Voces intersexuales
“Yo creía que era la única persona en el mundo con características como las mías. No conocía a nadie más”. Ese fue el sentir de Free a lo largo de su infancia y adolescencia en Juchitán, Oaxaca, un rincón enclavado en el Istmo de Tehuantepec, donde se ha documentado la apertura a la disidencia sexogenérica a través de la interacción social con las personas muxes, pero no con aquella diversidad de cuerpos y de características sexuales que definen a las personas intersexuales.
Desde los más lejanos recuerdos de su infancia, sabía que había algo que le impedía sentirse como las y los demás infantes. Rememora que, debido al calor de la zona donde creció, se acostumbra que los infantes se bañen todos juntos en un espacio abierto. Cuando eso ocurría, notaba que su cuerpo era diferente al de los demás, un pensamiento reforzado por las opiniones médicas que recibía cada vez que acudía a una consulta, pues los especialistas le hacían sentir que su caso era muy raro.
Si bien tenía ciertas dudas en su infancia, éstas se acrecentaron en la pubertad y en la adolescencia, cuando comenzó a ir a la secundaria y notar, que, efectivamente, sus compañeras y compañeros se desarrollaban de una forma un poco distinta a la suya. Recuerda que en esa etapa de su vida “quería buscar respuestas a mis dudas y preguntas porque sabía que mi cuerpo era diferente”.
A pesar de ese deseo, el entorno no era muy favorable. En su casa estaba prohibido hablar del tema, nadie respondía a sus preguntas ni le explicaba lo que le ocurría. En la poca información que podía tener a la mano, sus libros de biología de la escuela decían cómo debería ser un cuerpo, o más bien, dos, el de los hombres y el de las mujeres. Ambos blancos y delgados, con ciertas medidas y características.
También decían que la pubertad ocurre de una manera en las mujeres y de otra en los hombres, cuando en realidad no es así. Incluso, los periodos de edad que mencionan los textos para que ocurran los cambios de caracteres sexuales podrían no cumplirse y manifestarse en etapas más tardías.
En medio de sus dudas, fue llevada de nueva cuenta a un hospital para que le realizaran algunos estudios. El resultado parecía más una sentencia, le dijeron que era “anormal”. La realidad no era así, ella misma leyó su expediente y decía “pseudohermafroditismo femenino” e “hiperplasia suprarrenal congénita”.
Desconocía los términos, pero comenzó a buscarlos por internet y a través de las redes sociales. Se percató de que tenía que conocer muchos más, desconocía muchas palabras y conceptos, pero esa no era una barrera. En aquella ocasión, decidió buscar cada uno de ellos para saber a qué se referían y no volver a estar desinformada.
El siguiente paso fue publicar en las redes sociales que era una persona hermafrodita femenina. El resultado la sorprendió, pues otras personas con historias similares a la de ella comenzaron a contactarla. En esos momentos comprendió que había personas con variaciones en sus características sexuales. Algo más común de lo que se hubiera imaginado.
Intersexualidad es un concepto que engloba diferentes corporalidades en las cuales una persona nace con variaciones de las características sexuales –genitales, gónadas, niveles hormonales y/o cromosómicos– que no parecen encajar en las definiciones típicas de masculino o femenino.
Población invisibilizada
De todas las letras del acrónimo LGBTIQ, la I es la menos visible y expuesta ante la sociedad. Es un grupo prácticamente invisibilizado, considera Eva Alcántara, investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana y especialista en el tema, quien asegura que hace dos décadas, cuando inició con un proyecto de investigación que le permitió ser pionera en la materia, no se había escrito nada al respecto ni había intenciones de hacerlo.
Incluso, recuerda que era difícil conocer los testimonios directos de las personas intersexuales, pues la única vía para acercarse a la temática era a partir de los expedientes médicos o algunos documentos de tipo jurídico. Es decir, advierte, sus voces estaban mediadas por otras opiniones, otras narrativas como las legales o las médicas, por lo que se desconocía mucho sobre el tema y las personas.
A partir de esta experiencia y el proceso de visibilización de Laura Inter, quien creó Brújula Intersexual, una organización civil cuyo objetivo es generar comunidad y difundir todo lo relacionado con la intersexualidad, se comenzó un proceso de agrupamiento y de trabajo colectivo que ha dado pie a la posibilidad de que otras personas externen sus vivencias con respecto a la intersexualidad.
Este es el término que se utiliza para englobar diferentes corporalidades en las cuales una persona nace con variaciones de las características sexuales –genitales, gónadas, niveles hormonales y/o cromosómicos– que no parecen encajar en las definiciones típicas de masculino o femenino. A diferencia de lo que se piensa, no siempre es evidente desde el momento del nacimiento, sino que se manifiesta durante la pubertad.
Como parte del trabajo de Brújula, se dio apertura a una esfera más íntima de las personas, y no sólo de ellas, sino de quienes les han acompañado a lo largo de su vida y en diferentes momentos. Se pasó de una labor de recopilación de datos, que dio pie a la aplicación de la Primera Encuesta Intersex en México, a la apertura de un espacio para compartir testimonios, vivencias y el comienzo de diálogos.
La consolidación de este proyecto es el libro Voces desde la intersexualidad, en el que se comparten historias, anécdotas, testimonios de atenciones que se dan desde la primera infancia, así como historias de madres y padres de familia con una crianza más inclusiva, en franca disrupción con los discursos hegemónicos sobre el cuerpo.
A la par de este proceso, se incrementó el activismo intersex y surgieron vínculos institucionales como con la Secretaría de Salud, cuyo resultado fue el Protocolo para el Acceso sin Discriminación a la Prestación de Servicios de Atención Médica de las personas LGBTTTI, y en concreto, la Guía de Atención Específica para Personas Intersex.
Sin embargo, argumenta Alcántara, lo ideal sería contar con una Norma Oficial Mexicana específica para la atención a la intersexualidad, con una perspectiva de derechos humanos y basada en la normativa internacional.
Nadie sabía qué hacer
Cuando un padre o una madre, o ambos, se enteran del diagnóstico de intersexualidad de sus hijas o hijas, muchas ideas les rondan y les seducen en aras de la búsqueda de un “bienestar” a futuro, y de lograr que la situación se normalice para que haya un crecimiento regular. La confusión viene desde un principio, por parte de los propios médicos, quienes no suelen ser muy claros al respecto.
Así lo recuerda Ita, la mamá de Talía, quien rememora que desde un principio, algunos le decían que tenía un hijo y otros le aseguraban que tenía una hija. Era una duda que se le acrecentaba cada vez que le cambiaba el pañal a su bebé, y que comenzó a esclarecerse después de tocar varias puertas de especialistas.
O al menos, eso pensaba, ya que le quedaba claro que el diagnóstico era una hiperplasia suprarrenal congénita, pero la cuestión de “genitales ambiguos” era más compleja. En medio de la situación hubo varios cambios de ciudad y de especialistas, quienes, en varias ocasiones, fallaron en el suministro de fármacos, ocasionando daños irreversibles. Aunque todos insistían en la posibilidad de una cirugía.
El tema provocó un amplio debate al interior de su familia, entre ella y su esposo, a fin de decidir cuál debería ser el futuro de Talía, cuál era ese deber ser como su padre y su madre para evitarle situaciones incómodas a futuro. Debido a varias experiencias, Ita comenzó a cuestionar los comentarios de los médicos.
La aterraba la idea que vieran a Talía como un caso de estudio, del cual podían debatir y externar su postura sin el menor miramiento. Proponer soluciones al por mayor sin pensar en que sobre quien debaten es una persona en etapa infantil. En medio de toda la situación, se preguntaba si no era mejor que, si su hija no tendría un daño futuro por su condición que le pudiera mermar alguna capacidad o tuviera secuelas a largo plazo, ella misma decidiera sobre su persona cuando tuviera la edad adecuada.
Cuando un padre o una madre, o ambos, se enteran del diagnóstico de intersexualidad de sus hijas o hijas, muchas ideas les rondan por la cabeza y les seducen para perseguir el fin último de un “bienestar” a futuro.
Libertad real
“Porque mi infancia se siente como una abducción extraterrestre: amnesia, tiempo perdido y cicatrices. Por el olor de los hospitales, la fobia a la sangre y a los exámenes médicos. Por las diez operaciones quirúrgicas que intentaron –año tras año, durante toda mi infancia– reubicar mi abertura uretral a unos centímetros de su ubicación original. Porque no me preguntaron y porque no valió la pena”, comparte en una forma lírica y poética Fabián Giménez Gatto su propia experiencia de vida, de la cual no le es fácil hablar pero lo hace para mostrar lo difícil que puede ser vivir conforme a un canon no escogido.
En el caso de Free fue diferente. En primer lugar, desde su pubertad se acercó a Brújula como parte de este proceso de apoyo, que le ayudó a poder redactar y contar su propia historia, además de darse a la tarea de conocer otras personas intersex y sumarse a las tareas del activismo para el posicionamiento de una agenda a favor de ellas, ellos y elles.
Pero, sobre todo, aprendió a estar consciente de sí misma, de su situación y de sus condiciones, sin pensar que éstas le generan una minusvalía o una condición adversa.
Tras casi una década de trabajo en la materia, a sus casi tres décadas de vida, concluye que uno de los primeros pasos para cambiar las realidades de las personas inter es enseñar, tanto en la casa como en la escuela, que todos los cuerpos son distintos, que ningún cuerpo es igual a otro y hay que respetar a todas las personas por igual, ya que todas las personas tenemos diferentes características sexuales y corporales.
Su mayor anhelo es lograr que estos mensajes también se posicionen en el entorno médico, pues es donde hay el mayor número de quejas referentes a los procesos de intervención para con las personas inter, y desde donde quienes los padecen, construyen prejuicios e inseguridades hacia sus propias personas debido a la forma en que se les trata y se les propone “adecuarse al mundo”.
Liberarse de esas cadenas es el deseo de Free y de las más de veinte personas inter participantes en el ejercicio de visibilizar sus casos a fin de que quienes nazcan dentro de esta gama de diversidad corporal y sexual puedan desarrollarse libremente sin caer en las presuposiciones y normalizaciones anheladas alrededor de ellas, que finalmente, merman su posibilidad de un desarrollo integral y libre de la personalidad.