Masculinidades contemporáneas — letraese letra ese

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Masculinidades contemporáneas


Nuevas masculinidades, masculinidades tóxicas, identidades masculinas o simplemente masculinidades es como se ha denominado en las últimas tres décadas a esta materia de estudios y reflexiones relacionados con las diferentes formas del ser masculino en las distintas sociedades y las problemáticas derivadas de estas construcciones socioculturales en múltiples ámbitos como la violencia en el hogar, las violencias contra las mujeres, los escenarios sociales violentos, los altos índices de homicidios y el posicionamiento social de actividades ilegales.

Como parte de la XIX Semana Cultural de la Diversidad Sexual del Instituto Nacional de Antropología e Historia, coordinada por Edith Yesenia Peña Sánchez y Lilia Hernández Albarrán, cuyo eje fue la violencia en los espacios universitarios, diversos especialistas en la temática consideraron que las instituciones educativas reflejan el rompecabezas social existente a su alrededor, por lo que es urgente enfatizar en la temática con el objetivo de proponer soluciones en las que se involucre al sector que más conductas y actos de violencia propicia: el de los hombres.

Espacios homosociales

El problema de trasfondo es la construcción de las identidades masculinas con base en la violencia, la cual se refleja en los altos índices de violencias contra las mujeres por parte de los hombres, desafortunadamente sustentada en una “pseudonaturaleza superior de los varones” cuyo argumento es que los hombres son más importantes que las mujeres, aseguró Óscar Montiel, de la Universidad Autónoma de Tlaxcala, durante su participación en el encuentro académico.

Esta es una visión sustentada en la dominación hacia todo aquello ajeno a la norma heterosexual, no sólo de manera individual sino colectiva, a través del patriarcado, comprendido como una imposición del dominio cultural de los varones por sobre las mujeres, indicó el también autor de Trata de personas: padrotes, iniciación y modus operandi.

Para el doctor en antropología, esta idea se posiciona a partir de la existencia de espacios homosociales donde se construyen y articulan las diferentes formas de masculinidad en cada etapa de la vida, en los cuales, en algún momento, los hombres son iniciados y en otros son iniciadores, pero siempre se les exige mantener una virilidad sustentada en la violencia hacia los otros y su control.

Por ello, deben surgir más estudios e investigaciones sobre las formas y los mecanismos a través de los cuales se va construyendo esta violencia.

 

Cuando los hombres enfrentan carencia de empleo, surge una crisis de identidad que se traduce en angustia, tristeza, culpa e ira, y conflictos domésticos ante el cambio de figura proveedora del hogar, pues las mujeres suelen asumir ese rol, y los hombres consideran que pierden control y poder sobre su entorno.


Un problema público

Las narrativas sobre la hombría se tejen alrededor del posicionamiento simbólico sobre el otro, asegura Óscar Misael Hernández, investigador de El Colegio de la Frontera Norte, quien a través de indagaciones alrededor del concepto de juvenicidio, advirtió que en el norte del país, aunque el fenómeno se está trasladando a otras regiones del territorio mexicano, hay hombres jóvenes matando a sus coetáneos debido a que han adoptado estilos de vida ligados al poder de la violencia y la crueldad.

Por lo tanto, se han incrementado las cifras de homicidios de hombres menores de 30 años, la mayoría de ellos sujetos a lo que podría considerarse una nueva tríada de la violencia masculina en la que agreden a las mujeres, a otros hombres y a sí mismos.

Si bien podría pensarse que lo anterior es resultado del incremento de la presencia del crimen organizado en diferentes rincones de la República Mexicana, en realidad, afirma el autor de Masculinidades en el México contemporáneo, también está anclado en la debilidad de la noción de masculinidad en el contexto social actual.

La fragilidad de un rol

A través de una revisión de estudios sobre masculinidades en el norte del país, aunque no exclusivo, el investigador y académico señaló que el trabajo se ha construido como una categoría que da sustento a la identidad masculina, pues es una forma de recreación social que permite controlar a las mujeres y a las familias y está sostenido en las nociones de responsabilidad, provisión de bienes y decencia.

Incluso, Hernández consideró que hay un respaldo estatal a esa noción, pues las políticas públicas de capacitación laboral están enfocadas principalmente al sector masculino, y también existe un impulso social, pues al nombrárseles jefes de familia, se les asocian atributos como responsabilidad, estabilidad, carencia de vicios, conductas correctas y un estatus de proveedor.

Sin embargo, cuando esa idea se resquebraja ante la carencia de empleo o una precarización económica, surge una crisis de identidad, traducida en diferentes estados de ánimo como angustia, tristeza, culpa e ira, y conflictos domésticos ante el cambio de figura proveedora del hogar, pues las mujeres suelen asumir ese rol, y los hombres consideran que pierden control y poder sobre su entorno.

El propio contexto socioeconómico vigente ha propiciado ese cambio, pues cada vez más mujeres se suman al mercado laboral y aumentan su nivel educativo, requiriéndose de una negociación al interior de las relaciones de pareja y en los hogares ante los nuevos roles delineados por un modelo económico en el que la figura del hombre proveedor está en desuso ante una subsistencia inviable con un solo ingreso económico.

Todo lo anterior, asegura el académico, debe propiciar una reorientación en las relaciones entre géneros y entre los propios hombres, pues en ambos casos, se generan violencias en un marco de crisis.

 

La idea predominante de masculinidad estuvo fuertemente reforzada en la época del “milagro mexicano”, en la década de los cincuenta y sesenta, pero hacia los años noventa comenzó a diluirse ante las recesiones económicas.


Cambios en el tiempo

La idea predominante de masculinidad estuvo fuertemente reforzada en la época del “milagro mexicano”, la década de los 50 y 60, pero hacia la década de los 90, comenzó a diluirse ante las recesiones económicas ocurridas durante la última etapa del gobierno de Carlos Salinas de Gortari y el comienzo del de Ernesto Zedillo, en las que las condiciones de vida requirieron de modificaciones en las vivencias de los roles de género, aseguró Agustín Escobar Latapí, investigador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social de Occidente.

A través de estudios cualitativos en los que se entrevistó a hombres de diferentes edades en diferentes momentos en las últimas tres décadas, el sociólogo identificó que el hombre pasó de un control total de las situaciones cotidianas al interior del hogar a tener que dialogar con su pareja y negociar con ella y otros actores sobre situaciones y acciones que anteriormente no tendrían que haberse sometido a consulta.

A esto se sumó una recomposición familiar, no porque antes de estos años no existiera la diversidad familiar, sino porque se ha tenido que reconfigurar la institución con base en los cambios sociales de las últimas décadas, señaló Escobar, que incluyen el compartir responsabilidades o asumir nuevos roles ante las necesidades de tener que cuidar personas adultas mayores, dar solución a embarazos en edad adolescente, y los contextos de violencia derivados de la irrupción del crimen organizado.

Los retos

Para Óscar Montiel, es urgente cuestionar los privilegios sociales existentes y asumir las responsabilidades derivadas de actos inequitativos. Se deben reformular derechos y obligaciones, promover políticas públicas a favor de la construcción de otras formas identitarias del ser hombre y sancionar aquello que estaba culturalmente permitido mediante, por ejemplo, la creación de un registro de agresores sexuales a fin de mermarles espacios, sobre todo, de gobierno.

Por eso, consideró que se debe cuestionar la forma en que se ha construido nuestra cultura para poder reflexionar sobre cómo estas estructuras afectan a la sociedad y comenzar a cambiar paradigmas dentro de nuestras sociedades, que se traduzcan en políticas públicas y acciones afirmativas.

Si bien hay muchas herramientas e insumos para erradicar las violencias, sobre todo las motivadas por el género, Misael Hernández recordó que las identidades son variantes, y actualmente, se configura una noción de masculinidad confrontada con la versión tradicional de resaltar valores como la responsabilidad, la disciplina y el respeto, en la que se privilegian al peligro y la violencia, un gran desafío para la construcción de contextos sociales más igualitarios y menos violentos para todas las personas.


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