LAS PINTURAS RUPESTRES DE SANTA MARÍA COAPAN, TEHUACÁN: UNA HISTORIA DE RACISMO, ECOCIDIO Y EXTRACTIVISMO — ojarasca Ojarasca
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LAS PINTURAS RUPESTRES DE SANTA MARÍA COAPAN, TEHUACÁN: UNA HISTORIA DE RACISMO, ECOCIDIO Y EXTRACTIVISMO

MARTÍN BARRIOS

Santa María Coapan, “En el Caño de las Serpientes”, es un pueblo originario náhuatl del estado de Puebla, ubicado a cinco kilómetros de distancia del centro de Tehuacán, Ciudad de Indios, y dentro de dicha encomienda municipal.

Las mujeres nahuas de esta comunidad alimentan diariamente con sus productos derivados del maíz como tortillas, atole, tlacoyos, memelas, enchiladas y diversos tacos a la clase obrera de las maquiladoras, la burocracia y la población urbana mestiza e indígena en cada mercado y esquina de Tehuacán, Zapotitlán Salinas, Tepanco de López y otros lugares de la región.

Santa María Coapan es un mercado de fin de semana de barbacoa y tiene su comida propia tradicional como el “Chilacatomalli” de los sábados, el “Tenzomolli” o “Mole de Chivo” para “Día de Muertos”, los “Etltepayan” o “Frijoles Martajados”, los chiles “Tlapapachalli”, el “Pan conejo”, el “Colexo” de borrego y col, y el “Huehuechomolli” o “Mole de Guajolote” para los casamientos, en donde la celebración se acompaña con el baile del “Xochicanela” o “La Flor de la Canela”, entre otros guisos, alimentos y costumbres.

Los hombres se dedican al campo, la albañilería o al pastoreo de chivos, entre otras actividades, como el trabajar en las canteras que producen grava o en empresas mineras como Nutek —que produce alimento de exportación para animales— y antes en Caltesa y Calusa —empresas ya desaparecidas que producían cal—, y otros en las granjas del emporio avícola y porcícola del clan Romero.

La población también se ha dedicado a trabajar en las maquiladoras de la confección textil y del calzado infantil, y en ocasiones han transitado en la insurgencia obrera como en la lucha sucedida en Maquilas Eslava del Grupo Navarra en años pasados.

Ante la crisis y las necesidades económicas, varias personas han migrado a California y a Nueva York para trabajar en la construcción, entre otras actividades, y al ser una comunidad muy religiosa, el padre Adolfo Torres, cuando estuvo de párroco en la comunidad, llegó a viajar a Gringolandia para llevar a cabo misas y encuentros con la población migrante.

La fiestas y actos más importantes de la comunidad, además de la religiosa, son la “Batalla de los Reyes Magos” que se celebra el seis de enero y en su octava, que es un ritual producto de la evangelización y el sincretismo, en el cual el “Rey Herodes” y sus soldados, los “Huehues” o “Cuaxotzime” o “Los cabezas de olla” pelean públicamente con los encabalgados nahuas Gaspar, Melchor y Baltazar, dentro de un significativo y memorable “coloquio”. Hay una nueva “tradición” que se creó hace dos décadas más o menos, llamada “La Carrera de la Tortilla”, en donde niñas, jóvenes, adultas y ancianas corren con su canasto de tortillas en la espalda y su atuendo tradicional para reivindicar el trabajo de las taqueras y tortilleras de la comunidad.

El problema dentro, al lado y de manera paralela a este pueblo originario náhuatl en este paisaje descrito arriba es el racismo de los mestizos urbanos y de todos los ayuntamientos de la “Ciudad de Indios”: ¡vaya incongruente realidad!

Las “tortilleras” o “taqueras” de Santa María Coapan, al igual que las “canasteras”, que son mujeres indígenas de Altepexi, Ajalpan o Chapulco, entre otros pueblos originarios que venden quelites, flor de calabaza, tempezquiscles, palmitos, cacayas, tepexilotes y otros productos de la Mixteca, el Valle y Sierra Negra o las “yerberas” nahuas de San Antonio Cañada que venden medicina tradicional, han sido sistemáticamente agredidas y desalojadas de la vía pública por todos los ayuntamientos de todos los partidos políticos, con el argumento racista de que “dan mal aspecto”, “ensucian” y “afean” la Ciudad (de Indios).

El caso más relevante del racismo institucional contra Santa María Coapan es el hecho de que el ayuntamiento municipal convirtió a dicha comunidad nahua en el “relleno sanitario municipal” de Tehuacán desde 1993 hasta la actualidad.

Este ecocidio, enmarcado dentro del racismo ambiental, prendió la alarma hace seis años en el pueblo, quien ante los daños ambientales y a la salud decidió por “acción directa” cerrar ese basurero ubicado dentro de la Reserva de la Biósfera Tehuacán-Cuicatlan (RBTC) el 7 de octubre de 2021 y mediante la movilización y la lucha legal logró que la Profepa resolviera la clausura total y definitiva de ese tóxico basurero en junio de 2023.

El ayuntamiento anterior, del Partido Verde (PVEM), nunca cumplió con las medidas correctivas para llevar a cabo la remediación y el saneamiento ambiental del territorio de Santa María Coapan, que alberga alrededor de 3 millones 700 mil toneladas de todo tipo de basura: residuos sólidos urbanos (RSU), residuos de manejo especial (RME) y los más tóxicos, los residuos peligrosos de generación industrial —toneladas de cancerígenos lodos azules de las lavanderías de mezclilla de las maquiladoras de ropa (RP)— y los residuos biológico-infecciosos de hospitales y clínicas (RPBI).

El actual ayuntamiento morenista tampoco quiere cumplir con las medidas correctivas impuestas por Profepa ni con las sentencias de amparo ganadas por el Comité de Bienes del Pueblo y Vigilancia de Santa María Coapan, que es la representación comunal del pueblo dentro de su sistema normativo interno, ya que han estado mintiendo y minimizando los daños ambientales a la flora y fauna, la toxicidad cancerígena de los lixiviados y evadiendo los daños a la salud causados por los residuos peligrosos depositados por tres décadas en este criminal basurero, que es el segundo en tamaño y toxicidad del estado de Puebla, después del basurero “Chiltepeque” en la colonial capital.

La cereza en el pastel del racismo municipal es la actual intención del ayuntamiento de Tehuacán de apropiarse del legado cultural más importante de Santa María Coapan, que son las pinturas rupestres ubicadas en la Barranca “La Tinaja” —en donde, por cierto, navegan los tóxicos lixiviados del relleno sanitario contaminando el agua de San Gabriel Chilac, San Marcos Necoxtla y Altepexi— con la complicidad del INAH.

Los cazadores-recolectores del paleolítico del Valle de Tehuacán dejaron miles de años antes de la domesticación de la mazorca divina (el teocintle) imágenes de su vida, cosmogonía e interpretación del mundo en varias cuevas de Santa María Coapan. Una cueva llamada Mapajtli en náhuatl o “La Cueva de las Manitas” alberga manos de infantes, adultos y gente grande, plasmadas en positivos y negativos. Estas pinturas son iguales a la otra “Cueva de las Manitas” ubicadas en Cuicatlán, en el mismo Valle de Tehuacán, pero dentro de Oaxaca. Una tercera “Cueva de las Manitas”, cerca del relleno sanitario, fue destruida por causas desconocidas, tal vez por dinamita o causas geológicas. Otras cuevas contienen petroglifos de cazadores recolectores, astros, máscaras, rostros, animales y figuras abstractas, entre otros símbolos y mensajes de los prehistóricos nómadas de la región.

El mensaje racista es evidente y claro por parte del ayuntamiento de Tehuacán: no cumplo con la remediación ambiental, pero extraigo, despojo y me apropio de tu sitio arqueológico para alimentar mi ego institucional en nombre del turismo.

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