SAVI NÁ´A / LLUVIA MALA. HURACÁN JOHN EN LA MONTAÑA DE GUERRERO
I
Para la gente de la lluvia, Ná Savi, existe una tipología o conceptos con que se denomina a la lluvia. Existen diversas maneras de nombrar y señalar las formas en que se presenta la lluvia. La lluvia es la deidad o entidad sagrada. Es la lluvia grande o grandiosa, majestuosa (Savi Ka ́nu) que otorga identidad. La vida gira en torno al tiempo de lluvias y el tiempo de secas (savi / ñumi). A la lluvia hay que rendirle culto, profesarle respeto, invocarle con palabras rituales, honrarle con alimentos, flores, bebida, comida, copal, tabaco y sacrificio de animales. Los lugares donde mora la lluvia se les denomina Ve’e Savi (casa de la lluvia) o bien Nuú Savi (donde está la lluvia). Hay personas que resguardan con hermetismo piedras antropomorfas que representan a savi. Objetos que han heredado de sus familiares. La lluvia se presenta de diferentes maneras y se le nombra como Savi Ká’nu (lluvia grandiosa), Savi Tyée (lluvia padre), Savi Sí’í (lluvia madre), Savi Lo’o (lluvia pequeña), Savi Sáká (lluvia juguetona), Savi Si’ma (lluvia final), Savi Tátyi (lluvia de viento), Savi Ndivi (lluvia de día), Savi Nuu viko (lluvia de la punta de la nube, rocío de nube), Savi Yáá (llovizna); pero la lluvia a la cual se le teme por su poder destructivo y que arrasa con todo es Savi Ná ́a, Ndiva ́a (lluvia mala, huracán), y que viene de Mini Ka ́nu, el gran lago: el mar. La lluvia es la portadora de vida, hace germinar las semillas y que broten las plantas y los alimentos para el Ñuu Savi. Pero también trae males, enfermedad y destrucción.
II
En el pensamiento, creencias y cosmovisión de Ná Savi, las señales que brindan los animales, los insectos, las nubes, los relámpagos, los sueños, la lluvia, los rayos, los truenos son mensajes que hay que interpretar o descifrar. Incluso los sucesos de la naturaleza se relacionan con lo espiritual, con la transgresión de espacios, territorios o desequilibrios de la sociedad. Las desavenencias, los conflictos personales o comunitarios; las enfermedades, los problemas o situaciones por las que pasan los individuos, la comunidad o sociedad son resultado de rupturas, desequilibrios o también, “sanciones”, “aleccionamientos” que hacen los espíritus de la naturaleza, las deidades, los muertos u otras entidades sagradas. Por lo anterior es importante mantener equilibrios entre lo terrenal y espiritual; entre el mundo de los vivos (Ñuu Yivi) y el mundo de los muertos (Ñuu Ndii); realizar los rituales de manera adecuada y con eficacia, no transgredir lugares, espacios sagrados o momentos. Las autoridades comunitarias que ejercen el poder o cumplen una función, tarea o responsabilidad deben conducirse con apego a las normas. En caso de incumplirlas se afecta a la comunidad. Similar sucede con las acciones de cada individuo. El temblor, los sismos, los cielos con nubes aborregadas, las lluvias fuertes, entre otros fenómenos son señales que se deben de interpretar. Algo sucede, algo ocurre y hay que analizar por qué y cuáles son las causas profundas.
III
Los cuatro días y cinco noches de lluvia provocados porel Huracán John en la mayor parte de Guerrero y Oaxaca causaron grandes daños y destrozos en las zonas costeras. El despliegue informativo y de los medios se concentró en esta parte de la geografía nacional. Sin embargo, en la Costa Chica de Guerrero y La Montaña, durante esos días la gente estuvo atenta, temerosa y con la esperanza de que las lluvias disminuyeran. No fue así. Los pobladores de municipios como Alcozauca, Metlatónoc, Cochoapa, Tlacochistlahuaca, Xochistlahuaca, San Luis Acatlán, Malinaltepec, Illiatenco, Ayutla, Tlacoapa y otros lugares vivieron días de angustia, zozobra y temor al ver la cantidad de agua que caía del cielo. Y poco a poco observaron o les llegaban noticias de que los caminos estaban colapsados, comunidades incomunicadas, ríos desbordados, con constantes cortes de luz eléctrica, sin servicio telefónico ni red satelital. De repente La Montaña quedó incomunicada y las lluvias no paraban. De algunos lugares los más audaces subían a los cerros para enviar mensajes, fotografías o hacer llamados de auxilio. Muchos quedaron varados en los caminos o carreteras por lo inaccesible. Otros buscaron la manera de llegar a sus comunidades y buscar resguardo. Resalta una fotografía de una maestra que carga a su hijo en las espaldas, descalza sube una escalera que le acondicionaron los habitantes de Jicayán de Tovar, para lograr pasar una carretera cortada por el agua. Escenas de cerros con derrumbes, carreteras cortadas, arboles caídos, casas con daños materiales, hombres y mujeres tratando de limpiar los caminos con picos, palas, machetes, barretas y otras herramientas, para librar el paso de sus comunidades. Todo eso y más en cinco días devastó La Montaña. La zona con mayor presencia indígena en la entidad.
IV
Después de la tormenta hay un saldo de milpas caídas, derrumbes en los cerros, caminos y veredas truncadas, lodazales, puentes colapsados o caídos, crecientes de agua que invadieron sembradíos o terrenos donde apenas maduraban los elotes. Eso pasó, por ejemplo, desde Copanatoyac, Tlapa, Atlamajac, Alpoyeca, Huamuxtitlán; lo que se conoce como la Cañada en La Montaña. Los ríos más importantes de la región como el Tlapaneco, el Igualita, el de Metlatónoc y Cochoapa aumentaron sus cauces y se desbordaron causando daños materiales y afectando a sembradíos. Los fuertes vientos no sólo derribaron milpas sino también los cultivos de frijol, de calabaza, jamaica, plátano, café y otras plantas comestibles. Los tlacololes que empezaban a suministrar los elotes y mazorcas que se esperaban cosechar en esta temporada se vinieron abajo con las lluvias. Esto aumenta más la situación de crisis dado que puede ser el inicio de una crisis alimentaria, y elevar la precaria situación del acceso a los alimentos. El maíz empieza a hacer falta. Y más aún en un contexto previo a la celebración de una de las fiestas más importantes para los pueblos, la fiesta de los muertos.
Las carreteras que parten de Tlapa —la ciudad mercado regional— hacia distintas poblaciones del interior de La Montaña se vieron colapsadas por numerosos derrumbes que en la mayoría de los casos necesitan de maquinaria y equipo especializado para remover las toneladas de piedras y lodo. De Tlapa a Metlatónoc se colapsó la carretera en el punto conocido como el entronque a Vicente Guerrero; de Tlapa a Marquelia, en diversos puntos como Malinaltepec, Paraje Montero y otras poblaciones aledañas. Las afectaciones en las vías de comunicación y casi por todas las rutas se bloqueron y la respuesta de ayuda gubernamental es tardía. Se necesita la reapertura de caminos, brechas, carreteras y otras vías que conducen a los pueblos. Los puentes que fueron colapsados o derribados por la creciente de ríos o arroyos exige que sean reconstruidos o bien construir una nueva infraestructura que permita mayor acceso y comunicación.
Los fuertes vientos derribaron árboles, la intensa y constante lluvia hizo que la tierra fuera humedeciéndose y así se dieron deslizamientos de tierra, caída de postes de luz eléctrica y de telefonía; la red satelital se interrumpió durante varios días y a estos días sigue inestable. Muchas comunidades no han restablecido el servicio eléctrico y siguen con las vías de comunicación obstruidas y sin comunicación al exterior. Los tanques de agua o depósitos, así como la tubería o mangueras con que muchas comunidades se hacen llegar el agua a sus hogares, fueron colapsados. En algunos lugares están recurriendo al agua de pozos, arroyos o ciénegas. Ello aumenta los riesgos en la salud dado que no tienen acceso al agua potable.
V
Los pueblos nahuas, ná savi, me ́phaa, ñomdaa, nancue para resguardarse y encontrar la manera de buscar salidas recurrieron a su organización social, la fuerza comunitaria, el trabajo colectivo, la unidad y solidaridad emanada de su largo andar en la historia y los contratiempos que han pasado. A pico y pala y con las herramientas que han podido han buscado la manera de aperturar brechas, quitar las rocas, hacer rellenos, reconstruir los caminos y carreteras para que la ayuda, los alimentos y el maíz lleguen; o en su caso, sacar a los damnificados, a los enfermos y llevarlos a lugares seguros. Los daños causados entre la población se deben de dimensionar en diversos aspectos. Los daños a plantaciones de maíz y plantas comestibles en las que descansa el sustento de numerosas familias; los daños a la infraestructura carretera, escuelas, casas, casas de salud; los daños a las familias y la población indígena y en situación de vulnerabilidad. Los estragos que causan los fenómenos naturales también evidencian otra dimensión de los problemas sociales; la desigualdad, la pobreza, la falta de acceso a servicios básicos y de salud, y el olvido institucional y los profundos abismos sociales. Los pueblos originarios que habitan en La Montaña han entrado en una etapa de incertidumbre. Los apoyos de las instituciones no han llegado o solo a cuentagotas en algunos puntos poblacionales.
Y es que en la memoria se guardan recuerdos de otros fenómenos meteorológicos que han causado severos daños a los pueblos de La Montaña. En 1988 el huracán Gilberto arrasó con varias comunidades, sembradíos de maíz y el agua alcanzó a meterse en poblaciones de la ribera del río Tlapaneco y afectó a las comunidades indígenas. En septiembre de 2013 el Huracán Ingrid y Manuel dejó incomunicadas a las comunidades indígenas, causó estragos, devastación, muerte, damnificados y cuantiosos daños. En algunos lugares aún quedan las secuelas desde hace una década. De la profunda montaña surgen voces que claman por solidaridad y dicen que La Montaña también es Guerrero. Las autoridades municipales y comunitarias, organizaciones sociales, colectivos culturales, trabajadores y estudiantes universitarios de la UAGro; ciudadanos, asociaciones civiles como Tlachinollan, Gusanos de la Memoria, el Consejo Regional de Autoridades Agrarias en Defensa del Territorio, y hombres y mujeres de La Montaña que se unen en solidaridad fraterna, y también al clamor y la exigencia para que las autoridades regresen a mirar los estragos en la región de La Montaña y la Costa Chica y atiendan los problemas.
Los fenómenos naturales, desde la cosmovisión de Ná Savi, son señales que se deben de “interpretar”, “saber leer el tiempo”, “mirar”, también el buscar respuestas, construir procesos colectivos, acciones, enfrentar los problemas, buscar soluciones, mirar hacia dónde vamos y qué hacer... Montaña de Guerrero, bajo la lluvia....