Feminismo, libros y preguntas — letraese letra ese

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Feminismo, libros y preguntas


Un librero puede parecer un ente inmóvil, colmado de libros, inmutable al paso del tiempo. Muchos libros han sobrevivido al paso de los siglos y han sido absorbidos por muchos ojos. Pero cabría preguntarse si realmente son cúmulos de letras inmóviles. Para una gran lectora y ensayista, cuya filia a los libros nació durante su infancia en la biblioteca de su barrio natal, el Bronx, al norte de la Gran Manzana, la relectura de algunos textos le incitó a reflexionar sobre los mismos, pero también, fiel a su estilo, Vivian Gornick permite que se asomen, a través de sus reflexiones, una serie de metarreflexiones sobre la condición del ser mujer, las desigualdades sociales provocadas por el género, postulados feministas, entre otras circunstancias.

En su libro Escribir narrativa personal (2003), invita a dejarnos embeber por el placer de la lectura a través de un breve consejo: aprender a leer implica reconocer la verdad cuando la oímos en obra de otros y no en la nuestra. Y de cierta manera, en su último trabajo literario-reflexivo, nos comparte cómo ha sido su propia experiencia al respecto y las diferentes verdades que ha confrontado mediante múltiples lecturas de la misma obra, en distintas etapas personales.

Las pasiones

A través de su nuevo ensayo, Cuentas pendientes (Sexto Piso, 2022), la también periodista neoyorquina revisa textos literarios como el de Hijos y amantes, de D.H Lawrence, que leyó afanosamente durante su juventud, al cual interpretó primero como una lectura sobre la sexualidad y la resignación de muchas mujeres de, tal vez, no poder disfrutarla nunca, ante la visión predominante de tener que acceder a la voluntad sexual de sus parejas. Una segunda lectura le permitió enfocarse en el personaje de una feminista decimonónica, quien vive una sexualidad totalmente enfocada en ella y en su disfrute, reflejando esa ansia de no permanecer en un mismo espacio y tiempo eternamente, y una relectura más, la condujo a la apelación de una libertad erótico-afectiva para las mujeres, situación que también le ocurrió con los libros de la autora francesa Colette, de los cuales, asegura, se desprende la noción de la “muerte pequeña”, ese culmen orgásmico.

También se da tiempo para repensar lo que le impresionó en un primer momento de la obra de la escritora irlandesa Elizabeth Bowen, que fue el lenguaje utilizado en su producción literaria. Y años después, las situaciones narradas, pues la mayoría de las novelas de la autora están ambientadas en la Segunda Guerra Mundial, periodo vivido en carne propia por la creadora. De éstas, Gornick resalta la construcción de algunos personajes, en especial, los masculinos, debido a la gran disección emocional que hace Bowen de los mismos para mostrar las inconsistencias de muchas existencias sustentadas en juegos de doble significación de la vida, en la construcción de una aparente inocencia, y en la desgarradora verdad de que en el fondo, sólo hay vacío y una normatividad masculina sustentada en la nada.

 

En su más reciente trabajo, de carácter literario-reflexivo, Vivian Gornick comparte cómo ha sido su experiencia con la literatura y las diferentes verdades con las que ésta la ha confrontado mediante múltiples lecturas de la misma obra, en distintas etapas personales.

 

Una de sus anécdotas más recordadas es cuando una maestra en los grados de educación elemental le aseguró que sería escritora, después de leer uno de sus ejercicios de tarea. Una década más tarde, dichas palabras harían eco y optaría por dedicarse a la literatura, siendo Natalia Ginzburg una de las primeras autoras que descubrió, y de quien retoma el ensayo “Él y yo” para cuestionar a la institución del matrimonio, la entremezcla de placer y de sufrimiento, la noción de soledad, pues parece ser que es el sustento principal de la idea de tener que vivir con alguien durante toda la vida, la transformación de nosotras mismas como personas en aquellas figuras autoritarias de nuestras infancias y juventudes, y las dificultades para autoencontrarnos ante las autoritarias estructuras sobre las que se ha construido el deber ser de las relaciones humanas.

De igual manera, en otro apartado, desdibuja a una ingenua lectora adolescente o adulta temprana, que sucumbe a los encantos de El amante, de Marguerite Duras, una de las obras más conocidas de la literatura francesa del siglo XX, pero que al paso del tiempo, con otra perspectiva, justamente, valora en mayor dimensión a la memoria y a la reinterpretación de los hechos, no para buscar una mejor versión de los mismos, sino para comprenderlos en la mayor amplitud posible, e incluso, cuestionar su ocurrencia, o saber que su relevancia no fue tal, y al paso del tiempo pueden reinterpretarse, o incluso, olvidarse.

Parte de las cuentas pendientes de la autora y columnista del diario The New York Times es la relectura de aquellos libros que en su momento no tuvieron un significado profundo en su vida, pero que, tal vez, dicho efecto no se debió a la ausencia de calidad de los mismos, sino a la falta de una lectura adecuada, a la distracción, a la priorización de otros temas, a la falta de empatía con algunas autoras y autores o la inexperiencia misma de la vida, pues parte de este ejercicio de reconocimiento de algunas obras literarias lo hace al calor de los años y de las experiencias que en su juventud desconocía.

Así, encuentra nuevas problematizaciones, escenas literarias que pasarían desapercibidas en un primer momento, construcciones de personajes asumidos de otra manera y que se resignifican, sobre todo, en el caso de los masculinos, a los cuales disecciona profunda y cuidadosamente, en un afán por entender cómo ciertas estructuras patriarcales se siguen encarnando en ellos, y da cabida a la interpretación literaria de las emociones, pues, a pesar de estar muchas veces presentes en el cuerpo de una obra, no son tomadas en cuenta, aunque sean esenciales en el desarrollo de la trama y de la intimidad del personaje.

 

Con más de una veintena de libros en su trayectoria, la obra de Gornick está plagada de reflexiones cotidianas, tan aparentemente comunes que trastocan las estructuras individuales y colectivas.

 

Varios pasos

Con más de una veintena de libros en su trayectoria, aunque recién traducida al español, la obra de Gornick está plagada de reflexiones cotidianas, tan aparentemente comunes que trastocan las estructuras individuales y colectivas. Por ejemplo, en Apegos Feroces (Sexto Piso, 2017) comparte una serie de diálogos que tuvo con su madre mientras caminaban por la cosmopolita Nueva York, en los que perfectamente se entrevé una construcción socioemocional de muchas mujeres con respecto al amor, la vida en pareja, la sexualidad, la maternidad, entre otros temas, y las formas en que las nuevas generaciones esperan vivir esas experiencias, pero a la vez, las cuestionan, pues su mundo es otro y ya no puede aceptar la construcción de esos imaginarios colectivos.

Las caminatas se prolongaron con La mujer singular y la ciudad (Sexto Piso, 2018) para narrar los diálogos con un amigo de más de dos décadas en los que se cuestiona la necesidad de dirimir o no las diferencias entre personas como parte de las propias relaciones humanas así como los rumbos tomados por las nuevas visiones feministas, centradas en la urgencia del respeto de la libertad de las personas y alcanzar “la singularidad”, sin dejar de lado las conexiones amistosas. Y en Mirarse de frente (Sexto Piso, 2019) emprende el camino por sí sola hacia su juventud, sus primeros años en la docencia, sus acercamientos con el feminismo, sus amistades más cercanas, para cuestionar esos entornos académicos, en apariencia, plagados de empatía, pero, en realidad, colmados de las mismas desigualdades que cualquier otro espacio social.

La pasión por las letras a lo largo de su obra es tangible en cada una de las páginas que Gornick ha escrito desde su juventud hasta la madurez que ha alcanzado al día de hoy. En este último trabajo ensayístico enfatiza que para ella “la gran literatura no funciona como registro de logro de la plenitud del ser sino del obstinado esfuerzo que se hace por conseguirlo”. Y en su caso, su mirada siempre se ha recargado en señalar y problematizar las constantes barreras a las que, por siglos, se han enfrentado las mujeres para poder llegar a esa plenitud, que, por cierto, es muy diferente a la que tradicionalmente se ha asimilado y construido, requiriéndose una nueva mirada y una innovadora forma de construir el mundo.

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