Hipertensión en el embarazo
“La interrupción de tu embarazo es el tratamiento definitivo”, fueron las últimas palabras que Sofía escuchó del doctor antes de entrar al quirófano. El motivo: el constante aumento de la presión arterial y la oliguria (baja producción de orina) generados por la preeclampsia que inició desde la semana 26, misma que puso en riesgo no sólo a Sofía sino al feto.
Considerada la primera causa de muerte materna en los países en vías de desarrollo y en Latinoamérica según la OMS, la preeclampsia es un trastorno multisistémico asociado al embarazo a partir de las 20 semanas de gestación. Existen factores de riesgo a considerar: la genética, la edad, ser primigesta (primer embarazo), embarazo gemelar, diabetes preexistente o gestacional, obesidad y preeclampsia previa.
El desarrollo deficiente de la placenta o la falta de calcio podrían ser algunas causas del padecimiento, aunque aún permanecen desconocidas. Al ser silenciosa y repentina, las visitas mensuales con el especialista son vitales, pues las consecuencias de la preeclampsia van desde la eclampsia (convulsiones), el síndrome HELLP (alteraciones del hígado de la madre) hasta el deceso.
Para detectar un embarazo preeclámptico, las señales son dolor de cabeza, alteraciones visuales, edema de manos y cara, dolor epigástrico, aumento súbito de peso y aunque todas manifiestan hipertensión arterial, ya es un signo tardío del trastorno. Una vez detectada y dependiendo la gravedad, el tratamiento incluye monitoreo materno-fetal, anti-hipertensivo e inducción del parto.