HUEHUETLA, EN EL CORAZÓN DEL TOTONACAPAN
Para los que hemos cursado la universidad, la podemos considerar como una de las etapas más importantes y, para mí, más fascinantes de nuestras vidas, más si se encuentra en el corazón de la sierra.
Conocí Huehuetla gracias a la Universidad Intercultural del Estado de Puebla (UIEP) que tiene su sede central ahí, en la comunidad de Lipuntahuaca, o conocida por los locales como “Las Chacas”. Siendo sinceros, pensaba que Huehuetla era una gran ciudad como lo es Teziutlán, pues tenía la creencia de que las universidades importantes (como la Intercultural, que había escuchado hablar maravillas de ella, lo cual es cierto) se encontraban en grandes urbes. Pero fue una gran sorpresa al saber que era un pequeño pueblito (aunque por decreto del Congreso del Estado es una villa) enclavado en el corazón de la sierra norte de Puebla y del Totonacapan poblano.
Huehuetla es, como hemos dicho, parte del Totonacapan, específicamente de la zona poblana, donde el clima es cálido la mayoría del año, superando a veces los treinta grados y la vegetación verde abunda en demasía; lo primero que me sorprendió ver es que las personas aún conservan la vestimenta originaria (calzón y camisa de manta en los hombres y blusa y falda bordadas), pues en mi lugar donde provengo esa vestimenta ha caído en desuso por sus habitantes, solamente las logro ver en una cuantas personas de edad avanzada y de las comunidades lejanas que son muy marginadas.
“Ay de mi Huehuetla poblana”, eso fue lo que escuché en un puesto de discos en el tianguis dominical. Pertenece al huapango Canto a Huehuetla, cuyo autor es, podríamos decirlo, anónimo. Esa frase, como toda la canción, nos enseña todas las maravillas de este bello municipio. Su delicioso café de olla realizado en fogón, las deliciosas gorditas con frijoles, o el famoso Pax´nikak, el exquisito manjar realizado con hojas del quelite mafafa (así se le llama en mi pueblo), pero solamente las hojas, no las “venas” de éstas, se pone en una olla de agua caliente y se mueve, también se le pone limón y chile para darle buen sabor, a veces hasta se le pone ajonjolí, cuando hierve queda como una salsa espesa y verdosa opaca, se acompaña con tostadas pasadas en el comal. Delicioso.
Esto fue un poco de lo que vi y viví en mi experiencia en el maravilloso pueblo viejo, Huehuetla. Cuatro años estuve allá, en el corazón del Totonacapan, que el aroma del café por las mañanas nunca puede faltar, donde el verde de los cerros se ilumina con las salidas del sol. Para muchos fue nuestro segundo hogar por esos cuatro años alejados de nuestras casas, en donde conocí personas maravillosas de lugares que nunca imaginé conocer o de su existencia. ¡Ay de mi Huehuetla poblana!