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SÁMA NÁ IYÓ VE´E TYUUN / CAMBIO DE LOS QUE ESTÁN EN LA CASA DEL TRABAJO

JAIME GARCÍA LEYVA

Ná Savi (la gente de la lluvia) en la Montaña de Guerrero eligen a sus autoridades comunitarias en octubre, en la fiesta de los muertos (Viko Ndii). Se realiza en esta fecha porque las almas de los ancestros vienen, comparten la comida, la bebida y fungen como testigos de honor en las reuniones y asambleas. Los espíritus de los muertos guían, vigilan, orientan y señalan el camino a los elegidos para fungir como autoridades y que no incurran en errores. De esta manera el pueblo caminará sin pleitos, sin divisiones, sin enfermedades y en armonía. El cambio de autoridades se realiza en enero, el mes de la renovación, el año nuevo (kuiya xaá). Es parte del ciclo de ejercicio de poder comunitario y permite revitalizar el sistema organizativo basado en el cumplimiento de cargos. Es una función colectiva que asegura a los sujetos un lugar, membresía, reconocimiento y la reproducción de una práctica que se ha modificado, reinventado, fortalecido y está vigente en los pueblos de la Montaña.

En el principio de los tiempos los dioses bajaron del cielo para entregar el bastón de mando a los hombres para que guiaran a su pueblo. Así se relata en el Códice Zouche Nuttal, uno de los pocos que se conserva y que narra la historia y cosmogonía de Ná Savi, la gente de la lluvia. Dice: En el año casa, día 7 viento fue la fecha sagrada. Se abrió el lugar del sol y las estrellas, el cielo, donde están el Señor 4 Casa y la anciana Señora 5 Serpiente, ancianos venerados sobre los altares. De allí salió el Señor 12 Viento, Ojo que Humea y bajó por una cuerda sagrada que serpenteaba por el aire. Era sacerdote y estaba encargado del templo. Le siguieron como sus servidores el señor 5 Perro Flecha, que cargaba las armas, así como el Señor Pedernal 20 Perlas, que cargaba el bastón de Venus y un cargador del bastón de Xipe.

El mito cosmogónico narra que fueron los dioses quienes otorgaron el bastón de mando a los hombres para guiar a su pueblo. De esta manera se justificaba la continuidad del ejercicio del poder y la organización entre los antiguos habitantes de Ñuu Savi. Quien asumía la vara de mando lo hacía entre rituales de gran solemnidad. Durante muchas épocas esta práctica ha tenido continuidad y se ha transformado hasta llegar a nuestros días. Actualmente las autoridades comunitarias portan las varas de mando con profundo respeto.

El nombramiento de autoridades se articula con un proceso ritual colectivo en el que intervienen los curanderos, rezanderos, señores grandes (Tatá Xikua´a), autoridades y el pueblo (Ñuu). Las autoridades acuden a la cima de los cerros sagrados como La Luciérnaga en Malinaltepec, el Cerro de la Garza en Metlatónoc, el Cerro de la Estrella en Zitlaltepec, el Cerro Cantón en Tototepec, colinas y montañas de la geografía guerrerense. También se acude a las ciénegas, la iglesia, las tumbas de los ancestros y otros lugares de adoración para orar y solicitar a las almas y espíritus que iluminen a las autoridades en el ejercicio de su actividad. Con plegarias, rezos y discursos basados en estrategias de la oralidad, los ancianos, depositarios de la sabiduría comunitaria, dan consejos y recomendaciones a las autoridades. El cambio de autoridades se da entre música, bebida, baile, comida y fiesta. Primero son elegidos en su comunidad y después acuden a la cabecera municipal para ser reconocidos oficialmente.

Las autoridades son elegidas con base a la costumbre. Se elige a personas con cualidades como espíritu de servicio, colaboración y responsabilidad en los trabajos comunitarios. Una característica importante es la capacidad de convocatoria, consenso y ejercicio congruente de la justicia que promueva el diálogo y el respeto al interior del grupo como una manera de “hacer valer su rostro”. Los individuos que asumen cargos comunitarios se comprometen ante la comunidad a mantener una actitud de respeto, solemnidad y rectitud. Cuando no cumplen con lo establecido en su discurso pronunciado en la asamblea o el ritual cívico o religioso, se dice que “no respetan sus palabras o su voz”. Esto acarrea el descrédito individual y a su parentela. En caso contrario, cuando se obra y actúa como lo han establecido, cumplen sus actividades, son responsables y convierten sus palabras en hechos, entonces “hacen valer la palabra”, además de ganar respeto entre la comunidad.

Los partidos políticos y sus agentes, en las últimas décadas, han obligado a los pueblos a tomar posición o afiliarse bajo una bandera partidaria. Es frecuente que en las elecciones de autoridades municipales, delegados, comisarios o representantes de bienes comunales, las comunidades salgan fraccionadas o entren en conflicto debido a los intereses partidarios y electorales. Es importante reconocer el paulatino avance y reconocimiento de mujeres que toman una posición más activa y se integran en las estructuras de la toma de decisiones de poder comunitario al ser elegidas delegadas, comisarias o representantes de bienes comunales. Lo anterior implica un posicionamiento y conquista de espacios que anteriormente habían sido del sector masculino.

Ser autoridad, representante o comisario otorga respeto, prestigio y honorabilidad. La autoridad emana del reconocimiento y respeto del pueblo y el mandato colectivo. Los elegidos cumplen con lo que ordena y dispone el pueblo. Si alguien se desvía es sujeto a la crítica, señalamientos, regaños, y su actitud, si es negativa, puede traer consecuencias negativas a la comunidad. En una ceremonia pública, en la comisaría o los ayuntamientos le son entregadas las varas de mando, el símbolo del poder y la justicia comunitarios, además de flores, velas, los bienes de la comisaría y los documentos ancestrales que acompañan el andar de los pueblos en sus gestiones y luchas.

Quien porta las varas de mando es el guía, el que “camina adelante”, representa los intereses del pueblo y obedece al colectivo. La responsabilidad dura un año y significa cumplir el servicio de trabajo y el calendario ritual, así como otros lo hicieron antes. Brindar servicio significa el sacrificio personal como ofrenda colectiva y a los espíritus para que armonía entre la gente.

A las autoridades se les denomina Na Ve´e Tyuun: “los que están en la casa del trabajo”, son los que dan servicio o trabajan para el pueblo. En la comisaría, que es la casa del trabajo, los señores grandes brindan a las nuevas autoridades palabras y consejos. Los ancianos rememoran historias ancestrales. Hablan de la necesidad de caminar juntos, la importancia de ser representante y guía del pueblo. Orientan y recomiendan a las nuevas autoridades “que no se olviden de platicar todo lo que hacen, consultar a todos y no olvidar el pueblo”. Los elegidos escuchan la voz de la experiencia.

La legitimidad de las autoridades recae en su actividad, en el trabajo realizado por y para el pueblo. En su capacidad de ser vocero, guía y representante del sentir colectivo. Sus actividades no son aisladas y están sujetos a la vigilancia constante del pueblo. El colectivo lo acompaña, respalda, da consejos o bien lo amonesta públicamente. Las asambleas, reuniones o fiestas son el espacio de reunión de autoridades y el punto para compartir la experiencia de ejercer el poder en los pueblos indígenas. Las autoridades comunitarias cumplen, organizan, colaboran y participan en los eventos del pueblo, fiestas patronales, rituales o reuniones. Si no lo hacen de manera adecuada e incumplen con el mandato pueden acarrear desgracias para la gente. También actúan como juez en rencillas, ser interlocutores con las autoridades e individuos externos a la comunidad. El servicio brindado a la comunidad otorga prestigio y experiencia en la vida. Es uno de los caminos que lo llevará a convertirse en Tata Xikua´a o Nana Xikua´a (señor grande, señora grande).

Los procesos económicos y políticos actuales tienen impactos al interior de los pueblos de la Montaña y su organización social. Una estrategia actual es elegir como autoridades a profesores bilingües o individuos con capacidad de leer y escribir. Esto les permite mayor interlocución y negociación con los representantes gubernamentales o externos. Pero en el sentido inverso un fenómeno latente es la cooptación por parte de los partidos políticos, autoridades u organizaciones que, por vía de prebendas, otorgamiento de recursos económicos o apoyos, entre otras dádivas, ha provocado la ruptura del tejido social comunitario y permeado la estructura social. De esta manera se provoca la existencia de comisarías paralelas, confrontaciones y, en algunos casos, la violencia intracomunitaria.

En el anterior contexto y en las adversidades actuales todavía siguen vigentes prácticas que apelan al honor, al profundo respeto y el servicio al pueblo. Y en este sentido los que “trabajan por el pueblo” estratégicamente replantean su papel como protagonistas en la historia contemporánea. Para Ná Savi es una manera de autogobernarse, de ser pueblo, estar presentes como sujetos y actores políticos revitalizando su organización social. Un ejercicio del poder para y por el bien del pueblo, un mandar y obedecer con la gente en las Montañas del sur de México.

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Jaime García Leyva, escritor e investigador ná savi.

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