OFRENDA HUASTECA. AGONIZAR
La tepa se comió mi corazón.
La Antigua se comió mi alma.
El ejenchik casi se acabó mi cuerpo a mordidas.
El nahual me dejó ir vivo sangrando.
Yo camino entre el monte, pero no hay camino; la hierba, los
palos lastiman mis heridas. Apenas puedo ver, los grillos se
escuchan; me desangro y mis pies están llenos de espinas.
Mientras camino escucho ese pájaro que mi madre decía que
es malagüero, no me queda otra más que seguir; caminar,
sangrar. No sé si voy a vivir, pero sé que morir es una buena
salida, mientras termino de pensar esto escucho un tecolote,
recuerdo que de niño me daba mucho miedo escucharlo; pero
tenía miedo porque así me lo habían inculcado los del pueblo,
ahorita no me importa nada. El sudor y la sangre corrían por mi
frente y tapaban mi vista, estiro mi mano derecha, me apoyo en
una guásima, no puedo más, mi vista nublada ve coyotes, me
observan hambrientos con sus colmillos afilados, me rodean,
seguramente van a comer lo que queda de mi cuerpo, no les da
asco el cuerpo sangrado y sucio...
Aúllan y yo mejor cierro los ojos, es mi fin...
De repente despierto en una tina, sumergido en agua, rodeado de
ramas de chaca, con un paliacate en la frente que mi mamá amarra
por atrás de mi cabeza, mientras mi papá me da de oler aguardiente.
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Maska de la Cruz, escritor y promotor cultural de origen tenek, es originario de Zaragoza, Naranjos Amatlán, Veracruz. Reside en Xochimilco, CDMX. Publicó en Ojarasca 333: