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AGUA, TIERRA Y LIBERTAD. LA CUARTA ASAMBLEA POR EL AGUA Y LA VIDA Y LA CONSTRUCCIÓN DE “EL COMÚN”

ELIANA ACOSTA MÁRQUEZ

El 23 y 24 de marzo se llevó a cabo la 4° Asamblea Nacional por el Agua y la Vida en La Magdalena Tlaltelulco, en el estado de Tlaxcala, a un costado del Volcán de La Malinche. La Matlahuey, como nombran a esta elevación los pueblos originarios de la región, ha sido un espacio de vida, pero hoy, como en tantos otros tantos lugares del país, la tala inmoderada, la extracción del líquido vital, el desplazamiento de las tierras de cultivo por la industria y obras inmobiliarias, así como leyes y disposiciones gubernamentales que favorecen su apropiación, han deteriorado de manera creciente los ecosistemas que resguarda y comprometido la subsistencia de las comunidades y sus hábitats.

En La Magdalena Tlatelulco, al igual que previamente en Santa María Zacatepec en el municipio de Juan C. Bonilla del estado de Puebla y después en Santiago Mexquititlán, municipio de Amealco, Querétaro y San Gregorio Atlapulco, Xochimilco, en la Ciudad de México, personas y agrupaciones diversas se encontraron para compartir lo que acontece en cada uno de sus territorios y comunidades y tomar acciones en conjunto. Lo que ahí se interroga y aprende, se lleva y hace resonar en los territorios trabajando en red y de manera colectiva.

Desde agosto de 2022 la Asamblea ha implicado un proceso de autodeterminación y reconstitución de los pueblos y comunidades. En un contexto de creciente apropiación del agua y la tierra, los desafíos son múltiples y también las dificultades y amenazas. No sólo los pueblos han presenciado la desecación de sus lagos y la alteración de sus sistemas de cosecha del agua, la contaminación de sus ríos y la pérdida de sus tierras de cultivo, han tenido que hacer frente también a la fragmentación y a las divisiones provocadas por múltiples intereses, así como la violencia desatada por grupos delictivos y la criminalización de las y los defensores del agua y el territorio.

Uno de los ejes centrales de la 4° Asamblea fue la construcción de EL COMÚN. En un tiempo en que, como bien se advertía en una de las mesas de trabajo, “lo común es la apropiación del agua, cuando el líquido vital debería ser lo común”. Esta asociación no sólo es la reiteración de un vocablo, sino la puesta en práctica de un principio del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en el cual se reconoce la Asamblea Nacional por el Agua y la Vida: “El Común y la No Propiedad” y “el trabajo colectivo como tierra fértil” para conseguirlo.

El agua es memoria y legado, y recordando a Jean Robert, es “la gran hacedora de comunidades”, y base de los lazos comunitarios originales. Las formulaciones más antiguas de los ámbitos de comunidad se relacionaban precisamente con el acceso a los pozos y manantiales bajo un principio fundamental: “el agua no puede ser poseída, sino sólo dada”. Cabe advertir que este elemento que nos brinda vida, al entrar en el ciclo económico y ser valorizado como depósito y mercancía socava los lazos de las comunidades y desenraiza a la gente de su tierra, de su tradición y principio de mesura. Al romper los vínculos comunitarios y su matriz cultural, se trastocan las propias formas de regulación y distribución, y más aún, se altera el metabolismo social con su entorno y del ciclo del agua.

El mismo Jean Robert nos invita a escuchar “las voces del agua” y volvernos sensibles a la historia de la materia y su sonoridad. Además de un elemento imprescindible para la reproducción de la existencia, es un complejo de relaciones, enclave de la memoria que articula la vida comunitaria en el territorio y horizonte para orientar la acción colectiva. Desde la ANAVI se convoca a visibilizar y comprender los procesos de despojo, acaparamiento y privatización del líquido vital, y también a tender puentes para dialogar, luchar y construir. Recuperando “las palabras de agua, las palabras de los pueblos, las antiguas, las nuevas y otras por llegar” se escuchar decir y se declara: ¡Agua, Tierra y Libertad!.

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