IMPERATIVOS DEL MIGRANTE. EL CASO DE MÉXICO / 328
Imposible dar la espalda al fenómeno de la migración, así como a la constelación de problemas y desafíos que plantea para los países que los reciben y los propios migrantes. En cuanto a los países expulsores, dicho sin cinismo, los que se van implican un doble alivio: una boca menos y una remesa más (o más o menos: la economía del viajante, el “pollo”, el cruzado, es compleja, estresante e injusta). En pocos países la problemática es tan multidimensional. Alternamos con India el primer lugar como país exportador de conciudadanos y conciudadanas, aunque recientemente decreció el número comparativamente al incrementarse la tasa de retornos (expulsiones) desde Estados Unidos, justamente el destino del 97 por ciento de los mexicanos que se expatrian o intentan hacerlo.
De manera simultánea, México se ha convertido en uno de los lugares con más elevados índices de internamientos, en su mayoría ilegales, de personas provenientes de otras partes. Como en el Mediterráneo, el sur se ha volcado en el río Suchiate. Según cálculos recientes, hay aquí cerca de tres millones de migrantes de 15 o más años (48 por ciento varones, 52 por ciento mujeres); unos con México como destino, otros de paso al vecino del norte que, al repelerlos, los orilla a permanecer en México como “tercer país”.
El escenario de los orígenes resulta cambiante. Por ejemplo, entre 2022 y 2023 aumentaron notablemente los migrantes de Venezuela (130%), Ecuador (220%), Haití (901%), Senegal (mil 999%), además de los habituales Honduras y Guatemala. Los trasterrados de otros países también habituales como Cuba y El Salvador han decrecido porcentualmente. Más aún Nicaragua.
Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM, 2024), a fines de 2022 había en el mundo 281 millones de migrantes y 117 millones de desplazados. (¿Dónde sumar a la población de Gaza y Cisjordania que desde octubre de 2023 se desangra en la nación palestina?). De enero a abril de 2021, el 97% de los eventos de personas en situación migratoria irregular detectados en México correspondieron a nacionales de Centroamérica, principalmente El Salvador, Guatemala y Honduras. En el último trimestre de 2023, esta proporción había disminuido al 28% del número total de eventos.
Paralelamente, los niveles de migración desde América del Sur aumentaron de sólo el 1% de todos los eventos en el primer trimestre de 2021 al 44% en el último trimestre de 2023. Este cambio fue impulsado principalmente por un aumento en la migración de nacionales de Venezuela, Ecuador, Colombia, Perú y Brasil, la mayoría ingresando por tierra a través de la frontera sur de México, en Chiapas, añade el informe de la OIM.
Las cifras de otras partes de la región sugieren que estos elevados flujos de personas que se desplazan hacia y a través de México continuarán en el futuro. Durante 2023 se reportaron 520 mil migrantes en tránsito irregular a través del Tapón del Darién en el sur de Panamá, un aumento del 109% en comparación con 2022. Habrá que considerar que el gobierno de Panamá anunció que pretende tapar el Tapón de Darién, aunque es probable que los intrépidos migrantes busquen otras rutas, todavía más peligrosas que la selva de Darién. Por lo demás, en 2023 se registraron un total de dos millones 542 mil encuentros de migrantes en la frontera suroeste de Estados Unidos (Estadísticas migratorias para México, Boletín anual 2023, OIM-ONU: https://mexico.iom.int/sites/g/files/tmzbdl1686/files/documents/2024-03/estadisticas-migratorias-2023.pdf).
Este panorama, variable y creciente, nos pone a prueba a todos. A los Estados, a los ciudadanos de países receptores o de tránsito, a las organizaciones humanitarias. La marea humana es “enfrentada” en los países industrializados con redadas y brutales centros de detención (incluso flotantes, como en Gran Bretaña), o bien permanecen en campos de refugiados. En las ciudades se establecen campamentos espontáneos en parques, plazas, camellones y baldíos, como ahora ocurre por todo México, donde suelen ser víctimas de violencia, robos, secuestros, desapariciones, explotación laboral y sexual, mala atención a la salud, condiciones insalubres, daños emocionales severos y xenofobia en todas sus manifestaciones. Un reto para los gobiernos y los ciudadanos de México, Estados Unidos y la Unión Europea. La ultraderecha los ha tomado como su platillo favorito. Trump y sus millones de paleros, los fascistas de Inglaterra, Francia, Alemania, Países Bajos, España o Italia los culpan de todos sus males y se remiten a un pasado heroico de utilería y una deshumanización del alien, generalmente de piel oscura.
Si algo se encuentra hoy a prueba es la humanidad en personas, poblados, ciudades y naciones. El drama de los expulsados, que tantas veces deviene tragedia, apela al sistema mundo. El capitalismo se muerde la cola y comienza a ser devorado por sí mismo, a costa de sufrimientos e inseguridades sin fin para el mundo subalterno, es decir la fuente de su prosperidad, sus antiguas colonias. De manera tanto gráfica como geográfica, estamos en la encrucijada de ambos mundos. ¿Dará la tradición hospitalaria de México para recibir esta humanidad foránea? Es urgente alimentar y alentar la empatía. Los prejuicios nublan la razón.
Desde hace tres décadas (1995), el colectivo Las Patronas, que asiste a migrantes en las inmediaciones de Córdoba, Veracruz, ha dicho: “Todos son hijos de alguien”. Más allá de la aparente obviedad, tal es el meollo del fenómeno. Los que van de paso, igual que los que se atoran y acaban por quedarse, han sido los niños de alguien. Una proporción importante de estas personas, con su historia personal originaria (que bien pudo ser atroz), se convierten en parte de la población de México, quiérase o no, en un contexto donde la delincuencia “organizada” nacional es numerosa (y célebre por despiadada: una auténtica moda mundial).
Según todas las proyecciones disponibles, el flujo humano seguirá creciendo. Imposible, pues, dar la espalda a la migración intensa y sostenida que nos deparan las circunstancias.