VIOLENCIA EN INTERNET CONTRA LAS MUJERES
LO QUE MUCHAS VIVEN Y NO SABEN CÓMO NOMBRAR
No lo notó de inmediato, primero fue un comentario grosero en su foto, luego, un perfil falso que usaba su nombre y sus imágenes personales para enviar mensajes a desconocidos, más tarde, amenazas con difundir imágenes privadas que nunca pensó que alguien más tendría. Ella sólo quería desconectarse, borrar todo y desaparecer. Pero no podía, porque no se trataba sólo de redes sociales, se trataba de su seguridad, de su intimidad, de su dignidad.
Esta historia no es ficticia, es la realidad que viven miles de mujeres en México y en el mundo. Y aunque ocurre en un espacio virtual, el dolor es muy real, lo que muchas no saben y que nadie les enseña es que esto tiene nombre: violencia digital.
Durante mucho tiempo se pensó que el internet era un lugar “ajeno” al mundo real, una dimensión paralela donde todo se valía y donde lo que pasaba no tenía consecuencias, pero eso ya no es cierto, si es que alguna vez lo fue, pero hoy, la vida pasa también en línea, ahí hablamos, trabajamos, aprendemos, amamos, compartimos… y sí, también sufrimos violencia.
La violencia digital es cualquier acción que se realiza mediante redes sociales, plataformas, dispositivos o tecnologías, y que busca controlar, acosar, humillar o dañar a alguien. En la gran mayoría de los casos, las víctimas son mujeres, adolescentes y niñas. Porque en una sociedad patriarcal, los espacios virtuales también reproducen la desigualdad y la misoginia.
Esta violencia puede tomar muchas formas, como la filtración de contenido íntimo (fotos o videos) sin consentimiento, acoso constante en redes sociales: insultos, amenazas, comentarios sexuales, creación de perfiles falsos para suplantar la identidad o difamar, chantajes emocionales o sexuales usando contenido privado, vigilancia digital: revisar conversaciones, controlar el uso del teléfono o espiar la ubicación, difusión de información personal (como dirección, teléfono, lugar de trabajo), también conocida como doxing. Y aunque muchas veces se minimiza con frases como “es sólo en internet”, esta violencia afecta profundamente la salud mental, la vida social y hasta la seguridad física de quienes la sufren. Algunas mujeres dejan de usar redes. Otras pierden trabajos, amistades, relaciones. Algunas desarrollan ansiedad, depresión o estrés postraumático. Y lo más grave: muchas se quedan calladas porque tienen miedo de no ser tomadas en serio.
Hay una pregunta que suele repetirse cuando una mujer denuncia que difundieron contenido íntimo suyo sin permiso: “¿Y tú para qué lo mandaste?”. Esa pregunta no sólo es cruel, sino profundamente injusta. Porque nadie debería ser juzgada por ejercer su intimidad en libertad, porque lo privado debe permanecer privado, el problema nunca es que alguien haya confiado ,sino que alguien más haya traicionado esa confianza y violado su derecho a la privacidad.
Pero vivimos en una cultura que sigue culpando a las mujeres por todo, que nos juzga por enviar una foto, maquillarse, por hablar, por callar. Una cultura que perdona al agresor y señala a la víctima. Ésa es la raíz de la violencia digital: el machismo disfrazado de “libertad de expresión”.
En medio de este panorama nació una lucha, la de Olimpia Coral Melo, que fue víctima cuando se viralizó un video íntimo suyo sin su consentimiento, y durante años vivió con miedo, vergüenza y humillación, pero decidió transformar su dolor en fuerza. Levantó la voz y exigió que lo que le pasó a ella no volviera a pasarle a nadie más.
Así nació la Ley Olimpia, un conjunto de reformas legales que hoy está vigente en todo México. Esta ley reconoce la violencia digital como una forma de violencia de género y la castiga penalmente. Es decir, ya no es sólo una falta moral o un “problema personal”: es un delito.
Gracias a esta ley, es ilegal compartir contenido íntimo sin permiso, el ciberacoso, el chantaje, la suplantación de identidad y el hostigamiento digital también son delitos, las víctimas pueden denunciar y exigir justicia y las fiscalías están obligadas a atender estos casos con perspectiva de género, se reconoce que la violencia digital puede afectar profundamente la vida de las mujeres. Y aunque aún hay mucho por mejorar en su aplicación, la Ley Olimpia marcó un antes y un después. Por primera vez, las mujeres tienen una herramienta legal para defender su derecho a estar seguras también en el espacio digital.
Nadie está exento, puedes ser tú, tu amiga, tu hermana, tu hija, por eso es tan importante conocer la Ley Olimpia y saber cómo actuar. Si estás viviendo violencia digital, no te culpes, no es tu responsabilidad lo que alguien más hizo con tu intimidad, guarda las pruebas; pueden ser capturas de pantalla, enlaces, mensajes, perfiles. Todo es evidencia, no enfrentes sola al agresor, busca apoyo emocional y legal y denuncia si estás lista, puedes hacerlo en la fiscalía de tu estado, solicitando que se aplique la Ley Olimpia.
Denunciar no es fácil, pero muchas han encontrado en ese camino una forma de reconstruirse, de sanar, de volver a tomar el control de sus vidas.
No hay dos mundos separados, el internet no es una dimensión alternativa donde todo se vale, es parte de nuestra vida, y, por tanto, también debe ser un espacio de respeto, de libertad y de seguridad, la violencia digital no es un “asunto de jóvenes”, ni algo sin importancia, es una forma moderna de violencia machista, y debemos hablar de ella con la misma seriedad con la que hablamos de cualquier otra forma de violencia de género.
La Ley Olimpia es hoy una herramienta indispensable, una defensa para quienes antes no tenían cómo defenderse. pero también es un símbolo: el de una generación de mujeres que no se quedó callada. Que dijo “esto también es violencia” y logró que el Estado lo reconociera.
Conocer esta ley, compartirla, hablar de ella, puede marcar la diferencia, porque a veces, la justicia empieza por saber que lo que te pasa no está bien y no estás sola.