema tiene por lo menos cinco juntas o sistemas políticos organizativos que resguardan los títulos, cuidan el bosque, establecen justicia y labor política y cuidan los baños termales comunitarios. Además hay comités de aguas, de caminos. Hay un superávit de organización.

Se ríe.

–Sí, hay más organización que gente. Comunidades de otros lugares del país se preguntan por las estrategias y maneras de defender, gobernar y recuperar tierras sin que ni el mercado ni el Estado regulen. ¿Cómo funciona? ¿Cómo se organiza? Lo que es utópico para otros pueblos, de hecho existe en Totonicapán. Hablo pues de un sistema político y jurídico organizado en términos comunitarios, que se centra en el cuidado de los bienes comunes y el bienestar de la vida colectiva.

48 Cantones, en alianza con otras comunidades, ha frenado iniciativas estatales contra la vida comunal. Desde principios de 2000, 48 Cantones se opusieron a las iniciativas de la ley de agua. En el 2012 se organizaron varias acciones contra el alza de la energía eléctrica, la reforma constitucional y la extinción de la carrera magisterial; en esa fecha se logró frenar el proceso de reforma constitucional, lo que resultó en la masacre del 4 de octubre. También ocurrió el levantamiento de Atanasio Tzul contra el orden colonial. De muchas maneras Totonicapán y otros pueblos son epicentro político que impide que el Estado se totalice y decida en espacios comunitarios.

–Una potencia hacia fuera que debe tener una enorme legitimidad interior.

–Lo que le da dinamismo y fuerza a la vida política en 48 Cantones es la crítica comunal interna. Las autoridades se encuentran sujetas a sus asambleas. Muchas críticas a 48 Cantones provienen de voces partidarias, aducen que nuestra lucha no es suficiente, que debería constituirse en una opción electoral. Sin embargo, la fortaleza de 48 Cantones es porque no es una organización partidaria ni recibe fondos. Este paro dio la oportunidad de notarlo, ninguna ONG, ninguna organización, ningún partido aguantaría más de 17 días en la carretera, pagándose su propio pasaje y buscándose su comida. Fue el apoyo comunitario quien dio de comer, dio apoyo emocional. En la capital, fueron las personas indígenas de los departamentos que llevaron comida y apoyo a los pueblos.

Las comunidades no se constituyen en la idea heroica de que vamos a aguantar hasta que nos maten. Queremos vivir, y vivir bien. No queremos violencia y confrontación. Este levantamiento es pacífico.

La columna vertebral del levantamiento son 48 Cantones y Sololá, pero se han ido sumando comunidades aliadas de Chichicastenango o las comunidades de Ixcán que se han reconstruido después de la guerra. Se menciona mucho Cuatro Caminos que conecta 48 Cantones con Quetzaltenango, Huehuetenango, Quiché y la ruta que viene a la ciudad de Guatemala, pero lo que sucede en Ixcán no es menor.

–El epicentro de este levantamiento, ¿no es urbano sino rural, comunitario, indígena?

–Sí, son los lugares históricos de la política comunal, como Totonicapán, Sololá y ahora muchos otros. Pero a partir del llamado de 48 Cantones el pueblo se autoconvocó, todas las comunidades se levantaron.

La consigna de los alcaldes que están en la capital es defender al pueblo, cuando ellos toman posesión los primeros días de enero y cuando son electos en octubre. Deben cuidar la armonía y el bienestar del pueblo. La consigna más importante es “el poder del pueblo está en el servicio”. Amplifica lo que otros dicen, que el poder está en el pueblo. En Totonicapán así es. Pero ¿qué lo activa? El servicio es el k’ax k’ol, el trabajo comunitario.

–Hubo unos 200 puntos de bloqueos y hay una pausa para reflexionar cómo seguir.

–200 o más, porque la ciudad también salió. El presidente de 48 Cantones dijo: “Que quede abierto”. Hay un cambio de estrategia pero él no puede decir cómo será, porque eso lo deciden las asambleas comunitarias. “Yo sólo soy el presidente”, dijo.

–¿Las comunidades arrastraron a las ciudades?

–De algún modo sí. En la capital salieron 105 mercados populares a la protesta. Nuestras verduras vienen de Sololá y abastecen los mercados en las ciudades, lo que les da una enorme fuerza. Los mercados salieron a manifestarse y todos ellos son indígenas y eso es muy importante. También salieron las mujeres que venden tortilla, que es más importante que en México porque es toda manual, no industrial. También algunos barrios populares salieron, como La Betania, lo que nos muestra que más allá del Estado la sociedad está organizada en términos populares.

Está organizada para ver cómo compra el agua porque nadie puede comprarla de manera individual o gestionar una pipa de manera individual. Seguramente todos los comités de gestión de agua, seguridad o manutención de caminos y calles en los barrios fueron los que se activaron. Esto muestra que hay mucha organización sociopolítica en Guatemala. Que somos un país comunal, que en la ciudad hay formas de organización comunitaria y popular. Ellos respondieron al presidente de la República cuando declaró que el paro estaba generando un problema del agua. Ellos dijeron: en esta ciudad nunca ha habido agua.

Las comunidades indígenas levantaron el país, lo sacudieron, lo despertaron.

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Simón Antonio Ramón es un periodista kanjobal que reside en Guatemala. La entrevista combina respuestas de Gladys a Simón, con otras que Raúl Zibechi, editor de Desinformémonos, le hizo por vía telefónica.

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