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AHORA LE LLAMAN TEQUIO A LA EXPLOTACIÓN LABORAL

MARIO CRUZ

En la Sierra Norte, me decía una compañera de estudios, “sí tenemos una palabra para distinguir el tequio, que es convocado por la autoridad, a la gozona, que es una ayuda de trabajo recíproca entre vecinos sin que la autoridad determine sanciones u obligaciones”. “Aquí la autoridad perifonea cuando hay tequio, y ya cada quien sabe qué día puede asistir, sin que se le presione, ellos ya saben”, me decían por la mixteca. Costumbres raras para mi pensamiento vallistocéntrico, porque en mi pueblo sí es la autoridad quien, efectivamente, convoca y aplica las sanciones u obligaciones acordadas en la asamblea. Sabiendo que las costumbres son diferentes y que la diferencia nos ayuda a comprendernos mejor, voy a escribir sobre la costumbre de mi pueblo.

Aunque la palabra tequio engloba diferentes llamados, se puede definir como un trabajo no remunerado económicamente, pero no cualquier trabajo no remunerado. Es un trabajo que atiende una necesidad concreta, necesidad que surge de la relación de una comunidad con el territorio que comprende. El tequio, hablo de mi experiencia, forma parte de la vida comunitaria porque socializas con la comunidad, porque implica un rito de pertenencia, una transición entre la juventud y la madurez, el reconocimiento de la comunidad de tu persona como alguien capaz de cumplir compromisos.

Participar en los tequios también te ayuda a conocer el territorio y a relacionarte con él, a través de la limpia de caminos, del deslinde de límites con los pueblos vecinos, de la prevención de incendios o la limpieza de los ríos. El tequio también crea memorias comunitarias, sedimenta carismas, modos de agarrar el machete, dichos personales de tal señor o modos de carácter de tal señora. Idiosincrasias que se transmiten de generación en generación entre risas y recuentos de los hechos.

Hasta aquí podría decirse que este texto es uno más de esos que romantizan esta práctica ancestral; se me sale lo comunal. Y es que sí, el origen del tequio tiene que ver con una forma de organización comunitaria en la que el don y el prestigio es importante, pero también con la necesidad de solucionar problemas ordinarios para los que no se cuenta con recursos económicos básicos.

La base fundacional y aquello que permite seguir existiendo a las comunidades pequeñas de Oaxaca es, sin duda, el trabajo no remunerado de sus propios integrantes. El trabajo gratuito cotidiano de hombres y mujeres que sostienen los grupos humanos históricamente ignorados por el Estado, y por si no fuera suficiente, conservan y defienden los ecosistemas de los ecocidios que constantemente cometen los gobiernos en nombre del progreso.

El tequio en mi comunidad es necesario, más que necesario, en ocasiones es obligatorio, impuesto por la asamblea que procura los acuerdos beneficien a la población, aunque esto signifique, en apariencia, pasar por encima de las necesidades personales. Esto no es fijo, pues en las comunidades la individualidad se desdibuja o se anula, en el entendido de que todo lo que se hace en la comunidad, por más individual que parezca, tiene repercusiones comunitarias.

Al finalizar el tequio siempre hay un momento de compartencia de palabras, sombra, alimentos y descanso. Uno va al tequio por gusto, porque quiere, porque, aunque se puede pagar una multa o pagarle a alguien que vaya por ti, no es lo mismo. Es necesario vivir en carne propia el tequio porque así se encarna en el cuerpo la comunidad y el territorio. El tequio es anhelado, invocado con nostalgia cuando dice la gente grande que se ha ido perdiendo.

Cuando un gobierno convoca a tequio las cosas son muy diferentes, porque no existe ese entramado de comunidad, no existen esas memorias compartidas, no existe la relación continua con el territorio. Cuando un gobierno obliga a sus funcionarios públicos a trasladarse a una comunidad a la que no pertenecen dentro o fuera de su horario, con sus propios recursos, para “hacer tequio” en hospitales o sembrando árboles que no van a regar, sepan que eso no es tequio, es explotación laboral. Cuando un gobierno convoca a sus jóvenes beneficiarios de algún programa social a realizar actividades fuera del marco de ese programa, para hacer presencia o servir de apoyo en la logística del evento, eso no es tequio, es proselitismo y también es un delito grave.

Cuando un gobierno partidista cualquiera convoca a tequio, teniendo recursos para destinar a ese trabajo, no es tequio, es un abuso y una burla para las comunidades que sí se sostienen a base de tequios.


 

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